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Foto del escritorThe Bridge

EL NUEVO PROFESOR

Actualizado: 3 jul 2020



Era una tarde lluviosa, de esos días que las nubes no te dejan mirar el sol ni sentir algo de calor, no eran lluvias torrenciales, era como un lento y suave rocío; corría una vez más contra reloj, me había levantado tarde nuevamente como era mi costumbre. Nunca fui amigo de madrugar, creo que mi segundo nombre podría ser “retardo” era el típico chico que nunca llegaba temprano a ningún lugar. Corría con esos tenis blancos brincando charcos para alcanzar el bus e intentar llegar a media clase. Parecía siempre todo estar en mi contra para nunca llegar a tiempo. Bueno, aun que para ser directo la clase de ciencias sociales nunca fue una de mis favoritas; para comenzar la maestra que nos impartía la materia no tenia la mejor técnica de enseñanza; era un poco compleja para darse a entender; a parte era una mujer grande con formas muy antiguas y aburridas. Así que ese Martes no me importó tanto llegar unos cuantos minutos con retardo. Mi sorpresa fue encontrar el salón hecho un desmadre al momento de entrar. Todos estaban en su plan. Unos platicando con otros, otros sólo estaban mirando sus celulares, otros comiendo sobre sus sillas. Y yo desentendido pase a tomar mi lugar. —¿y ahora qué pasó?—le pregunté a uno de mis compañeros. —No sabemos. La maestra no asistió. Tenemos dos módulos libres; según averiguó la jefa de grupo más tarde la encargada de la división nos vendrá a monitorear. Solo nos pidió no hacer ruido por el resto de los salones que si están tomando clases. —¿Hiciste los ejercicios que marcó ayer? —¿No los hiciste? ¡Pinche Juanjo! Cópialo rápido que igual y nos sorprende la maestra con un simple retardo, ya vez que ella nunca falla a sus clases. Hice caso y comencé a copiar rápidamente los apuntes lo más rápido que pude; me concentré tanto que no me di cuenta cuando la tutora entró. —!Juanjo! ¿Podrías dejar de escribir y prestarme atención por cinco minutos? ¡Gracias! Miren, la Licenciada Martha Garcia dejará de impartirnos la materia de ciencias sociales debido a problemas personales. Es el motivo de su falta el día de hoy, pero ¡no canten victoria he! Que maestro nuevo ya tienen. El día de hoy no vendrá, pero en su siguiente clase no habrá tal dicha, así que espero se tomen el rato para repasar, hacer sus tareas y sobre todo ponerse al día, por qué les aseguro que es muy estricto. No se extendió más, nos pintó un panorama un poco hostil, pero sinceramente todos sentimos que estaba exagerando. Para la siguiente clase nuevamente iba retrasado. Llegué casi veinte minutos tarde, toqué la puerta un par de veces y pedí permiso para entrar, el maestro se miraba serio. Con su mano me indicó qué pasará a tomar asiento, todos en el salón me miraron con gracia ¡siempre llegaba tarde! Y les juro que no era intencional, no sé qué ocurría ¡jamás escuchaba la maldita alarma! 


Respiré, me acomodé en mi lugar, saqué mi libreta de apuntes, todo el salón estaba en completo silencio, todos escribían concentrados en hacer algún tipo de actividad de la que no estaba enterado. Mire a los costado y le pregunté a Lidia ¿que estaban haciendo? Susurró para explicarme. No entendí nada. Levanté la mirada para inspeccionar al profesor ¡no estaba nada mal! Calculo que tenía unos 34 años, era de muy buen ver, era corpulento, en extremo serio, era obvio que practicaba algún deporte; sus piernas eran impresionantes, sobre todo por el volumen de bulto que le impedía cerrar las piernas. 


La clase duró en silencio poco más de cuarenta minutos, yo ya me había aburrido de fingir que hacía algo en mi libreta. El profesor se puso de pie, comenzó a escribir en la pizarra ¡putas nalgas que se cargaba! Mientras escribía en él pintaron su cadera se movía lentamente de un lado a otro en esos pantalones de vestir color negro ¡robaron toda mi atención! Se dio la vuelta, pidió que todos dejaran sus libretas sobre el escritorio, todos regresaron en orden a su lugar y fue cuando comenzó a hablar. 

