Él era solo un niño para mi. Rodrigo tenía tan solo 19 años, yo recién cumplía los 39; cualquiera pensaría que se trataba de una aberración. Pero la atracción no respeta géneros, razas y mucho menos edades. Desde ese momento supe que el mayor pecado estaba tocando a mi puerta. El mismo demonio llevó la tentación hasta mi e forma de un adolescente muy simpático y atractivo. El único problema, es que se trataba del hijo de mi mejor amigo.
A Julián, su padre lo conocí cuando teníamos 17 años. Era del grupo de chicos que nos reuníamos a jugar baloncesto en el parque central de nuestra comunidad. Nos hicimos muy buenos amigos. Nos frecuentábamos demasiado. Pero a sus 20 años un embarazo no deseado hizo que todos sus planes cambiaran sus planes originales. Rodrigo fue el primero de tres hijos. Los miré crecer hasta que tuvieron que mudarse por cuestiones laborales. Julián y yo seguíamos en contacto vía telefónica, al menos cuando se podía. Nunca dejamos de ser tan buenos amigos.
Pasaron los años; siempre escuchaba de sus hijos, de sus esposa, de su trabajo, y todas esas platicas que se alargaban en llamadas cuando se podía. Entonces, llegó el día en que Julián me marcó para un favor muy especial. Después de platicar durante unos minutos noté un poco de ansiedad en las palabras de mi amigo, intentando decirme algo.
—El verdadero motivo de mi llamada es un gran favor que quiero pedirte. Rodrigo piensa estudiar la universidad en nuestra ciudad, y nosotros tenemos pensado volver hasta el próximo año. Así que necesitamos un tutor, y sobre todo un lugar donde él pueda llegar en lo que nosotros hacemos todos los movimientos necesarios para volver.
—¿En serio volverás a la ciudad?
Vaya que esa es una grata sorpresa.
—Tenemos esa idea desde el año pasado. Ahora que nuestro muchacho entrará a la universidad, nos gustaría que estudiara ahí para que se vaya adaptando. ¿Qué opinas?
—Pues primero que nada, sabes que siempre cuentas conmigo. Tengo un cuarto extra; así que puedes contar conmigo.
—¡Que mejor que mi mejor amigo como tutor de mi hijo! Lo platiqué con mi esposa, y me pareció una excelente idea.
Pasaron los meses como agua sobre las manos. Preparé la habitación de mi nuevo inquilino. Era un cuarto junto al mío, compartiríamos el baño de la planta alta. Equipe su habitación con todas las comodidades que supuse a un joven de su edad le gustaría tener. Sabía muy bien que sería como un tío para el. Y vaya que se me daba eso de ser consentidor.
Estuve una hora antes en el aéreo puerto para recibir al chico. Me compre un periódico para leer en la espera. Supuse que no me reconocería, así que llevé una hoja impresa con su nombre para que me identificara. Desde lejos pude identificar es mirada tan imperdible. Sus ojos eran idénticos a los de su padre, cargaba una maleta cruzada, y arrastraba una valija con su otra mano. Levantó su mano al leer su nombre. Sonrió con esos dientes tan perfectos; vaya que el niño era todo un adonis.
—Hola. ¿Es usted Erick?
—Así es. Bienvenido Rodrigo. Déjame ayudarte con tus maletas.
Caminamos hasta el auto. Él unos pasos delante de mi. Un chico muy platicado y agradable. Hicimos muy bien click desde el primer contacto. De inmediato supe que nos entenderíamos muy bien. En el trayecto le platiqué un poco sobre cómo nos conocimos su padre y yo. Me contó un poco de cómo vivían en las afueras de México, y mientras llegábamos a casa, pude conocer un poco más de ese chico tan guapo y atractivo.
Era muy maduro para tener solo 19 años. Tenía ya un plan de vida, metas muy claras. En un par de semanas sería su examen de ingreso a la universidad. Así que tenía en qué entretenerse. Llegamos a casa, bajamos su maleta, entramo a casa y le enseñé cada rincón de la casa. Le dije que se sintiera libre de time lo que necesitara. Subimos a su habitación, y quedó fascinado. No esperaba un cuarto tan equipado. Le expliqué donde estaba cada cosa y cada lugar; y también le comenté de mis horarios. Le di mi número de teléfono por cualquier cosa, e incluso le propuse mostrarme un poco de la ciudad en mis ratos libres.
