top of page
Buscar
Foto del escritorThe Bridge

MI CUÑADO RICK




CAPÍTULO 1


Cuando mi hermana Laura se casó yo tenía 18 años cumplidos, y aunque era mi única hermana, no sentí ninguna pena de que se casara, por el contrario, estaba feliz, porque disfrutaría por primera vez de una recámara para mí solo. Cualquiera que haya tenido esa edad sabe lo importante que es eso.


Podría poner la música que me gustaba sin que nadie me regañara por mis gustos escandalosos, por fin tendría el cuarto desordenado y nadie me gritaría por tener la ropa sucia tirada por todos lados, podría dormir desnudo como siempre había querido, y podría masturbarme en la cama sin tener que esconderme en el baño para hacerlo.


Desde luego, iba a extrañarla, porque por muchos problemas que tuviéramos, de verdad nos queríamos. Éramos los únicos dos hijos que nuestros padres habían podido procrear, y eso nos unía bastante. Cuando empezó a andar de novia con Ricardo, sentí una incipiente antipatía por aquel joven alto y moreno que ilusionaba tanto a mi hermana, pero ya que lo conocí mejor, empezó a gustarme a mí también. Y cuando digo gustarme me refiero realmente a eso.


Cuando Ricardo fue por primera vez a casa, mis padres y yo lo vimos con mucha desconfianza, pero pronto nos ganó a todos. Tenía atenciones con mi mamá, se sentaba a mirar los aburridos partidos de soccer con papá, y a mí me ganó rápidamente con el último CD de mi grupo de rock favorito.


Mi hermana estaba loca por él y todos nos dábamos cuenta. Hasta ese momento yo no sentía sino una gran simpatía por mi cuñado, pero una noche en que ellos habían salido a bailar y yo me había quedado hasta muy tarde escuchando música todo cambió.


Estaba en mi cama cuando escuché el sonido del auto de Ricardo. Apagué la música, porque Laura no tardaría en entrar y me armaría una bronca, pero los minutos pasaron y Laura no aparecía.


Me asomé a la ventana y vi que ellos estaban en el auto todavía, imagino que despidiéndose. Laura y Ricardo se estaban besando apasionadamente fundidos en un abrazo. Con cierto morbo me quedé espiando a mi hermana con su novio. Las manos de Ricardo estaban bajo la blusa de Laura, y ésta le acariciaba el paquete.


Me llamó la atención el bulto notoriamente grande que se hinchaba bajo los pantalones de Ricardo. Empecé a desear que mi hermana se avivara y se lo sacara, para poder mirarlo con mayor detalle. La luz de la terraza no era muy buena y yo me estaba quedando ciego tratando de ver el paquete de mi cuñado.


Finalmente, Laura se apartó y se arregló las ropas. Ricardo trató de retenerla, pero mi puritana hermana no cedió y se bajó del coche, despidiéndose rápidamente.


La maldije en silencio mientras veía a mi pobre cuñado tratando de acomodar su tremenda erección sin lograrlo. Cuando mi hermana entró en la casa, vi a Ricardo abrirse la bragueta y sacar su hinchado pene de su prisión de tela. Su largo y grueso miembro me dejó sin habla.


Nunca había visto otro pene que no fuera el mío, y de pronto, ese largo trozo de carne erecta desató una desconocida y fuerte atracción que nunca había sentido. Hubiera querido poder volar desde la ventana hasta el coche de Ricardo para mirarlo de cerca.


Necesitaba verlo con detalle, mirarlo de cerca. Escuché los sonidos que hacía mi hermana abajo en la cocina sin perder detalle de mi cuñado. Vi que Ricardo se sobaba su verga hinchada y yo hice lo mismo con la mía. Separados, y sin que él lo supiera, alcanzamos juntos el orgasmo.


Vi que Ricardo sacudía su mano fuera del coche y que arrancaba el auto sin guardarse el miembro. Lo vi marcharse, y lo imaginé conduciendo en la noche, con el pene duro apuntando hacia arriba, mientras el semen continuaba escurriendo lentamente a lo largo de su tronco. Me acosté antes, escuché a mi hermana tocar la puerta que estaba con seguro, me regañó por ello; lo que no sabía es que la razón era por estar espiando a su futuro marido.


Después de aquella noche, Ricardo no significó lo mismo para mí. El continuaba siendo el de siempre, pero yo lo miraba con otros ojos. Empecé a fijarme mucho más en él. Miraba su rostro atractivo, y adoraba la sombra que lo oscurecía cuando no se afeitaba. Veía sus antebrazos fuertes de tanto cargar peso y estaba pendiente de atisbar entre los botones abiertos de su camisa un poquito de su pecho.


Si alguna ocasión venía en shorts, yo no me alejaba para nada, disfrutando de sus piernas fuertes y definidas, como las de un entrenador de gimnasio. Si por casualidad abría lo muslos al sentarse, yo me excitaba solo de imaginar lo que había entre esas piernas y cualquier atisbo entre su ropa que me permitiera adivinar la silueta de sus huevos o su pene, una verdadera excitación.


Ni mi hermana ni él parecían notar mi constante acecho, pero yo vivía para esas ocasiones en que Ricardo venía a casa. No sé si a alguno de ellos se les hacía extraño que yo no me les despegara para nada, pero nunca me impidieron hacerlo. Siempre que era posible los acompañaba, y Ricardo se acostumbró a mi presencia.


En una ocasión organizaron un paseo en la universidad donde ambos estudiaban y yo hice todo lo posible por ser invitado. Mi hermana no estaba muy de acuerdo, pero Ricardo me apoyó. El paseo era a un balneario, y por primera vez vi a Ricardo en traje de baño.


Alto, depilado del torso y de las piernas, fuerte como un cable, sentí que mi atracción crecía más que nunca. No me aparté de él en todo el día. Como buen cuñado, se preocupó de integrarme a todas las diversiones, yo solo no podía de mirar ese bañador tan ajustado a su enorme paquete.


Mi hermana se entretenía con sus amigas, lo que me permitió pasar mucho tiempo con mi cuñado. Al final del día, hombres y mujeres se separaron para bañarse y cambiarse antes de regresar. Entré a las duchas tras Ricardo, admirando su firme trasero moviéndose bajo el traje de baño.


No había suficientes duchas para todos, y el grupo se dividió compartiendo duchas. Por supuesto yo no me despegué de Ricardo y cuando empezó a desnudarse para bañarse me sentí más nervioso que nunca. Me dijo que me apurara a bañarme o me ganarían el sitio, pero yo no podía desnudarme delante de el, o tendría una erección—Si te da pena, puedes bañarte con el bañador puesto, estamos entre varones, no pasa nada cuñado.


Le dije que esperaría hasta llegar a casa para bañarme, pero el insistió y tuve que entrar con él. Cerró la puerta de su compartimento, Se dio la media vuelta y se bajó el traje de baño. Sus nalgas me dejaron mudo. El oscuro rincón de su ano estaba oculto a mi vista, pero sus huevos asomaron entre sus piernas al inclinarse, pesados y grandes colgando al inclinarse a retirar su bañador.


Como en un sueño, lo miré enjabonarse el cuerpo, su piel morena y velluda resaltaba con la espuma del baño y cuando finalmente se dio vuelta frente a mí, pude mirar su pene dormido. Colgaba bajo una oscura maraña de pelos, y aunque no estaba erecto, era más hermoso de lo que recordaba.