—Bueno, como mencioné antes de iniciar la clase mi nombre es Emilio Cárdenas, les impartiré la materia de ciencias sociales ¡esto para los que llegaron después de la hora! Les pido que traten de ser más puntuales, no suelo repetir las cosas dos veces. A mi no me interesa si no vinieron, si no escucharon, o si hubo algún percance; pónganse al día, entreguen a tiempo y no tendrán ningún problema conmigo. 


Fue un sermón de poco más de treinta minutos. Pero al acabar nos dejó retirarnos antes de tiempo; eso nos agradó a todos. Mientras todos iban abandonando el salón me acerqué a el; acomodaba sus cosas a su maletín.

—Hola maestro. Mi nombre es Juan José García. Quería pedirle si podía explicarme la actividad, llegué tarde y no comprendí lo que mis compañeros me explicaron. Por lo mismo no entregué la actividad.

—¿y qué hiciste todo este tiempo? Debiste acercarte a preguntar, o solo levantar la mano; Consecuencias de no ser puntual ¡hay que ajustar ese reloj! Es una actividad muy sencilla, por única ocasión puedes hacerla en este espacio de tiempo y llevármela en mi cubículo antes que te vayas ¡pero repito! Única ocasión. ¡Y por favor ¡trate de llegar más temprano! Que como dije hace un momento no suelo repetir las cosas. 

—Descuide profesor, prometo intentar llegar más temprano.

—¡Hágalo—el profesor se marchó. No pude dejar de mirar su culo perfecto menearse a la salida.


<<¿pero como rayos voy a llegar más temprano? Y para colmo las primeras clases eran con el ¡siente de la mañana! >> Me dije un poco nervioso. Tomé las cosas con tranquilidad, solo era cuestión de proponerme levantarme de pie; el profe estaba muy bueno como para quedar mal con el; creo que sería un buen motivo para intentar ser puntual. No quería estar en su lista negra.


Hice todo lo posible para no cometer nuevamente la falta de llegar tan tarde, activé mis alarmas, me dormí temprano, me repetí una y otra vez frente al espejo que debía despertar temprano, mi mente debía entender que por nada del mundo debía tener otro retardo en la clase de ciencias sociales.

—¡Buenos días maestro! ¿Puedo pasar?

—¿otra vez tarde garcia? Pasa. Solo te recuerdo que yo no repito las cosas dos veces, así que es mejor que hoy entregues la actividad antes de irme ¡por qué no habrá otra oportunidad como la anterior! 

En esta ocasión terminé la tarea en tiempo y forma; al menos en esa parte el maestro no podía quejarse, mis trabajos eran de calidad. Era bueno exponiendo, redactando, haciendo análisis y sobre todo participando en clase.


—¡Garcia ¿puedo robarte unos minutos?!—Me llamó el maestro mientras todos iban saliendo al descanso; me acerqué a él para descubrir lo que quería comunicarme. 

—Dígame, maestro.

—Mira, estuve revisando la lista de la profesora anterior, y descubrí que siempre has tenido la costumbre de llegar tarde. No me gustaría ser una de las razones por la que tu universidad se vea afectada. 

—¡Maestro vivo algo lejos de aquí! No es que no quiera llegar a tiempo, le juro que hago todo lo posible. 

—¡Dejémonos de excusas! Ya no es un niño para escudarse con ese tipo de cosas; limítese a llegar temprano y no tendremos ningún problema.

—Descuide maestro. Haré lo que en mis manos esté. 


Aun que para ser totalmente sinceros el sermón del profesor me estaba valiendo madres. Mis ojos se estaban dando un festín con sus suculentos brazos fornidos, y con ese bulto tan marcado; llevaba unos pantalones grises muy casuales; era un hombre verdaderamente atractivo, sabía como vestir cuidando verse elegante y juvenil. Los anteojos le daban el toque final, ese porte de intelectual y serio, combinado con esa mirada  tan retórica; esa  barba adornando su frágil boca carnosa. ¿Quien podía aguantar tanto tiempo sin mirar de más? 


Al paso de los meses el profesor bajó un poco la máscara de maestro estricto y se dejó abrir un poco con su alumnado; solía tomar los últimos treinta minutos de su clase para platicar un rato, intercambiar anécdotas, momentos, platicarnos un poco de su familia, de su rutina, sus pasatiempos y de todo lo contemporáneo que caía dentro de lo común. Se volvió en uno de los profesores más queridos de la universidad, pero mi salón era su consentido, eso nos había quedado claro.