Esa tarde salimos a comer a una plaza. De paso insistí en conocer un poco más de sus gustos y pasatiempos. Jugaba soccer << y vaya que pude notarlo en las piernas>> le gustaba leer y jugar video juegos. Era muy interactivo, eso me agradaba mucho de el. También noté que era en extremo observador. Al llegar a casa quise descansar un poco. Así que lo dejé solo en su habitación para que pudiera acomodarse. Pero cometí un ligero error. Ir a mear justo cuando se retiraba la camisa. El no se dio cuenta por qué pasé muy rápido. Pero bastaron esos segundos para notar el torso marcado con algunos tatuajes adornado tan linda figura. Y ni qué decir de sus piernas casi desnudas apenas cubiertas por un ajustado bóxer.
Sentí un calor que recorrió mi cuerpo. Sabía muy bien de mi bisexualidad. Pero nunca me había fijado en un adolescente 20 años menos que yo. No sé qué ocurrió, pero preferí borrar esa imagen de mi cabeza y fingir que nada ocurrió. Más que nada, por el respeto a quien se trataba. Al salir noté que estaba ya recostado en la cama cambiando los canales de la televisión.
—¿todo bien? Avísame si te hace falta algo.
—Demasiado bien, tío—Se sintió tan lindo que me dijera tío. Pero por otro lado no podía dejar de mirar esas piernas tan suculentas, entalladas por ese short ajustado que le marcaba un paquete de muy buen tamaño.
Entonces una batalla dentro de mí comenzó a suscitarse; era como si mi conciencia buena quisiera apartar mis ojos de tan suculento joven. Pero mi conciencia mala no podía dejar de ver con ojos de morbo a Rodrigo, y era una atracción muy fuerte la que estaba sintiendo. Tan fuerte como para poder despertar mi verga, con solo ver cómo entre sus muslos se pringan sus huevos al mover las piernas sobre la cama.
—¿quieres pasar? —me preguntó, al verme mudo y perdido en un pensamiento.
—No, no. Solo quería ver si te encontrabas cómodo. Aprovecharé para dormir un poco. Así podemos hacer algo en la noche por si gustas. Hoy estoy totalmente libre.
—Me parece muy bien. Ha hablado con papá. Esta muy feliz de que esté aquí contigo. Le conté de todas las atenciones, más tarde te marcará para agradecer.
—No tienes nada que agradecer. Tenerte aquí, es como tenerlo a él. Bueno, iré a descansar. Si necesitas algo puedes pasar a mi habitación con toda confianza.
Tuve que disimular para evitar que viera mi erección tras la tela tan delgada de mis shorts. Pero era inevitable tenerla así solo de recordarlo recostado ahí tumbado sin camisa, con esos pectorales tan tiernos y desnudos. Sus abdominales eran una invitación a bajar hasta ese ese paquete prometedor. <<¿En que estás pensando Erick?>> me dije una y otra vez. Pero la verdad es que esa tarde tuve que masturbarme recordando cada imagen grabada en mi mente. Prometí que después de esa chaqueta olvidaría por completo la estúpida idea que pasaba por mi mente.
Pero tal parecía que mientras más intentaba sacarlo de mi cabeza. Rodrigo más invitaciones le hacía a mi vista. Golpeó un par de veces mi puerta, me cubrí con la sabana <<estaba totalmente desnudó, y con la trusa llena de mecos, con dedicación especial para el>> le pedí que pasara. Entro apenas a unos pasos de la puerta. Vestía nada. Solo tenía una toalla que abrazaba su lampiño cuerpo, tragué algo de saliva, pregunté qué se le ofrecía. Solo necesitaba saber cómo regular el agua. Le expliqué y al salir, pude notar en la ranura de la toalla las bielas nalgas blancas y tersas que se cargaba mi nuevo inquilino.
Era como si me llovieran escenas a propósito, para no poder dejar de pensar en lo mucho que quería cogérmelo. Antes de bañarme, le marqué a su padre y estaba totalmente agradecido; platicamos como media hora. Lego me metí a la ducha y mientras me bañaba intentaba concentrarme en otra cosa que no fuera Rodrigo. Quería llevarlo a cenar a un buen lugar para seguir conociéndolo. Salí con una toalla rodeada en la cintura, escuché el ruido del televisor en su cuarto. La puerta estaba abierta, miré un poco a través de la puerta; apenas girando la cara, solo de reojo. Tenía unos bóxers ajustados, alavense a ver cómo se oprimía un poco los huevos. Mi respiración se agitó, pero mi morbo pudo más. Entré para decirle que se alistara, pero en realidad sólo quería ver más de cerca ese bulto tan incitador.