La cabeza estaba medio cubierta por el prepucio, asomando su punta rosada y clara. Cuando se la enjabonó, vi sus huevos, gordos y suaves debajo, y el agua caliente los hizo colgar aún más bajo su cuerpo.


—¿Qué te han parecido mis amigos? Espero hayas estado a gusto—me limité a contestar su pregunta, pero mi verdadera atención estaba sobre su cuerpo marcado; me pasó el jabón y me comencé a enjabonar mientras él retiraba la espuma de su cuerpo, cuando cerraba los ojos para lavarse la cara aprovechaba para mirar con mayor precisión.


Quería sentir su cuerpo cerca del mío y debía aprovechar el concurrido lugar, tuve que retirar mi calzoneta, descubriendo mi cuerpo ante él, al inclinarme ante las mis nalgas se pegaron lo suficiente a su pierna, y en un movimiento tonto pude sentir su pene rosar con mi piel—más cuidado cuñado, no vaya a ser que confunda tu culo con la de tu hermana—dijo en broma haciendo referencia que los dos estábamos igual de nalgones.


—perdón, no me di cuenta—dije algo apenado, aunque en realidad no lo estaba ni un poco.


Ambos reímos y pude disfrutar de algunos roces más antes de que termináramos de bañarnos; terminó de bañarse y mientras se vestía traté de ocultar mi profunda excitación, cubriéndome con la toalla, el salió desnudo para buscar sus cosas, sus compañeros hicieron bromas con él, hablaban en clave y se reían de chistes locales, pero pude entender que algo había ocurrido entre ellos en alguna borrachera.


El regreso a casa fue rápido, é tomaba de la mano de mi hermana mientras conducía; me dejaron en casa y se marcharon a seguir su tarde, pero no pode hacer más para no separarme.


Meses después Ricardo y Laura nos anunciaron su boda, y la felicidad de saber que lo tendría cerca mucho tiempo se mezcló con la culpa de sentir esa atracción por el futuro marido de mi hermana.


Fui uno de los padrinos de boda, y seguramente el más ansioso por esperar el retorno de la pareja después de su luna de miel. A su regreso, se instalaron en un pequeño apartamento cercano a casa y pronto se estableció una rutina donde cada viernes venían a cenar a casa.


Mi nueva recámara había sido totalmente decorada a mi gusto, aun que sentía un gran vacío al no tener con quien discutir por cosas absurdas.


Uno de esos viernes de cena familiar, los recién casados nos dieron la feliz noticia de que ya estaban esperando bebé. La familia los felicitó y yo no pude dejar de pensar en la verga de Ricardo arrojando aquellos millones de espermatozoides que permitirían a mi futuro sobrino formarse y nacer. Así de trastornados eran mis pensamientos.


Los meses pasaron y la panza de Laura se hinchó como un globo. Como era su única hija, mi madre no dejaba pasar un día sin estar al tanto del embarazo de Laura, y al empezar el noveno mes decidieron que Laura se vendría a la casa para que mi madre pudiera atenderla.


Me quedaría nuevamente sin recámara, así que pronto se llegó a la conclusión de que me fuera a la casa de ellos hasta que naciera el bebé. Un mes entero en casa de Ricardo, él y yo solos. Mi futuro sobrino se ganó no solo mi cariño, también mi agradecimiento. Tendría oportunidad de disfrutar de la compañía de su padre por 30 días y eso era el mejor regalo que podían hacerme.


Ricardo me recibió tan amable como siempre y como su departamento era pequeño, dijo que si no me molestaba podía dormir en su cama con él. Sobra decir que aquello no me molestaba para nada.


Comíamos diario en casa de mi madre y el aprovechaba para lavar mi ropa en casa de mis papás. Mi mamá nos cocinaba la cena y yo la calentaba más tarde en casa de Ricardo para que cenáramos mientras mirábamos algo en la tv. A veces compartíamos una cerveza, me dejaba beber ya que no estaban mis papás.


Mientras pasaba todo esto, mis oportunidades de verlo a mis anchas eran muchas; le encantaba andar en bóxers o shorts sin calzones, era un espectáculo mirar su paquete y esas piernas de futbolista; tenía que aprovechar más la oportunidad.


Lo espiaba por una rendija de la puerta del baño, olía sus calzones usados, pero el verdadero premio era dormir a su lado. Por las noches, Ricardo dormía con unos bóxers de algodón viejos y suaves. Yo fingía dormir y cuando lo escuchaba respirar pausado y profundo, me deleitaba mirándolo. Bajaba las sábanas y me acercaba lo más posible a su entrepierna sin atreverme a tocarlo, aspirando el aroma de su sexo bajo la tela, tratando de adivinar la silueta de su pene.


En un par de ocasiones encontré una erección bajo la tela, y hubiera dado cualquier cosa por tocarla, pero nunca me atreví, se notaba un grosor arriba de lo normal, y ni que decir de la longitud de su grueso pene, debía medir cuando menos unos 19 cm.

Después de una semana, las erecciones nocturnas de Ricardo eran constantes, y supe que el macho estaba caliente por la falta de sexo. Mi hermana estaba en otra casa, y prácticamente imposibilitada de satisfacerlo.


Esa noche después de llegar a casa, encendió la tele en el box, y sacó unas cervezas para los dos, a partir de las siguientes cervezas me ofrecí para ir por ellas a la cocina, me atreví a hacer algo que me comentaron que resultaba con los hétero calientes; abrí ambas botellas, per en la del tiré un poco de su contenido para verter un tanto de tequila en él, al entregarle la cerveza miré nervioso dándole un sorbo.


Hizo un gesto y me miró—Esta madre está bien fuerte, ¿la tuya está bien?

—sí, la mía está buena, si quieres te traigo otra.


—no, sería un desperdicio, no digo que esté mala, solo la sentí un poco adulterada— dijo el ingenuo de mi cuñado mientras seguíamos mirando el box, la noche avanzó y tenía suficientes cervezas para seguir el mismo plan, por cada cerveza que bebía andaba bebiendo un buen shot de tequila, pronto sus palabras comenzaron a tambalear, y nos reíamos a lo tonto.


Fue demasiado alcohol el que le di esa noche, tanto que al levantarse lo miré desequilibrado—santo cielo, vaya que era una cerveza muy intensa, apenas puedo sostenerme.


—¿Quieres que te ayude a ir al cuarto? — ni siquiera estaba mudado de ropa, lo que posiblemente me haría convencerlo para ayudarlo.


Lo tomé del hombro, y él se sostuvo del mío, se sentó al borde de la cama e intentó desajustarse los zapatos, pero le era un poco imposible—¿Quieres que te ayude?

—si me haces el favor cuñado, creo que el cansancio hizo que el alcohol me pegara tan fuerte.


Me arrodillé a sus pies, desaté los nudos y retiré sus zapatos, se fue desabotonando la camisa hasta descubrir su lampiño pectoral marcado, se le complicaba retirarse las mangas—permíteme ayudarte, ya te he visto en las cuchas ¿qué más podría mirar?

—Pues no lo has visto todo cuñado, te asustarías— dijo con esa voz tan borracha, le quité la camisa pegando mi nariz lo más que pude a su cuerpo, sus axilas olían a sudor y desodorante, y su pecho a un perfume madoroso.