Una de esos días mientras la clase concluía, se sentó en la orilla del escritorio para platicar con nosotros, las piernas y el bulto se le marcaba mucho en aquellos pantalones marrones. Entonces mi concentración fue interrumpida por una de las compañeras al preguntarle al profesor Emilio sobre el deporte. 


—Profesor ¿practica algún deporte? Lo digo por qué se le nota un cuerpo muy atlético. 

Y la chica no se equivocaba, a pesar de usar camisas holgadas era imposible disimular el buen cuerpo que se traía, dejaba mucho a la imaginación, la respuesta era obvia, las enormes pantorrillas enormes, el buen trasero que llenaba hasta los pantalones más bombachos, y esos brazos hablaban por sí solos.

—Practico natación como pasatiempo. También hago algo de pesas y flexiones en casa; con la agenda justa es un poco difícil incorporarse a un gimnasio o casarse con un deporte. De hecho en ocasiones uso las instalaciones de aquí para ahorrar tiempo. 

Ese día se duplicó mi morbo. Siempre me habían atraído los cuerpos de nadador; era el típico  que miraba la sección de clavados en las olimpiadas solo para ver esos cuerpos desnudos, los paquetes húmedos y esas caras bonitas de todas partes del mundo. Pero regresando al profesor:  Todo quedó hasta ahí, no hubo más, nunca humo más, siempre hubo un margen entre alumnos y maestro. Los martes y jueves siempre me quedaba a entrenar basquetbol con varios chicos del campus; estaba dentro de la selección de la universidad. Siempre fui un buen deportista, sobre todo en el baloncesto. Esa tarde acabamos algo tarde, y me retrasé un poco más al ir por mis cosas al locker, llevaba algunos minutos cruzar del área de deportes a la división donde tomaba clases; al regresar a las regaderas me llevé una grata sorpresa. —¡¿qué haces aquí a estas horas, Garcia?!  —Entreno baloncesto con varios alumnos. Estoy como seleccionado. ¡Que sorpresa verlo aquí!  El profesor estaba empapado, recién salía de la alberca. Portaba un bañador azul tipo trusa, las gotas le escurrían costa abajo, vaya que la ropa ocultaba más de lo que podías imaginar. Tenía un abdomen bien marcado, unos pectorales partidos, unas piernas voluminosas y esa mirada penetrante que no dejaba de intimidarme.  —Bueno, lo dejo seguir entrenando. Yo por mi parte debo ir a darme una ducha para luego ir a casa.  Mientras caminaba a las regaderas miraba sobre mi hombro el marcado caminar de los torneados glúteos del profesor Emilio. ¡Vaya que deseaba tener a ese hombre en mi cama! Escuché el agua romper, se había echado un clavado abriéndose camino con sus largos brazos entre el agua. Entré a los vestidores, me deshice de mi ropa quedando solamente en bóxers. Todos mis amigos ya se habían marchado. Tomé mi toalla y caminé hasta las regaderas, dejé caer el agua por todo mi cuerpo haciendo espuma con el jabón para asearme. Peine mi cabello hacia atrás con el agua; tenía tantas imágenes de Emilio que no pensaba desaprovechar todo ese material morboso. Tomé mi verga y comencé a tirar de ella, la llené de espuma para hacer más suaves los movimientos, llevé mis manos a mi culo y me fui introduciendo uno de mis dedos, podía imaginar y sentir a mi profesor. No tarde en correrme. Llené de semen la loza blanca frente a mi. No demoré tanto y salí de las regaderas para vestirme. —¿Sigues aquí Garcia?—¡Era nuevamente el profesor Emilio! Estaba abrochando sus pantalones, de haber llegado unos segundos antes hubiera visto un poco más de su cuerpo desnudo; pero también pensé que de esa manera él hubiera podido atraparme tocándome el culo.  —¡si! Se me ha hecho algo tarde. Así que ya tengo que irme o llegaré muy tarde a casa.  —¡Que raro que se te haya hecho tarde!—Dijo con sarcasmo—Bueno, debo ir por unos papeles a mi oficina, si me esperas podría alcanzarte, o al menos acercarte un poco a casa ¿que opinas?  —No, no. ¡Qué pena! ¿Como cree?  —Nada de eso. Espérame en el estacionamiento. Quiero ver qué tal lejos vives para conocer la razón por la que llegas tarde. Esa tarde nos conocimos un poco más; no quiso dejarme a mitad del camino. Comprendió lo lejos que vivía, entendió la razón por la que nunca llegaba a tiempo; desde esa vez no volvió a poner objeción con mis retardos. Pero lo mejor estaba por venir.  