Salimos a cenar. La noche fue estupenda. El escogió cenar comida italiana, platicamos mucha más a profundidad sobre su vida personal. Le pregunté si tenía novia, si no le había afectado le cambio de ciudad. Me dijo que solo extrañaría mucho a sus amigos. En cuanto a novia, se encontraba soltero. Pero por lo que pude entender no sabía mucho de mujeres. Y me costaba entender por qué. Era demasiado guapo. Tenía unos ojos felinos que te robaban el aliento, una barbilla perfecta, unos labios carnosos, un cabello castaño claro, casi rubio al cruzar la luz; su sonrisa era demasiada coqueta. Y ni qué decir de su cuerpo; totalmente atlético. Vestía muy bien, olía bien. Era el chico de revista que cualquier adolescente quisiera tener.
Llegamos a casa y cada quien entró a su cuarto. Pasaron apenas unos minutos. Me encontraba sin playera, caminando solo con un bóxer holgado escorando algunas cosas en mi armario cuando él entró.
—Solo quería agradecerte una vez más por todas las atenciones y por la cena tío. Muchas gracias por hacerme sentir en casa. —Era una guerra de sentimientos dentro de mi. Me daba mucha ternura verlo, pero parecía que el cabrón se ponía ropa más sugestiva cada que lo miraba. Tenía unos bóxers grises que dibujaban a la perfección la silueta de un orne de unos 10 cm, dormida y acomodada a la derecha, y unos grandes huevos que podía imaginar en un tono claro como su piel. Sacudí un poco la cara para romper mi morbo. Le respondí que no tenía nada que agradecer, se sentó al borde de la cama unos minutos mientras veía qué ordenara mi ropa.
Se levantó, y caminó hacia mi buró de películas.
—¡tienes demasiadas películas!
—Si. Las colecciono. Sobre todo las de Marvel, series y terror—De reino no podía dejar de mirar su culo totalmente redondo y parado muy entallado en la tela gris.
—Deberíamos ver una juntos—Me dijo, con esa sonrisa tan pícara. Mi respuesta fue afirmativa.
—Claro, cuando quieras. Igual y puedes tomarlas para ver en tu cuarto.
—Sería más divertido verlas contigo—Sabia que era una pésima idea, sabiendo el morbo que me causaba. Pero acepté.
Esa misma noche planeamos ver una película juntos. Seleccionamos una, nos acomodamos en mi cama y nos tiramos a verla. Era una de terror, pero para mis ojos era más entretenido mirar de reojo cuando él se acomodaba los shorts, o cuando se oprimía el paquete. De repente hacíamos comentarios sobre lo que mirábamos. Estábamos como a media película cuando la edad y el cansancio comenzaron a hacer de las suyas. Entonces comencé a dormitar, quería mantener los ojos abiertos, pero por momento abría los ojos y había perdido el total seguimiento de la secuencia de la película que mirábamos.
No sé a qué hora acabó la película. Yo me quedé profundamente dormido. Ni siquiera me fijé a qué hora Rodrigo se pasó a su habitación. Lo que si recuerdo bien es que tuve un sueño húmedo con el muchacho. De esos sueños que parecen tan reales. Podía sentir sus labios sobre los míos, su boca lamiendo mis pezones, y sus manos recorriendo mis zonas íntimas. Estaba siendo un sueño muy intenso cuando algo me despertó.
Comencé a notar que el sueño está siendo ocasionado por las reacciones físicas del tacto que estaba recibiendo. Sentía como una mano intentaba introducirse dentro de mis shorts. Solía usar ropa un tanto ajustada de la cintura, lo que hacía que el elástico impidiera el fácil acceso. Mi verga estaba a todo lo que daba. Dura y gorda palpitando con ganas de ser liberada. Rodrigo estaba violando mi intimidad. Algo así como ser violado por el hijo de mi mejor amigo.