—¿Asustarme? Yo ya no me asusto de nada— el pobre inútil no podía ni desajustar la hebilla de su cinturón— a ver, deja, yo te ayudo.


—solo cuidado, que esa zona es prohibida— desajusté su cinturón y tiré duro hasta retirarlo por completo, azoté el cincho al piso y le dije que con eso lo iba a domar si se resistía, el solo rio y me pidió que le quitara el pantalón.


Mientras abría su pantalón usaba mis dedos rosaban sobre su bulto a propósito—levántate un poco, para que pueda sacártela— le dije en doble sentido buscando una respuesta sucia de su parte.


—¿Qué me vas a sacar, si solo te pedí que me retires el pantalón? — dijo mientras alzaba sus nalgas para darle paso a su pantalón, descubriendo un hermoso bulto tras una trusa blanca ajustada.


Sus pies descansaban en el piso y yo solo me quedé mirando a un lado mientras le iba venciendo el sueño—¡Ricardo! ¿sigues despierto? ¿Ricardo? —fue tan pesado su sueño que lo perdí en breves minutos.


Miraba su ombligo inflarse y desinflarse con aire, un ronquido muy débil comenzó a oírse en sus labios abiertos dejando mirar sus blancos dientes a medio cerrar; coloqué mi mano sobre su pecho y lo moví mencionando su nombre para ver si despertaba, pero fue en vano.


Tenía los nervios de punta, era la primera vez que hacía algo como eso, puse mi mano sobre su bulto lentamente, sentí la tela, y su grueso miembro dormido ir tomando forma sobre mi palma, no perdía de vista su respiración y su cara por si abría los ojos, aunque no tenía idea que tipo de excusa podría dar.


Pasé un buen rato sin mover la mano, solo sentía el calor de su cuerpo, y miraba la hermosa figura de Ricardo; fui moviendo la mano con más confianza como si mis dedos caminaran y analizaran el terreno, pude identificar cada parte en su lugar, su verga acomodada de frente, y sus huevos hundidos debajo de él.


Lo oprimía, tenía un buen grosor, la cabeza estaba por fuera de su capullo y el grueso glande se marcaba perfectamente en la parte inferior de la trusa al ras de los testículos, moría de ganas pos retirar su ropa, pero no quería ser demasiado brusco, o despertaría.


Un dedo comenzó a jugar al borde de su trusa, sentía sus vellos recortados, lentamente fui alzando el elástico para que mi dedo entrara, sentí la tersa piel de su pene dormido, un ronquido fuerte me paralizó, pero no fue nada y continué.


Sentí la confianza y fui introduciendo más de mi mano hasta lograr oprimir el flácido trozo de carne, lentamente fui haciendo un lado la trusa, era demasiado difícil por las proporciones de sus caderas, sus duras piernas apenas dejaban pasarlas, pero pude dejar al aire semejante verga dormida, era tan linda como la imaginé, estaba al alcance de mis manos y no perdí la oportunidad de olfatear ese rico olor a orina, moría por lamerla, pero no quería arruinar lo que había logrado tan rápidamente.


Comencé a subir y bajar el cuerpo de su pene intentando que tuviera alguna reacción, tenía ya bastantes minutos desvelándome con mi cuñado borracho, cuando de pronto noté que su verga lentamente iba reaccionando a mis movimientos constantes; cubría y descubría su cabeza con su capucha, pronto la telilla dejo de cubrir su gorda cabeza, incluso por su tamaño parecía estar circuncidado, era gorda y larga, apenas y cabía en mi mano.


Seguí masturbando, no sé en qué momento dejé de vigilar que no despertara, pero sus ronquidos habían cedido, y su verga estaba a estallar, tenía venas muy gruesas y con algo de saliva fui mojando la punta para deslizarla con más facilidad.


¿Qué más podía pasar? Ya me encontraba ahí, así que abrí grande la boca y me llevé su verga gorda a mi boca, apenas podía meterme una corta parte a mi boca, cuando sentí un empujón de su pelvis como impulsándose para que tragara más de ella.


Lo intenté, pero era demasiado gruesa para mi boca, no contento, volvió a impulsarse intentando penetrar mi boca, yo hacía lo mejor que podía con mi novata garganta, bajé por sus gordos huevos dejando mi mano masturbando su palo, sus piernas estaban abiertas y yo arrodillado entre ellas.


Fueron como treinta minutos de placer, algo que esperé tanto tiempo, seguí masturbando, sabía que en cualquier momento se vendría, y yo tenía muchas ganas de ver sus disparos blancos, incluso quería probar su semen, aunque nunca había comido ni el mío.


Un disparo de semen fue expulsado con gran fuerza hacía mi cara, estaba caliente y casi me dio en el ojo, seguidos lanzó tres lechazos tan potentes como el primero, hasta que su viscoso liquido fue fluyendo sobre mi puño que fue bajando la intensidad.


Tenía leche en mi cara, en mi playera y en no sé dónde más, oprimía su verga y él se retorcía de sensibilidad; fui a limpiarme la cara y lamí un poco de su esperma, regresé para limpiarlo, le coloqué la trusa, y fingí que nada paso, aun sabiendo que él se encontraba despierto.


Dormimos a espaldas el uno del otro, no sabía que me esperaba la mañana siguiente cuando nos miráramos las caras.


CAPÍTULO 2


Al despertar el día siguiente noté que ya no estaba en cama, me senté al borde de la cama y al fondo escuché el ruido del agua en la regadera, mi morbo despertó junto conmigo, pero el temor y el nerviosismo seguían tan impregnados en mí; caminé al baño pensativo, no sabía que tan contraproducente había sido el acto de la noche anterior.


Recargué mi cabeza sobre la puerta pensando en que hacer, el peso de mi rostro empujó un poco la puerta de madera, Ricardo no había cerrado la puerta del baño, eso me hizo volar alto y llevar mi morbo a altos niveles.


Lentamente impulsé hacia adentro la puerta dejando una pequeña abertura para poder mirarlo, el cristal de la ducha estaba tan empañado que solo se podía contornear su cuerpo desnudo moviendo sus manos sobre su piel, esparciendo el jabón sobre su perfecta figura.


Miraba como su larga verga dormida se columpiaba detrás de la nube borrosa del cristal, no podía quedarme ahí parado sin hacer nada, espiarlo ya no era suficiente después de la noche tan intensa que había tenido con él. Estaba seguro que no estaba dormido, eso significaba que, si no me detuvo, es que le había gustado.


No pude resistirme y entré al baño con el pretexto de no saber que él se encontraba dentro, pero esperé el momento exacto en el que el abriera la puerta corrediza de cristal para atraparlo desnudo frente a mí, escuché el agua cesar, un suspiro muy fuerte, y la puerta correrse, y es exactamente cuando abrí la puerta de golpe.


Me miró sorprendido aún con la mano moviéndose sobre su cabello, el cual secaba con una toalla, dejando su cuerpo desnudo tan descubierto frente a mí, tenía su pene moreno columpiando de un lado a otro, con el prepucio apenas cubriendo su rosada y oscura cabeza, noté su mirada avergonzada —Perdón, no sabía que estabas aquí.


—No pasa nada, no tengo nada que no ya hayas visto— lo noté un poco apenado, y el no terminar la frase con el pseudónimo de “cuñado” me dejaba con algo de preocupación.