Había llegado el fin de semana, sábado para ser exacto, era el mes de septiembre, suelen haber muchas lluvias. El clima estaba perfecto como para salir por unas cervezas; había quedado con Carlos y Mariana, un par de amigos que eran novios, nos citamos en un bar en el centro de la ciudad, la ventaja de salir con ellos es que Carlos me regresaba a casa al terminar la fiesta, así que no me preocupaba por el trasporte. Llegué al bar. Por suerte la lluvia se apiadó de mi para llegar seco al lugar, tomé una mesa frente al escenario donde algunos cómicos locales daban su show, pedí una cerveza y mientras esperaba miraba mi celular.  —¡A ti te encuentro en todos lados! ¿Me estás siguiendo Garcia?—¡Era el profesor Emilio! —¡Hola maestro! Mire nada más donde vengo a encontrarlo; yo también pensaría que me está siguiendo... ¡o investigando!—Continúe la broma. Venía con un grupo de seis personas entre amigos y amigas, vaya alegría que me dio verlo, estaba tan guapo como siempre, era algo distinto mirarlo con playera; una roja pegada al cuerpo, traía tenis y jeans, se miraba cómodo, y sobre todo muy relajado. Platicamos un rato en lo que sus amigos se iban incorporando en una mesa; me platicó que todos los fines de semana salía con sus amigos y que ese bar en específico era uno de sus favoritos. Me invitó a su mesa pensando que venía solo, pero le platiqué que ya esperaba a un par de amigos. No me ocupó más y se retiró dándome unas palmadas en la espalda. Carlos y su novia ya habían tardado algo en llegar, así que les hice una llamada para meter presión. Ninguno respondió, pero al paso de unos veinte minutos apareció Carlos.  —¿Donde está Mariana? ¡Vaya que se han tardado! —No vendrá. Acabamos peleados. ¡Es muy difícil comprenderla!—Dijo mientras solicitaba algo de la carta—La lluvia me obligó a manejar algo lento ¡una disculpa por hacerte esperar tanto! El clima hoy está de locos. En el transcurso de la noche me platicó lo que había ocurrido con la novia. Bueno, ya de por si la chica era algo especial; anexo a eso le había bajado la regla, por lo que estaba insoportable, según mi acompañante. Compartimos varias cervezas, reímos mucho con el show de comedia, luego hubo un espacio de tiempo con música para bailar. Notaba a Carlos algo ausente. —¿Estás bien? Te noto un poco distraído. —Solo ando un poco triste y bajo de ánimos por lo ocurrido. —¿Por que no vas a arreglar las cosas con Marina? Si es por mi, no te detengas; puedo irme en taxi, pierde cuidado. —No podría dejarte aquí solo. Sería muy grosero de mi parte. —¡Nada de eso! De todos modos ya es tarde. Ve con ella; yo te busco después. Te avisaré cuando llegue a casa.  —¿No quieres que te lleve primero?  —¡No! La lluvia no está como para que cruces toda la ciudad. A parte tu mente está muy distraída como para manejar tanto. Ve con ella; arregla tus cosas.  No lo pensó ni dos veces y se levantó dejando la cuenta pagada; decidí permanecer unos minutos más mirando a la gente bailar. Ahí estaba mi profesor de sociales moviéndose al rededor de una de sus amigas. Bailaba muy bien ¿quien diría que se moviera tan sexy? ¡Todo un espectáculo para mis ojos! Esas piernas fornidas movían esa cadera de una manera sensual. ¡Suspiré! me sentía muy atraído por el. Fui a mear y al salir regresé a mi mesa para salir de ahí, estaba caminando a la salida cuando Emilio me detuvo con un fuerte apretón en el brazo.  —¿y tu a donde vas?—Su voz tan sensual y su tacto tenían toda la fuerza para detenerme.  —Ya iré a casa. Mis amigos se han marchado y me han dejado solo, así que pediré un taxi antes que la lluvia vuelva a caer. —¡Nada de eso! Ven a mi mesa. Te presentaré con mis amigos; les he platicado mucho de mi alumno favorito. ¿Que dices? —No maestro. ¡Qué pena! ¡En serio!  —A parte no dejaré que te vayas así. La lluvia está muy densa, y vives algo lejos. Yo te llevo al terminar. Déjame invitarte a una cerveza.  