Sentí como su mano fría se introdujo para tomar mi polla. Rodeo con sus manos el tronco de mi miembro y comenzó a sobarlo suavemente. De inmediato mi verga respondió con varias palpitaciones. Ni siquiera podía controlarlas, podría sentir sus dedos jugando con las gotas de lubricante sobre mi glande. Mis 19 centímetros estaban totalmente activos. ¡No podía creer lo que estaba ocurriendo! Tuve que hacerme al dormido. No sabía qué reacción tendríamos al atraparlo tocándome.
Fingí roncar. Eso ayudaría a hacer más creíble mi papel. Noté que con eso tomó mucha más confianza. Así que comenzó a tirar mi ropa para liberar mi pedazo que pedía a gritos salir. Bajo mis shorts y mi trusa de un tirón. Sentí como mi verga salió disparada. Su mano la tomó y comenzó a masturbarla suavemente. Se sentía muy bien; sentía como de repente aceleraba el paso y luego se detenía. Oprimía fuerte para que mi verga expulsara unas gotas, y con ella lubricaba mi glande, esparciendo con sus dedos sobre la cabeza hinchada de mi verga.
Sentía como el prepucio cubría el cuerpo de mi miembro para luego ser descubierto hasta donde la piel permitía bajar, lo hacía una y otra vez. El muchacho sabía mover muy bien su mano. A pensar de querer detenerlo, mi lado sexual me impedía mover un solo músculo. Hundido en mi plan de recibir placer mientras me hacia al dormido, me impedía clavarle la verga tal y como quería. Pero se sentía demasiado bien ser masturbado por esa mano tan joven. Le faltaba experiencia, pero no lo hacía nada mal.
Por momentos tiraba mi ropa con fuerza hacia abajo para poder descubrí más la zona. Mi cuerpo pesado le impedía un poco. Sobre todo mis nalgas gruesas que complicaban su paso. No podía ayudarlo, se supone que dormía. Lo hizo hasta donde pudo, sentir sus manos explorar mis huevos; estaban suaves y mis testículos colgaban en s bolsas suaves. Era como un gato curioso. Tocaba cada rincón, lo palpaba y luego jugaba un poco.
Sentí como su lengua tocó la punta de mi glande mientras su mano sostenía mi pesado trozo de carne. Oprimió para que expulsara líquido, y esta vez fue su lengua la que esparció por toda la zona el lubricante viscoso. Fue como sentir el beso de un ángel sobre mi polla. Eran lamidas muy ingenuas. Algo me decía que era la primera verga que se llevaba a la boca.
Su boca comenzó a abarcar un poco más, pero el grosor de mi polla era un gran reto para esos labios perfectos. Su puño no dejaba de sacudir a un buen ritmo haciendo rebotar mis pelotas. Mi culo se contraía cada vez que su boca tragaba un poco más. Moría por despertar y enseñarle con un buen empujón hasta donde podía tragarse. Quería tomar de su nuca y empujarle mi verga una y otra vez hasta llenarlo de leche. Pero solo era un deseo hasta ese momento.
Decidí solo disfrutar la inexperiencia de sus manos y de sus labios. Tenía miedo de atemorizarlo o de romper la buena conexión que habíamos alcanzado. No quería momentos incómodos, ni mucho menos espantarlo y alejarlo de mi. Así que sin moverme y disfrutando lo poco o mucho que sabía hacer, dejé que experimentara sobre mi cuerpo. Ñ verdad es que no lo hacía nada mal, ni tragaba mucho, pero succionaba bien, chupaba mucho glande como si se tratara de un helado, lo lamía por los bordes y luego llegaba a la base para ver por mis huevos bien depilados. Lo chupaba, los mantenía en su boca, y luego soltaba uno para meterse el otro. Yo quería que bajara hastA el culo, pero era muy joven tal vez como para llegar hasta ese nivel.
Estuvo un rato así, luego sentí que la cama se hundió un poco. Mi verga seguía al aire. Su dureza pedía a gritos que siguiera con su actividad, no podía mirar lo que hacía. Hasta qué sentí el trozo caliente sobre mi mano. El muy ocioso colocó su verga sobre mi mano, la sujetó con la suya, y comenzó a darse auto placer con mi puño cerrado con ayuda de su mano. Tenía una verga delgada y larga. Eso es lo que podía imaginar. Tenía lo vellos puntiagudos, era evidente que se los recortaba, estaba circuncidado, y derramaba demasiado líquido. Sentía como mi mano se empapaba de ella hacía dos un deslizamiento muy cómodo. Por momentos mi mano caía y volvía a tomarlo para continuar. Estuvo así unos minutos, podía escuchar Chi se su respiración, podía sentir su cuerpo tan caliente topando mi piel. Casi podía imaginar su verga erecta en mi mente.