—Solo iba a orinar, lo siento— estaba por salir cuando me dijo que lo hiciera, no parecía tener problema con ello.


Sorprendido y anonadado me acerqué al mingitorio mientras miraba de reojo secarse las gotas que recorrían su trigueña piel, me saqué el pene del bóxer y traté de concentrarme para mear, pero era un poco difícil con tanto nerviosismo; nunca pude orinar frente a otras personas.


—Siento mucho lo de ayer, estaba muy borracho, no debió pasar, debí detenerlo, pero me ganó la calentura, te agradecería si no se entera nadie de ello, estoy demasiado apenado— lo noté algo nervioso y consternado.


De plano no pude orinar ante su presencia, y por lo visto él se estaba echando la culpa, cosa que me convenía—No tienes que preocuparte por ello, también tuve culpa por dejar que ocurriera, estábamos demasiado ebrios.


Giré la cara mientras me metía el pene de nuevo al bóxer, lo miré fijamente, el agachó la cabeza de lo avergonzado que estaba, me acerqué a él y puse mi mano en su hombro— en serio, no tienes por qué preocuparte de nada, no voy a decir nada, se lo mucho que amas a mi hermana.


Mi corazón latía a mil, y creo que la de él también, un impulso loco me hizo llevar mi mano a su pene, lo presioné con bastante confianza, el no hizo nada al inició, solo me miró con los ojos bien abiertos por la sorpresa de mi mano helada— Espera, esto no está bien— intentó detenerme tomando mi mano a penas con fuerza.


No retiré mi mano, solo oprimí su verga, comencé a sentir la flacidez desaparecer en mi puño, sentí como su verga gorda iba inflamándose de nuevo, comencé a moverla para masturbarla, notaba su respiración acelerada, una parte de él quería retirar mi mano de su polla, pero la otra parte estaba tan excitada como yo.


Sin pensarlo más me arrodillé frente a él, acercándole mi boca. Entre sorprendido y excitado, Ricardo me dejó acercarme a la punta lustrosa y húmeda de su verga, suspiró resignado cuando la acogí entre mis labios— Esto no está bien — dijo con labios apretados sosteniendo su pene hinchado con una mano y deteniendo mi cabeza alejada con la otra.


Yo insistí en silencio tomándolo por sus afiladas caderas y atrayéndolo hacia mí sin dejar salir su glande rosado dentro de mi boca. Terminó cediendo lentamente, dejando que un poco más del tronco hinchado entrara en mi garganta.


Sentí sus manos dejar de poner fuerza para retirarme y si para traerme más a él, un respiro profundo me indicó que lo estaba haciendo bien, el resto fue más fácil, y pronto tenía la totalidad de su erección entrando y saliendo con un ritmo rápido y exigente. Lo sentí tensarse, sus piernas se pusieron rígidas y se paró sobre las puntas de sus pies. Sus manos tomaron mi cabeza mientras su cadera se empujaba con más fuerza sobre mi rostro.


Los pelos negros recortados e hirsutos de su pubis me arañaron la nariz y la dureza de su verga me indicó que estaba por venirse. Intensifiqué los movimientos de succión y mi lengua recorrió con prisa su húmeda piel.


Mis manos se aferraron a sus nalgas mojadas y resbaladizas, impulsándolo a venirse y el chorro caliente y abundante de su semen me llenó la boca. El sabor ácido y penetrante de su leche me animó a succionarlo hasta su último estremecimiento, hasta haberle sacado la última gota de la misma sustancia con que mi futuro sobrino se había formado. Lo ordeñé hasta dejarlo seco.


Mis manos entraron entre ambas nalgas para empujarlo a mí hasta su último disparo, pude palpar ese espacio cálido muy cerca de su ano contrayéndose una y otra vez, disminuyendo y agotándose como el semen expulsado de su miembro.


Separé mi boca de su pene que comenzaba a perder su dureza, nos quedamos mirando fijamente, le sonreí frunciendo los dientes con un gesto de “la cagamos de nuevo” intentamos sonreírnos, pero su mente estaba tan confundida que solo tomó su toalla y salió del baño sin decirme nada.


Se vistió como siempre para irse a trabajar y al despedirse hizo el intento de decirme algo y se arrepintió. Estaba por marcharse cuando se dio vuelta y me abrazó. Solo me apretó fuerte y muy, muy despacio, susurró en mi oído —esto no debe volver a ocurrir cuñado.


Esa noche lo esperé hasta muy tarde con la cena caliente y Ricardo no llegó. Pensé que a lo mejor había echado todo a perder por no haberme sabido contener y me sentí mal por él y por mi hermana.


A la mañana siguiente Ricardo estaba en la cama como siempre. Debía haber llegado tan tarde que ni siquiera me había dado cuenta. Cuando se levantó para bañarse, empecé a preparar el desayuno. No me atreví a meterme al baño nuevamente y lo esperé mejor en la cocina. Cuando salió a desayunar aún no se había vestido. Traía enrollada la toalla a la cintura y eso era algo que nunca hacía. Se sentó en una silla frente a la mesa y me miró.


Me quedé esperándote en el baño—me dijo con encogiendo los hombros con una mirada tan tierna que nunca había visto en él.


Yo lo miré con una fuerte mezcla de excitación y cariño. No dije nada más. Ricardo me miraba directo a los ojos invitándome a que me acercara. Caminé hacia él sin dejar de mirarlo. Sus largas piernas se fueron abriendo mientras me iba acercando. La toalla se corrió dejando ver sus muslos gruesos y lampiños todavía húmedos.


Me acerqué aún más y la toalla dejó asomar sus huevos redondos y suaves colgando entre sus piernas. Un paso más y el nacimiento del tronco de su pene estaba a la vista. Cuando me arrodillé entre sus piernas separadas para apartar la toalla, la verga entera estaba a mi disposición.


Esta vez no había prisa, ni culpa, ni espera. La verga de mi cuñado era mía, él era mío y me dediqué a adorarla. La olí con detenimiento, con esa mezcla de jabón y masculinidad llenando mi deseo. La lamí desde la deliciosa punta hasta el vaivén continuo de sus testículos.


Me los metí en la boca uno por uno, para terminar, haciendo sitio a los dos a la vez en mi golosa boca. Enrollé mi lengua bajo de sus huevos, y mojé con mi saliva los vellos suaves que bajaban de sus huevos hasta su culo.


Ricardo permaneció con los ojos cerrados. En la soleada mañana, mientras en el comedor me dejaba deleitar con la belleza de su cuerpo. Abstraído de todo, me dediqué a darle placer mientras con una mano me masturbaba suavemente, tratando de no romper aquel mágico momento.


Como la primera vez, el sabor de su semen me sumió en un absoluto placer que me hizo venirme al mismo tiempo que mi cuñado me llenaba la boca con su exquisita leche—¿Qué estamos haciendo? — me dijo sacudiendo su cabeza y llevándose el cabello hacia atrás con ambas manos.


Me levanté recargando fuerzas sobre sus enormes muslos, mis ojos no perdieron contacto con él en ningún segundo, me acerqué tanto a su rostro, su respiración se aceleró tanto, posó sus manos sobre mis caderas trayéndome entres sus piernas, acerqué mis labios a su oído y acabando con una lamida en su lóbulo le insinué que todo era su culpa— ¿Quién te mandó a estar tan bueno cuñado?