Después de insistir terminé aceptando. Caminamos hacia sus amigos y abrió un espacio para presentarme.  —¿Recuerdan que les hablé de mi alumno favorito?—Dijo levantando la voz tratando de ganarle al ruido del lugar. —¿el chico de los retardos?—Dijo la chica con la que estaba bailando.  —¡Ese mismo! Bueno, les presento a Juan José. Este muchacho es un crack con las materias ¡pero no hay fuerza humana ni divina que lo haga llegar temprano!  —¡No se de que hablas! Tu también llegas tarde a todos los compromisos—Dijo otro de sus amigos para dejarlo mal. —No les creas nada, solo son dramáticos—Dijo guiñándome el ojo. La presentación salió bien, me hicieron un lado junto a él, y mientras todos estaban en su rollo, él y yo aprovechamos seguir platicando.  Pasó poco más de una hora, el tiempo pasó volando mientras platicaba con el. Comenzaron a hacer cuentas, intercambiaban billetes, uno de ellos reunía la cantidad total, saqué mi billetera; no pensaba irme sin aportar algo. Ya me había bebido tres de sus cervezas, era lo justo. —No te atrevas a pagar un peso. Esta noche invito yo—Dijo el profesor. —¡Maestro! ¡Déjeme pagar mi parte! —No. y no insistas, yo te invité a la mesa, y yo me hago cargo. Así que guarda eso y por favor llámame Emilio—Me miró con sus ojos coqueteos, bueno, eso es lo que quise entender.  Se fueron levantando poco a poco, casi todos se fueron en pareja, menos uno de ellos que se fue solo; al final nos quedamos un rato más. Salimos al poco rato, después de que mi profesor fuera al baño; encendió un cigarrillo, me lo compartió para acabarlo juntos. Esperábamos que la lluvia cediera un poco para caminar hasta su auto.  —¿Tienes novia garcia?—Preguntó mientras expulsaba algo de humo.  —No prof... Emilio.  —¿Y a qué se debe eso? ¿No te gusta nadie del salón?  —Nadie logra llenar mis expectativas. Creo que soy muy selectivo. —Bueno. No es para menos, eres un chico muy apuesto; supongo que buscas lo mismo. ¡Y está cabrón llegarte a la talla! miro como muchas de tus compañeras te coquetean. —¡No me desean tanto como lo desean a usted!—Ambos reírnos y nuevamente me corrigió por llamarlo “usted”. Subimos a su vehículo. Pero el no estaba satisfecho con el bar. Me dijo que tenía ganas de seguir bebiendo; me platicó que tenía mucho que no se agarraba una buena peda. La propuesta estaba en la mesa <<Desde luego que aceptaba cualquier proposición viniendo de él>> así que nos desviamos para seguir la fiesta en su casa. Llegamos a una privada ¡no vivía nada mal! Se estacionó, bajamos, entramos y me pidió que esperara en la sala en lo que se ponía algo más cómodo.  Bajó con unos pantalones deportivos; unos de tela de algodón color gris; una tela muy delgada. Seguía con la playera roja, pero algo noté en su caminar ¡No traía bóxers! Eso pude deducir al ver lo libre que se movía su pene al caminar. Se me hizo agua la boca, se le notaba un buen pedazo dentro de los pans, intentaba no ser obvio, pero era imposible no ser morboso con toda esa actividad moviéndose entre sus piernas.  Preparó un par de vasos con ron y vino hasta la sala trayendo con el la botella, soda y hielos. Habiendo tanto espacio y tres sillones se sentó exactamente junto a mi. Eso me hizo ponerme muy nervioso, al grado de tartamudear y de temblar un poco. Seguimos platicando, al poco rato sentía que su tacto sobre mí era algo exagerado. Palpaba mi espalda de más, revolvía mi cabello, tocaba mi pierna muy cerca de la zona íntima; eso me hacía tragar saliva y ponerme un tanto ansioso.  —¿Estás bien Garcia? te noto un poco nervioso; si quieres puedo llevarte ya. —Estoy bien. Creo que es el ron, no suelo beberlo; pierda cuidado, me siento muy cómodo. Por cierto ¡qué bonita casa tiene!  —¡No es lo único que tengo bonito!—Dijo con sarcasmo. Pero luego corrigió la respuesta de doble sentido, explicándome cuales eran las otras cosas que tenía igual de bonitas: su habitación, su perro, el patio, su auto <<Pero yo sabía a la perfección que en realidad no estaba hablando de nada de eso>>  Hubo un momento en el que tocó mi cuello con movimientos muy relajantes. Cerré los ojos y me dejé llevar. Era muy bueno dando masajes, y mi entre pierna comenzó a sentir los estragos con una fuerte erección.  —¿Te gusta? —Preguntó muy cerca de mi oreja. —Mucho—Susurré.  —¿Quieres un masaje completo? Puedo dártelo en mi cuarto.  Eso me puso aún más nervioso, y le dije que si sin dudarlo <<Ya podía imaginarme el tipo de masaje que pensaba darme en su habitación>> caminamos hasta su cuarto, todo olía a el; su aroma minaba todo el lugar, y para mi nariz era afrodisiaco respirar su esencia. Me quedé quieto y él se puso frente a mi, nos quedamos mirando fijamente, mi respiración se aceleró tanto como mi corazón. El sonrió coquetamente, me tenía tras sus rejas, y no pensaba dejarme salir de ahí.  —¿Estás nervioso?—preguntó. —Un poco—Respondí, haciéndolo notar aún más. —Respira. Ahora mismo te quito lo tenso— Entonces sujetó mi verga; estaba muy erecto, era difícil disimularlo; era obvio que se había dado cuenta de lo duro que me había puesto—¡No nos hagamos tontos Juanjo! se lo mucho que te gusto. Se que observas mi paquete cuando doy clases; siempre abanico mis piernas, por qué se que te gusta observar—Dicho esto sujetó más mi pene y me clavó tremendo beso en los labios;  yo también era hábil con la boca y le demostré lo bien que besaba.  Sentí como en mi estómago se desataba una guerra de sentimientos detonando una bomba nuclear de deseo. Estaba teniendo el beso más apasionado que nunca tuve, sentía su lengua bailar con mi lengua dentro de mis labios, su mano no dejaba de menear mi pene; me atreví a llevar mi mano sobre sus pantalones deportivos, estaba tan duro como yo ¡semejante tamaño de verga! si a caso media un centímetro menos que el mío, definitivamente era más gruesa, tenía una cabeza gorda; me gustaba su tamaño; su prenda fue fácil de penetrar, introduje mi mano, tenía la polla muy caliente, estaba húmeda; tiré de ella, escuché su gemido; seguimos besándonos sin detenernos mientras su verga palpitaba en mi mano. Se detuvo solo para hablarme al oído. —Te dije que esta noche ¡yo te voy a relajar! Así que quítate toda la ropa y recuéstate sobre la cama.  Fui obediente y me quité toda la ropa, se sentó al borde de la cama para admirarme; primero me quité los tenis y los calcetines, me levanté la camisa hasta retirarla, abrí mis pantalones y me los bajé lentamente; me quedé mirándolo con una sonrisa maliciosa; me regresó la mirada. Seguí con mi acto. Me quité por completo los pantalones; sobé mi verga un poco sobre mis bóxers, mi erección marcaba un duro y gordo paquete a lo largo de mi pierna; me quité los bóxers lentamente hasta que mi verga dio un salto para quedar firme  frente a Emilio. Le gustaba lo que estaba observando. Se puso de pie, bajó la única prenda que separaba su miembro de mi, retiró su playera dejando ver esa musculatura que tanto deseé tener para mi solo; por fin era para mi. Me besó nuevamente, tocó mi verga como un juguete nuevo, me pidió que me recostara boca abajo, yo solo seguí sus indicaciones. Tenía el culo al aire; sentí el calor de su cuerpo rosar mi piel, untó sobre mi algo de aceite aromático; olía a vainilla y coco. Me pidió que respirara profundo, me relajé, sus manos me entorpecieron con esos movimientos tan perfectos; sus palmas recorrían mis piernas, manos, espalda y nuca; lo que más me gustaba era sentir ese duro miembro tocar mi piel, reposaba en distintas zonas, podía sentir su peso al golpear contra mi; el mejor masaje de mi vida.  —¿Te gusta? —preguntó acercando sus labios a mi oreja; lamió un poco del lóbulo, mordió despacio, acarició mi cuello con su boca, exhaló aire caliente sobre su paso; me tenía al límite. —Me encanta—Apenas pude responder. —Date la vuelta—Inmediatamente giré.  