Pero para él no fue suficiente. Él quería experimentar más. No pensé que llegara a ser tan aventado como para intentar algo más atrevido. Prácticamente el hijo de mi mejor amigo me estaba violando. Solo técnicamente, por qué en realidad no estaba poniendo nada de objeción. Me gustaba sentir su verga en mis manos, moría por sujetarla y masturbarla con los ojos abiertos. Saber a qué olía, a qué sabía y cómo era me mataba del morbo.
Pero como dije, el muchacho no se limitó solo a eso. Pude sentir como se acomodó muy cerca de mi rostro, colocó su glande en la entrada de mi boca, olía muy bien, sentía como lubricaba mis labios con su joven lubricante. Ponía presión intentando meter su momento. Apenas y lograba abrir mis labios y rodar mis dientes. Quise ayudarlo un poco poniendo mi rada de lado y haciendo como si mi boca hubiera quedado abierta por el movimiento. Se quedó quieto unos segundos y luego comenzó a penetrar. Sentía como intentaba llevarla toda hasta donde pidiera. Tenía un buen tamaño; comenzó a moverse dentro de mi. Entraba y salía. No sabía bien qué hacer, pero al menos tenía la idea.
De haber podido le hubiera mamado la polla hasta verlo correr. Hubiera tenido la mejor corrida de su vida. Al menos la mejor hasta ese día. Después de cogerse mi boca regresó para chupar mi brega otro rato. Y se lo agradecí, por que mi verga estaba a punto de estallar. Siguió con el mismo juego, pero está vez estaba empeñado en verme correrme. Así que jalada tras jalada, logró hacerme venir a chorros. Pude sentir mi semen arrojarse con fuerza y a gran distancia. Seguro había manchado las sábanas. Tenía quedar así por un rato. Siempre fui muy higiénico. Pero no tuve ese problema. Pues Rodrigo me lamió hasta la ultima gota. Extrañó. Recuerdo bien que en mis inicios me daba algo de asco hacerlo.
Pensé que todo había terminado. Pero el niño quería también acabar. Y se dio el lujo de tomar mi mano para ayudarse. Sujetaba mi puño con su mano y se masturbaba con mi mano. No tardo en venirse. Sentía como me salpicaba en el abdomen. Debía saber tan rico lamer sus jugos. Escuche sus gemidos. Jadeaba con su corrida. Me limpio con lo que pienso fue su playera, y luego de subirme la ropa, escuché la puerta cerrase. Se había retirado.
Espere un momento a solas para esperar a que no regresara. A parte estaba totalmente cansado y atendido. Aun así me levanté para ponerme ropa más cómoda. Me recosté, crucé mis manos por detrás de mi nuca, y pensé un poco sobre lo ocurrido. Me sentía un poco culpable, y a la vez no, por qué no fui yo quien tomó la iniciativa. Sin embargo mil dudas cruzaban en mi cabeza <<¿por que lo hizo? ¿Sus papás sabían? ¿Entonces le gusté desde el inicio? ¿Por que no vi ningún indicio?>> mi cabeza estaba hecho un nudo, pero tampoco quise complicarme la existencia. Así que decidí dormir.
El día siguiente me levanté muy temprano para ir a trabajar. Supuse que el muchacho dormía, así que intenté no hacer tanto ruido. Me di una ducha, me miré al espejo, me puse una trusa negra y salí sin pensar que me toparía de frente con Rodrigo.
—Buenos días. ¿Como dormiste?—Pregunté haciéndome al desentendido.
—Muy bien. ¿Tu dormiste bien?—Preguntó. Noté algo de nervios en sus labios.
—Muy bien. Estaba tan cansado que ni cuenta me di cuando. E quedé dormido. Ni siquiera pude terminar de ver la película contigo.
—No estuvo tan buena como creí. Peor podemos ver otra cuando gustes—Dijo. Supuse que mi respuesta lo relajo.
Le dije que estaría bien. Los fines podíamos ver otra. Ya que igual tenía actividades durante el día.