Lamí su cuello, olfateé su rico aroma a macho, mi nariz recorrió cerca de sus clavículas buscando ansiosamente uno de sus pezones para mostrarle la habilidad de mi lengua sobre su oscuro pezón; soltó un gemido, oprimí su pene contra mi pierna, dejé mi rostro y mis labios tan cerca de los de él esperando una respuesta mutua, me tomó fuerte de la nuca, roso sus labios con los míos para terminar con un abrazo recargando su barbilla sobre mi hombro, fracasando en el esperado beso.


Al acabar el rato promiscuo nos vestimos para nuestras actividades, y cuando ya se marchaba a trabajar me dijo que pasaría temprano por mí para ir a comer a casa de mi madre.


Ricardo disfrutó la comida y la compañía de su mujer, maravillado por los movimientos de su futuro hijo en el vientre de mi hermana. Se comportó normalmente con todos, como si nada hubiera pasado entre nosotros, y pronto nos marchamos.


Al salir de la casa, ya en el coche y rumbo a su apartamento donde me dejaría antes de irse a trabajar, Ricardo hablaba nerviosamente —¿Cómo viste a tu hermana, a poco no se le ve bien linda la panza donde está sobrino?


—la verdad es que poca atención pude prestarle con los pantalones tan ajustados que tienes—Se limpió el sudor, y rio nerviosamente acomodándose los pantalones de vestir color gris con los que se le marcaba enorme bulto y unas nalgas espectaculares.


—No tienes llenadora cuñado— se tocaba la entrepierna casi sin darse cuenta, no sé si era por nerviosismo, por incomodidad o simplemente quería tentarme a tocársela dentro de auto, no pude resistirme y posé mi mano sobre su gruesa pierna, deslizando suavemente sobre la tela hasta llegar al abultado pantalón tan ajustado de su parte.


Se le veía demasiado reprimido dentro de la ropa, tenía ganas de sacársela y hacer de las mías una vez más, pronto mis simultáneos movimientos y masajes pusieron duro su miembro, el bulto gordo se había endurecido, podía sentir su grosor pidiendo ser sacado de tan estrecha prisión.


Ricardo me dejó acariciarlo durante el trayecto hasta la casa, miraba como tragaba saliva e intentaba no desviar la mirada de frente, sosteniendo con ambas manos el volante—¿Quieres que lo saque verdad? — me dijo al ver mis intentos fallidos de desajustar su hebilla y de constante lucha con el tenso sierre.


Suspiró de no saber si hacerlo o no, en un alto alzo su cuerpo para desabrochar el cinturón y dejando el pantalón completamente abierto, mire acomodarse la verga de lado, a penas y cabía dentro del pantalón.


Estiré mi mano hasta tocar su duro miembro dentro de los bóxers de lycra azul, encontré la punta que ya goteaba, dejando el calzón con una mancha húmeda y viscosa, oprimí y tiré de arriba abajo su grueso tronco— no vayas a dejar de mirar el camino— le dije, pensando que podía distraerlo lo suficiente.


Asintió con la cabeza, yo seguí con lo mío, metí mi mano completa para sentir el calor de la piel de su moreno pene que pedía ser deslechado una vez más; dio un brinco mirando hacia arriba de inmediato su pene al ser liberado de la molesta tela, estaba tan húmeda que fue fácil masturbarlo, amaba sentir ese grosor entre mis dedos, y ese tejido tan delgado subir y bajar apenas cubriendo la enorme cabeza.


Sus latidos eran tan fuertes que podía sentir sus venas hincharse debajo de mi nudillo, su liquido pre seminal no dejaba de brotar del ojo de su pene, lubricando mis dedos y con ellos su verga; tomé una gota y la llevé a mi lengua y noté que eso le excitó aún más—¿te gusta mi verga?


—Me gusta tu verga, y tu leche también— le dije mientras seguía masturbándolo, cada vez Ricardo se destapaba más, y creo que ya sabía a qué se referían sus compañeros de la escuela al molestarlo con un chico de su salón que era gay.


Atando cabos entendí que tuvieron algo que ver en alguna borrachera, eso significaba que siempre había tenido este tipo de inclinaciones, cosa que agradecía o de lo contrario nunca hubiera pasado nada de lo que había ocurrido.


Pronto el camino se acabó y el seguía erecto, supongo que la concentración era complicada al conducir y ser masturbado—Diablos, creo que llegaré tarde por primera vez— dijo mientras e acomodaba la verga dentro del pantalón, cosa que le costó trabajo.


Se estacionó en su departamento y se bajó caminando incómodo por semejante dureza, apenas entramos al recibidor se tumbó a el sofá con los pantalones hasta abajo, tenía la verga apuntando a mi cara, no quería irse a trabajar sin ser atendido.


Hice mi trabajo de nuevo, cada vez me hacía más experto con su miembro, sabía los movimientos que lo ponían loco, las lamidas que lo llevaban al cielo, y los lugares clave donde colocar mi lengua para hacerlo gemir.


Estiraba las piernas y me oprimía la cabeza para que tragara más y más, no tardó mucho en emitir un gemido grave, viniendo con él una ola caliente de su semen dentro de mi boca, no podía explicarme como podía guardar tanta leche, esta vez casi me rebosa la boca, tanto que se me escurría de los labios parte de su espeso líquido blanco.


Tragué lo que ya tenía dentro de mi garganta, y mientras se recuperaba de la rica mamada se levantaba para acomodar su ropa de nuevo para poder ir a trabajar, no pude evitar ponerme de frente dispuesto a robarle ese beso tan esperado, lo miré a los ojos y acerqué mis labios lentamente a los suyos esperando algún tipo de rechazo, pero a cambio sus labios se abrieron a los míos para fundirnos en un beso tan desgarrador.


Sentía sus gruesos labios succionarlo los míos, y su lengua tan hábil saliendo y entrando dentro de boca, mi boca aún estaba impregnado de su semen, y mi barbilla, era demasiado excitante compartir un beso de leche.


Se separó y después de unos últimos besos de pico se terminó de vestir mientras yo seguía semi desnudo con la verga dura—Me tienes todo duro ¿Qué te ha parecido compartir tu leche en mis labios?


—Extraño, pero rico— cinchaba su cinturón mientras me miraba con malicia— creo que aún no has probado todo su potencial, quizá un día tengas la dicha— tomó sus llaves con presura y se despidió con un guiño.


—Quizá sea una noche perfecta como para experimentar todo lo que puede hacer— le dije respondiendo su guiño.


Esa noche lo esperé más ansioso que nunca, pero Ricardo llamó para decirme que llegaría tarde porque saldría a festejar con un amigo de su oficina. Desilusionado me acosté a dormir, no sin antes dedicarle una a mi querido cuñado.


Desperté en la madrugada al sentir unas manos recorriendo mi cuerpo. Era Ricardo, por supuesto, y venía algo borracho. Sin mayores caricias ni preámbulos trataba de bajarme los calzones de forma torpe y algo desesperada.


Alcé la cadera para que pudiera quitármelos sin problemas, y él casi me los arrancó de un tirón. Me quedé totalmente desnudo y a la expectativa. Era mi primera vez. Nunca había tenido sexo con nadie, ni hombre ni mujer, pero sabía perfectamente todo lo que necesitaba.