Se alejó caminando por la habitación, buscaba algo en los cajones de su closed. Regresó sosteniendo un maletín. —Estira las manos, hoy vas a dejar que yo sea tu maestro; pero en la cama. No te asustes, solo deja que tus sentidos te dejen explorar sensaciones que seguro jamás has sentido. Me amarró ambas manos en la cabecera de la cama; tenía un par de esposas. Trajo  igual un pañuelo negro,  me vendó los ojos. Mi corazón no dejaba de acelerarse; inmediatamente sentí la cama hundirse con su peso, sus labios comenzaron a besar los dedos de mis pies, lamía la planta, cada extremo hasta acabar chupando mi dedo gordo. Lo hizo en cada pie.  Fue subiendo poco a poco disfrutando de mis piernas, de mis ingles; dejando para ultimo mi verga. Brincó esa zona tan dura, besó mi ombligo, lamió los costados, se detuvo un rato en mis pezones; era muy bueno con la boca. Me retorcía de placer, besó mi cuello, me doblegaba con cada caricia, nuevamente sus labios me besaron. Sentí sus piernas incrustadas entre las mías, el peso de su cuerpo sobre mi abdomen, y lo ardiente de su piel quemando cada uno de mis poros.  —¿Estas listo? —Haz conmigo lo que quieras—Respondí. Sentí algo muy frío pasando sobre mi pectoral izquierdo, bajaba lento, su camino dejaba una sensación que me erizaba todo el cuerpo; se arrastró hasta la entrada de mi pelvis y luego el mismo camino fue recorrido por la caliente lengua de Emilio; repitió esto en varias líneas: de mis costillas a mis pezones, de mi cuello a mi ombligo, de mis muslos a mis pies, de mis testículos a la punta de mi miembro, pero el punto máximo de esa experiencia fue después de disolver una pastilla de menta dentro de su boca. Tras el húmedo camino del trozo hielo sobre mi piel, su lengua fría con el mentol explotaba mis más altos sentidos haciéndome brincar y retorcerme sobre la cama sin poder ver nada; gemía y gritaba de tanta excitación.  De nuevo escuché pasos en la habitación, me perturbaba no poder mirar, me llenaba de curiosidad saber que estaba ocurriendo. De nuevo la cama sostuvo su peso, sentí sus manos caminar suavemente sobre mi piel, estaba recostado con su cara al nivel de mi verga, sentí su olfato respirar entre mis testículos, lamió la punta de mi pene de la que no dejaba de brotar gota, tras gota de lubricante. Chupó hasta tragar toda, lo hizo una y otra vez, la jugó un poco con la mano y luego llegó la segunda fase de la experiencia. Sentí unas gotas calientes sobre mi, oprimí mis puños, esta ves si grité; sea lo que fiera ¡estaba hirviendo!  —¡Tranquilo! ¡relájate! Solo es cera.  ¡¿Pero qué demonios?! Estaba muy caliente, las primeras gotas no las disfruté. Nunca sabía en qué momento caerían; cuando pensabas que ya no habrían más, otras caían mientras mi concentración estaba ocupada el la rica mamada que me estaba dando; después de un rato la sensación fue placentera. Me agradó experimentar cada una de esas sensaciones en mi cuerpo.  De nuevo hubo un pequeño espacio de silencio, temía que las cosas subieran de nivel; aún que la verdad es que me excitaba mucho no poder mirar lo que estaba pasando a mi alrededor. Su cuerpo se subió sobre el mío, sus piernas estaban montados sobré mi pierna, sentía sus huevos calientes posando en mi muslo velludo, trataba de adivinar qué pasaba con los sonidos. Sentí algo de presión en mi verga, sus manos corriendo hacia abajo ¡me estaba colocando un condón. Empecé a entender los sonidos;  identifiqué el sonido del tubo de lubricante al expulsar el gel, sentí lo frío del producto recorrer toda mi verga con su mano, su cuerpo cayó sobre mi ombligo, e inmediatamente su mano comenzó a colocar mi miembro en la entrada de su culo. Se sentía muy cálido, subía y bajaba sin dejarme entrar en su ano, solo se estimulaba con los roces de mi duro pene restregado entre sus nalgas. Gemía un poco; eran sonidos muy masculinos, tomó con sus dedos mis pezones y los pellizcó suavemente, lentamente el peso de su cuerpo dejándose caer sobre mi hizo el trabajo de la penetración; escuchaba cómo gozaba la entrada de mis diecinueve centímetros, se impulsó hacia arriba, mi verga salió un poco, y nuevamente con fuerza se dejó caer, haciendo que mi miembro llegara mas profundo. Estuvo auto cogiéndose con mi verga durante un rato; estaba muy estrecho y apretado, se notaba que no era el típico hombre que se pasaba de cama en cama. ¡Vaya forma de mover las nalgas! ¿quien lo viera? ¡Tan varonil, tan macho! pero todo un semental en la cama. Me gustaba sentirme dominado, era algo que nunca había experimentado. Normalmente siempre llevo las riendas en la cama; cuando eres activo te acostumbras a tener la iniciativa al tener sexo, pero esta vez fue muy distinto; Emilio no sólo estaba siendo pasivo, también estaba usando mi miembro a su antojo; por si fuera poco, estaba llevando el ritmo a su forma, a su manera y a su gusto.  