El deseo me sofocó y con angustiosa espera miré como Ricardo se desnudaba. Su verga estaba totalmente erecta, y más bella que nunca. Quise mamársela como lo había hecho esa mañana, pero Ricardo me apartó de un manotazo y sorprendido dejé que él me indicara lo que quería.


Ricardo me volteó boca abajo sin mayores explicaciones. Sus manos me acariciaron las nalgas, abriéndolas inmediatamente. Me sentí totalmente expuesto y vulnerable. Una sensación nueva para mí. Ricardo me untó crema en el ano y me montó con la misma fuerza y firmeza que lo haría con una mujer.


Yo no estaba preparado para él, y la penetración fue sorpresivamente dolorosa. Le rogué que se detuviera, que fuera tierno conmigo, porque nunca lo había hecho antes. Eso pareció disgustarle, porque en vez de detenerse me metió la verga que tanto admiraba hasta el fondo y sin piedad.


Me aferré a las sábanas, conteniendo el grito que quería escapar de mi garganta, pensando que yo había provocado tenerlo así y que esto aseguraba placer para mí y para él durante el futuro.


Su aliento cálido, pujando y resoplando sobre mi nuca me indicaba lo mucho que estaba disfrutando y traté de pasar por alto la sensación desgarradora que me partía el culo. Me cogió rápido y fuerte, descargando dentro de mí esa leche que ya había probado en mi boca, y sin siquiera darme las gracias me desmontó y se tiró a dormir despatarrado a mi lado.


Muchos sentimientos y sensaciones me rondaron en esos momentos. Me sentía herido por su falta de interés, por no haber ni siquiera hecho el intento para que yo también disfrutara, pero por otra parte sentía que era todo lo que podía darme y esperar de él, que ahora yo era suyo y que le pertenecía.


Me limpié en el baño y me recosté a mirarlo. Era bello y sentí adorarlo. Recorrí con mis manos su cuerpo desnudo y dormido, acunando suavemente su sexo ahora suave y no tan pequeño, lo lamí y descubrí la mezcla de su olor y el mío, y aunque él no se diera cuenta, me masturbé mientras lo olía y lamía su pene adormilado. Finalmente me acurruqué a su lado y me dormí también.


Me desperté antes que él, entré a ducharme, sentía aun dolor en mí ano por las duras embestidas que me había puesto mi cuñado en la noche anterior; salí en toalla y escuché ruido en la cocina, estaba un poco sensible esa mañana.


Ricardo se levantó con una fuerte resaca y un mal humor que yo no le conocía. Mientras se bañaba me llamó y fui corriendo al baño a ver qué quería. Lo encontré bajo la ducha, desnudo y bello. Solo me señaló su verga erecta y gorda—Atiéndela ¿eso querías no?


Me metí en la ducha a mamarle el pito mientras él se recostaba en la pared y disfrutaba de mi mamada. Me sentía demasiado utilizado y esa nueva actitud no me estaba encantando, era como si estuviera enojado conmigo.


Terminó en mi boca una vez más, me salí de la ducha y él se quedó recargado bajo el agua bañando su desnudo cuerpo; me sentía un poco indignado, esa noche no pensaba dormir en su cuarto, pensaba castigarlo por su trato tan áspero y lleno de indiferencia.


—Te veo en la noche— dijo despidiéndose.

Escuché la portezuela de auto cerrarse, la verdad no entendía su cambio de actitud, no se si aguantaría otra noche brusca.


CAPÍTULO 3

Había llegado la noche, aun me dolía un poco al caminar, siempre había preferido al Ricardo cariñoso, y no al sádico que casi me violó en las ocasiones anteriores.


Me recosté en la sala a mirar televisión cuando escuché el auto entrar, abrió la puerta y traía con él bolsas de cartón con hamburguesas dentro —¿ya has cenado? —preguntó; la verdad no tenía muchas ganas de tratar con él ni de comer, fui demasiado cortante, le dije que ya había comido algo y seguí mirando la tele.


Caminó a la cocina y dejó las bolsas en el comedor, mientras caminaba a su habitación se iba desabotonando la camisa, cerró la puerta del cuarto y al salir salió con un short corto de algodón color blanco, se le miraba tan sexy con su pausado caminar mientras revisaba el móvil.


Tomó una hamburguesa, le dio una mordida y aun con comida en la boca insistió por que tomara la otra, caminó descalzo hacia el refrigerador en busca de una cerveza, y trajo hasta el sofá la otra bolsa de comida junto con una cerveza para mí.


—¿Estás bien? — me preguntó haciéndose el desentendido, dejando su mano extendida con la botella, notó mi poco interés al levantarme y dirigirme a la habitación, diciéndole de manera amable que me iría a dormir ya.


Debí haberle golpeado en su ego, porque no se quedó tranquilo, noté su rostro desencajado y con facciones de culpabilidad; no conforme se levantó y entró a la habitación, yo estaba recostado de perfil dándole la espalda al lado de su cama.


—¿ya te has dormido? ¿podemos hablar? — dijo mientras me movía delicadamente con su enorme mano en la espalda, me giré mirándolo con suma seriedad dispuesto a escuchar lo que tenía que decir.


—Se por qué estás enojado, creo que te debo una explicación y una disculpa por lo de anoche, estaba demasiado ebrio y creo que en el fondo te eché toda la culpa al no poder digerir lo que ha ocurrido en estos últimos días— yo solo miraba a otro lado mientras escuchaba su grave voz con bastante sentimentalismo excusarse, con una disculpa demasiado sincera, hubo un buen rato de silencio, hasta que su brazo se posó en mi cadera.


Sentí su cuerpo traerse hasta mí, sus gruesos brazos me rodearon y acomodó su cara sobre mi hombro, su picuda barbilla me picó la piel, me miraba fijamente, cerró los ojos y me plantó un beso tan profundo, que no tuve manera de detenerlo, solo de continuarlo, respondiendo con la misma intensidad.


Comenzamos a girar en la cama, hasta que agitados quedé sobre su pecho recargado, su aroma era exquisito, me sentía tan protegido, no quería que esto parara jamás, estuvimos un buen rato así, mi sobaba la espalda, hasta que quedamos profundamente dormidos.


Entre sueños sentí sus dedos hurgando entre mis nalgas, y cuando me introdujo un par de dedos me desperté bruscamente. Ricardo me untó un poco de saliva mientras contorneaba mi aun lastimado ano, notó que me ardía un poco, y me preguntó si quería que se detuviera, yo solo le pedí que continuara.


Recargado bajo de mis nalgas sentía ese duro miembro una vez más haciendo su aparición, jugó con ella en mi hoyo, lubricando con saliva mezclada con sus gotas de precum, yo emitía pequeños gemidos cada vez que su lengua recorría mi garganta.


Su verga comenzó a hacer su labor una vez más, quería entrar con presura, pero le pedí que fuera lento y con cuidado, se levantó para ir por un tubo de lubricante en un cajón y empaño su verga haciendo más fácil su acceso.


La primera metida fue algo dolorosa, pero las caricias complementaban mucho el dolor que sentía, no tardé en acomodarme a su tamaño y comenzar a disfrutar de las entradas y salidas de tremendo animal.


Que diferente era tener sexo con el Ricardo cariñoso, que, con la bestia de la noche anterior, no dudo en ofrecerme ayuda con su mano; rodeó mi verga muy minúscula al lado de la suya y me masturbó al ritmo de la cogida que me estaba poniendo.


Esta vez quiso que me sentara sobre su verga, dándole la espalda. Yo lo complací, a pesar de que todavía me sentía un poco dolorido. Me unté un poco más del lubricante y me monté. Su verga rígida me penetró casi hasta la mitad, y el resto tuve que metérmelo con pequeños sentones hasta que pude tenerla por completo; juraría que en esa posición su verga medía más, pero la diferencia es que en ella podía controlar yo las emitidas y eso me permitía gozar más.


Mi cuñado me agarró por la cadera y me empaló sobre su pito duro y exigente, haciendo que brincara y rebotara sobre él, con sus piernas me impulsaba para caer de nuevo y volver a lanzarme, tenía una fuerza descomunal que me podías manejar más de lo que yo podía.


Sentándome sobre aquella vara de carne una y otra vez, hasta hacerlo suspirar de placer. Dijo que era una de las mejores cogidas de su vida, y ese fue el halago que me hizo perdonarlo por completo; mis constante movimientos hicieron estallar el gordo tronco de Rick en un disparo caliente dentro de mí, luego otro, y con mi orgasmo llegó para bañar sus piernas y algo de la sabana de la cama.


Me levanté con cuidado para limpiarnos, nos bañamos juntos una vez más, me permitió tocar su cuerpo con el jabón, recorriendo con mis dedos la espuma sobre su musculoso cuerpo, después de ello dormimos desnudos y agobiados de tan fructosa madrugada.


Por la mañana nos despertamos tarde y ya no hubo tiempo de hacer nada más, tendría que estar en casa de mis padres desde hace ya una hora, y después de vestirnos, salimos disparados hacía casa, en el camino platicábamos de cosas equis, por ratos me llevaba mi mano a su paquete, y eso me encantaba, pero no podíamos entrar calientes a casa de mis padres, y menos con la presencia de mi hermana.


Antes de bajarnos del auto, me susurró que moría de ganas por volver a hacer lo de la noche, yo solo le sonreí maliciosamente con coqueteo, y me bajé del vehículo volteando a verlo, incitándole a ver mi trasero que lo traía loco.


Mi madre servía la sopa y mi padre hablaba sobre algo que había escuchado en las noticias. Ricardo me hizo una seña mientras se disculpaba para pasar al baño, y no tuve más remedio que seguirlo disimuladamente.


En el baño se desabrochó los pantalones que resbalaron por sus largas piernas gruesas y lampiñas. Su pito colgante y erecto me esperaba ansioso, pues lo que no veían mientras comíamos y charlábamos, es que debajo de la mesa mi pie desnudo estaba acariciando y pellizcando el paquete de Ricardo, pude sentir con el dedo de mi pie como su verga palpitaba dentro de su apretada bermuda, cosa que no pudo aguantar más.


Me hinqué para chupárselo, pero mi cuñado me levantó y me recargó sobre el lavabo, abriéndome las nalgas para untarme el ano con saliva. Me la metió sin más demora, allí, en casa de mis padres, a escasos metros de su mujer y mi familia. Me sentí tan excitado de sentir una vez más su pene tan demandante de sexo.


Esta vez no hubo oportunidad de ir lento, su verga entró de golpe, no había de otra, pero yo estaba tan excitado que el dolor ya había pasado a segundo término, el placer al que me elevaba era tres veces mayor que cualquier cosa, el espejo se movía con cada embestida, y me miraba el hermoso reflejo de su morena piel sobre mi piel blanca.


Miraba esos ojos cerrados y ese rostro tan excitado, lo había vuelto adicto a mi culo, y era algo que no me molestaba, quería gemir, pero no podía, fue una escena casi en silencio, juntos alcanzamos el orgasmo rápidamente, él en mi culo y yo masturbándome sobre el blanco lavabo de mi madre. Salimos como si nada y comimos con mi familia igual que siempre.


Ricardo era un adicto al sexo y me imaginé que tarde o temprano la novedad de hacerlo conmigo se le pasaría, Pero me equivocaba, era incansable, y no me molestaba, tenía suficiente energía para aguantar su verga las veces que fueran necesarias dentro de mí.


Para mi sorpresa, la familia decidió que Laura y el bebé se quedarían unos días más en casa, para que mi madre pudiera ayudar a mi hermana con el recién nacido, faltaban pocos días para su nacimiento, y mi tiempo con Ricardo se agotaba como la arena en un reloj de arena, lento, pero el día llegaría.


Mientras platicaban de esto, Ricardo me miraba con una extraña mirada, y sin que nadie se diera cuenta se acarició el paquete justo donde yo pudiera verlo. No pude dejar de sentirme excitado, y supe que esos días, por pocos que fueran, serían muy bien aprovechados.


El bebé nació, un pequeño Ricardo, era un juguete nuevo, no quería moverse de ahí, Las dos primeras noches dormí solo, porque Ricardo acompañó a Laura en casa de mis padres, pero el llanto del bebé y las continuas levantadas en la madrugada para alimentarlo no le permitían a mi cuñado descansar, y su trabajo se estaba resintiendo.


Le explicó a mi hermana que necesitaba dormir bien y que mejor esperaría junto conmigo a que ella pudiera regresar. Y lo tuve de nuevo en casa.


Yo sabía que más que el desvelo, era las ganas de volver a cogerme, yo no me explicaba de dónde sacaba tanta energía. Su pene necesitaba poco tiempo para recuperarse y mi dolorido culo apenas se reponía de una cogida cuando ya me lo estaba abriendo de nuevo con renovadas energías.


A pesar de todo, siempre terminaba excitándome, y su verga seguía siendo fuente de inagotable placer para mí. Acomodaba mis piernas sobre sus hombros, abriéndome totalmente las nalgas para él y lo dejaba penetrarme.


Me apoyaba de la pared, de la cama, de la mesa del comedor, de la ducha, o de donde él quisiera, ofreciéndole mi culo y mi absoluta obediencia a sus necesidades. Le mamaba la polla, se la chupaba, se la acariciaba, se la paraba y se la exprimía siempre que me lo pedía, y me comía y bebía lo que esa verga producía.


Toda una semana a su completa disposición y satisfaciendo hasta su más mínimo deseo, pero para Ricardo eso no era suficiente, pero los días pasaron y ese reloj de arena comenzó a carecer de arena, se nos agotó el tiempo, mi hermana regresaría a casa el día siguiente y yo debía volver a mi habitación.


El sábado siguiente me dijo que iría a jugar tenis con mi papá y que lo esperara en casa. Cuando llegó, mi papá lo acompañaba. Me sentí raro por tener a mi padre en el apartamento, donde tantas veces Ricardo me había cogido y donde cada rincón parecía recordarme tantas cosas.


Nos sentamos los tres en la sala bebiendo cerveza y pronto Ricardo encontró la transmisión de un partido de tenis y mi padre y él se enfrascaron en el juego. Ya casi al mediodía mi padre se adormiló y Ricardo me hizo señas de que me quedara callado y no lo despertara.


Ricardo se levantó silenciosamente — ¿Sabías que no traiga calzones bajo la ropa de tenis? — me dijo quedamente.


Yo lo miré, negando con la cabeza, y muy despacio estiró el elástico de la ropa dejándome su verga dormida; vaya estrés de estar a un costado de mi padre dormido.