Me hizo sumiso de una manera emblemática ¡como nadie más puedo hacerlo! Después de un rato por fin me quitó la venda de los ojos; se miraba tan guapo con esa sonrisa conquistadora; su cuerpo desnudó era un manjar para mis ojos, me besó nuevamente sin dejar de mover su culo sobre mi erección.  —¿te está gustando? —¿Tu qué crees? —por tus gemidos diría que demasiado. Eres un buen alumno. —Y tu eres el mejor maestro. Si sigues así no voy a aguantar mucho ¡estoy aguantando todo lo que puedo! —¡Pues tienes muy buen aguante! Vente cuando quieras, estoy listo para recibir todo lo que llevas dentro de ese par de huevos enormes.  Bastó esa invitación para comenzar a lanzar mi leche dentro de él. Sentía como dentro del condón mi semen iba ocupando su lugar; aún cuando acabé no paro de moverse, por más que me retorcí por la sensibilidad post eyaculación, el no se detuvo hasta terminar. ¡Se vino a chorros! Había manchados la cabecera de su cama, fue como esquivar las balas de un arma de gotcha; lanzaba fuertes expulsiones de semen ¡Que forma de terminar! ¡La mejor cogida de mi puta vida! ¡Mi fetiche hecho realidad! ¡me cogí al maestro de sociales que todos querían tener en la cama! ¡Que suerte la mía!  Regresó para abrir las esposas. —Olvidé que estabas sujeto a la cama. ¿No te incomodó? —Volvería a incomodarme sin problemas para recibir más lecciones.  —Ya habrá tiempo para darte otra lección alumno.  Esa madrugada me regresó a casa. Dormí como todo un angelito; estaba exhausto, cansado y satisfecho ¿que más podía pedir?  Al vernos el lunes en clase me trató como un alumno más. Sabía que detrás de esa sonrisa escondía todos los recuerdos del fin de semana; no estaba seguro si ocurriría de nuevo, pero me bastaba saber que al menos había pasado una vez.  Pasó el tiempo. No sucedió nada nuevamente, no hubo insinuación por parte de ninguno de los dos. Por un rato nos olvidamos de lo ocurrido y todo siguió su rumbo con total normalidad. —¿Otra vez hasta tarde Garcia?  —¡Es típico de mi! ¿No maestro? Bueno, hasta esa vez que nuevamente nos encontramos hasta muy tarde en las regaderas de la escuela después de su hora de natación, y mi entrenamiento de baloncesto; no fue planeado, tampoco fue propósito; al menos no de mi parte.  Se acercó caminando solo con una toalla rodeando su cintura; misma que fue dejada en el camino de sus pasos lentos. Me giré para quedar frente a él, el agua caía sobre mi, entró al agua, sujetó mi verga, tomé la suya, ya estaba muy dura; probé nuevamente esos labios que no pensé volver a tener. Disfruté nuevamente de ese cuerpo que no dejaba de hacerme soñar. Pero esta vez fui yo quien le enseñó cómo coge un toro sin cuerdas ni ataduras; no era el  único que tenía trucos bajo la manga; esa vez me aseguré que no quisiera otra verga que no fuera la mía. Y vaya que lo conseguí.  Fin.


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EL TRAILERO.

11 commenti



Yesid  Giraldo
Yesid Giraldo
21 ott 2021

Que delicia un maestro así porque todos tienes esas historias Tan buenas y yo nunca tuve una así y feo no me considero Jajajajjajajaj

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Isaak B. Bran
Isaak B. Bran
30 mar 2021

Porque nunca ponen segundas partes??.

Relatos tan más deliciosos jajja

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Ders alexan_13
Ders alexan_13
20 gen 2021

Bello relato sin duda

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oscartu_uy
oscartu_uy
20 dic 2020

Esperamos una segunda... buen relato

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