Traté de decirle a mi cuñado que se callara, que dejara de decirme esas cosas y que me sentía totalmente escandalizado de que me hablara así delante de mi progenitor. Ricardo puso su mano dentro de sus shorts, la sacó y la llevó a su nariz, olfateó fuerte y me sonrío indicándome que quería que se la oliera.


—Tú vas a hacer lo que yo te diga —me dijo en un susurro mientras me pellizcaba un pezón sobre la tela de mi camiseta —Quiero que te asomes entre mis piernas y me confirmes si de verdad no traigo calzones.


Aunque hice el intento de negarme terminé poniéndome de pie. Me hinqué entre las piernas abiertas y con cuidado de no despertar a mi padre me asomé bajo la pernera de su short. No vi nada, y Ricardo me indicó que levantara la tela. Tratando de no despertar a mi papá, le levanté la punta del short y efectivamente, Ricardo no llevaba calzones y pude ver un redondo y peludo huevo.


A pesar de no estar tranquilo, no pude dejar de excitarme. — Huélelo —me ordenó Ricardo —quiero que me digas como huelen mis huevos.

Obedecí. Me acerqué a su entrepierna y el olor de sudor y masculinidad me llenó las fosas nasales.


—Huele a hombre — le dije a Ricardo suavemente —Huele rico.

—Ahora lámelo —dijo simplemente.


No me creí capaz de atreverme, pero Ricardo se había sacado la verga de los pantalones y se masturbaba mientras me ordenaba que hiciera esas cosas.


El deseo me devoró. Saqué la lengua lentamente y con la mayor suavidad posible la pasé por la rugosa superficie del gordo testículo, tratando de no despertar a mi padre, porque si lo hiciera, no imaginaba cómo le explicaríamos Ricardo y yo lo que estábamos haciendo.


Su huevo se hinchó ligeramente bajo mis lamidas y cuando lo tuve totalmente mojado Ricardo me ordenó que hiciera lo mismo con el otro testículo. Mientras trataba de sacar el otro huevo por la otra pernera del pantalón, el pene resbaló sobre su pierna asomando de pronto. Voltee a ver a Ricardo y como me temía, me ordenó que lamiera la punta de esa verga que apenas asomaba.


El glande era grande y redondo, asomando totalmente fuera del prepucio. Mi papá suspiraba tranquilo en su sueño ajeno a todo. Tímidamente saqué la lengua, probando la piel cálida de la verga de Ricardo.


Sin pensarlo me metí el glande casi por completo en la boca, pero mi papá se removió en el sueño y tanto Ricardo como yo brincamos a nuestro sitio. Mientras mi papá terminaba de despertar Ricardo escondió la erección y yo traté de hacer como si buscaba algo en el piso, por muy estúpido que pareciera, no encontré una mejor excusa.


Al parecer mi papá no se había dado cuenta de nada, porque se puso de pie, nos dijo que ya era tarde y debía marcharse, porque ya Laura tenía todo preparado para regresar al apartamento ese mismo día y que nos esperaban para comer. Tanto Ricardo como yo estábamos muy calientes por lo que acabábamos de hacer y prometimos llegar temprano.


En cuanto mi papá salió del apartamento Ricardo se abrió la bragueta y liberó su verga morena y dura, manoseándosela mientras me arrastraba hasta el ventanal que daba a la calle y me empinaba para bajarme los pantalones y ropa interior de un solo tirón.


Para cuando mi papá bajó los dos pisos y apareció bajo nuestra vista, yo ya tenía la verga de mi cuñado profundamente enterrada en el culo y me sostenía en el cristal de sus firmes embestidas.


Ricardo tuvo todavía el descaro de despedirse de mi padre diciéndole adiós con la mano, mientras yo sonreía nerviosamente y saludaba también reteniendo un gemido.


Mi papá nos contestó el saludo sin imaginarse que bajo la parte de ventana que no podía ver, su yerno le estaba metiendo la reata a su hijo hasta los pelos y se lo cogía de la forma más animal que pueda imaginarse.


Después que terminó de cogerme, Ricardo se acostó satisfecho a dormir la siesta y yo me metí al baño, donde me masturbé pensando en la que podría ser la última vez.


Traté de evitarlo, pero la imagen de los huevos grandes y peludos, y el glande suave y carnoso de Ricardo me tenían tan caliente que apenas necesité menearme la verga un par de veces para largar un potente y abundante chorro de leche.


Cuando llegamos a casa de mis padres, más tarde, Laura y el bebé estaban listos para mudarse por fin a su casa. La comida fue estupenda y todos estábamos tan contentos que las horas pasaron y para cuando nos dimos cuenta ya era bastante tarde.


Se despidieron y le ayudé a Ricardo a subir todas las cosas en el coche, y como Laura no podía hacer esfuerzos, me fui con ellos para ayudarle también a bajarlas en su casa.


Cuando terminamos Ricardo se ofreció a llevarme de regreso, pero yo no quise. Sólo eran unas cuadras y el vecindario no era peligroso. Ya casi era medianoche, pero quería caminar y pensar en mis cosas tranquilamente.


En el camino rememoré todo lo que había hecho con Ricardo. Una fuerte oleada de sensaciones y sentimientos encontrados corrían por mi mente.


Cuando llegué a casa, ya todo estaba a oscuras. Supuse que mis padres ya se habían dormido, entré a mi solitaria habitación, me recosté en la cama mirando el techo, era tan extraño no tener el cuerpo de mi cuñado a un lado de mí para gastar mis ganas, pero sobre todo el remordimiento de saber que había un pacto entre los dos que habíamos hablado días antes.


Habíamos pactado que cuando Laura regresara con él, y yo a casa, el pasado quedaría olvidado, que nunca repetiríamos lo ocurrido, dejaríamos todo como una loca aventura en las memorias; ahí donde no pudieran lastimar a nadie.


Pasaron dos semanas y mis padres me dijeron que Laura vendría a casa con Ricardo y el bebé a comer, su llegada alegró la casa, no faltaron las miradas y las sonrisas discretas, pero el título de amante ya no me pertenecía, así que después de comer me retiré a mi habitación a jugar videojuegos.


Estaba muy entretenido cuando tocaron la puerta, era Ricardo, su porte tan sensual tras el marco de la puerta—¿Qué haces? — dijo mirándome con esa sonrisa tan linda que siempre deslumbraba en su rostro.


—¿Quieres jugar? — le dije enseñándole el control de la consola, respondió que sí, pasó a mi cuarto, cerró la puerta, se sentó muy cerca de mí, mi pierna rosaba la de él, giró la cara mirándome y concluyó—¿Listo para jugar otro round?

31.368 visualizaciones12 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

EL TRAILERO.

12 Comments


Julián Ortiz
Julián Ortiz
Mar 25, 2022

Excelente relato🔥🥵

Like

Herney Suarez
Oct 07, 2021

Me encanta cada relato de leo ❤❤❤❤❤

Like

Alexander Amaya
Alexander Amaya
Oct 07, 2021

lástima que no ponen la foto del cuñado rick y el vato que cuenta la historia


Like

Alexander Amaya
Alexander Amaya
Oct 07, 2021

vaya que me gustó el relato, no me la jalé ni nada, pero me resultó emocionante y muy increíble la historia, sinceramente, una de las mejores que he leído

Like

Alexander Amaya
Alexander Amaya
Oct 07, 2021

sin palabras jaja


Like
bottom of page