—Se nota que vas al gym. Deberías llevarme ara ponerme en forma como tu—Dijo al notar que solo llevaba una trusa. Y la verdad es que tenía razón, me miraba muy bien. Me gustaba verme bien y vaya que invertía en mi físico. Tenía una barba muy alienada, un cabello bien recortado, me ponía tratamientos en la cara. Y ni qué decir de mi cuerpo. Bien estructurado, bien proporcionado, con alguno vellos entre los pectorales, en el ombligo y lo normal en las piernas. También tenía mis encantos. De hecho Rodrigo me recordaba mucho a mi yo joven.
Todo iba muy bien. Lo único malo es que el chico había despertado una parte de mí que no quería liberar. Ahora mis ojos sobre el, eran como dos flechas clavadas en las ganas de cogérmelo. Estaba cegado totalmente por el morbo. Y verlo y tenerlo tan cerca de mi, comenzaba a ser un verdadero reto luchando en contra de mis buenos principios. Todo el respeto estaba perdido, incluso el que tenía con mi mejor amigo. Y me constaba que no había sido yo quien lo había quebrantado. Así que ahora el muchachito me conocería. Y lo volvería todo un hombre.
Pasaron un par de semanas sin actividad como la de la noche anterior. Y no es que no quisiera, simplemente que mi rutina normal me absorbía mucho tiempo. Sin embargo la tentación estaba desatada dentro de la casa; y esta vez me refiero a que era yo el que alimentaba el morbo de los ojos de Rodrigo. Quería que la próxima vez que tuviéramos un encuentro fuera mucho más intenso, mucho más obvio, y desde luego el triple de excitante.
Llegaba aproximadamente entre siete y ocho de la noche después de trabajar. Rodrigo no era un joven que causara problemas. Era demasiado practico y sencillo. Todas las noches bajaba a saludarme al escuchar mi auto llegar, nos hacíamos de cenar y venimos en la sala algo de televisión mientras platicábamos. Era muy cómodo tener un rommie de su edad. Las cosas después de aquella noche no cambiaron. No hubo un trato extraño de ninguna de las partes. Al contrario, había un lazo de más confianza.
Bueno. Les contaba que comencé a lamentar el morbo de aquel muchacho curioso. Y vaya que esa noche había desatado mi lado más sexual. Trataba de obligar los momentos para que él me observaba en trusa, toalla, o a propósito algo desnudó. Dejaba la puerta de mi cuarto abierto al dormir, caminaba en la casa en ropa ajustada, salía de bañarme apenas cubierto por la el paño de tela semi húmeda.
Sabía perfectamente que le gustaba mirar. Tampoco se restringió a ser discreto. Siempre tenía su puerta entre abierta con dirección hacia mi paso. En ocasiones salió a saludarme a propósito solo para mirarme un poco más de cerca. Siempre había un pretexto nuevo para entras a mi habitación, o para toparnos en la cocina.
Incluso llegué a dejar mi ropa interior en el baño. Sabía que le llamaría la atención oler un poco para recordar el aroma de mi verga. Poco a poco seguía alimentando ese molde que quería ajustar exactamente a mis planes. La próxima vez que tuviera junto a mi cama al hijo de mi mejor amigo me aseguraría de hacerlo adicto a mi; de tenerlo exclusivamente para mi. Quizá debí sentirme algo culpable, pero recordé que quien comenzó el juego fue el. Así que la culpa era compartida.
Llegó el fin de semana. Los sábados solía hacer algo dinámico con el. Le enseñaba la ciudad, íbamos a algún club a cenar y tomar una cerveza. A veces al cine, a algún centro comercial. Llegué incluso a llevarlo con mis amigos. No quería excluirlo, y era demasiado sociable, así que se adaptaba con facilidad. Recuerdo el día que el alcohol deshizo ese lazo de respeto en un antro de la ciudad. Todos bailábamos en el centro de la pista en un espacio muy reducido, no importaba si bailabas con un amigo o una amiga, todos estábamos en el mismo lugar. El lugar era tan concurrido, el alcohol había rebasado los límites, la adrenalina, el sudor y la música. Fue una combinación de sensaciones y sentimientos que solo pudimos sentir los dos.
Tragué saliva al sentir su mirada fija a la mía. Era demasiado obvia. Estaba acompañada de esa sonrisa que perturbaba mis ganas de arrancarle un beso de esos labios perfectos. Sentí ese estúpido suspiro acompañado de el revoloteo dentro de mi estómago. Le regresé la sonrisa.Nuestros cuerpos estaban muy pegados, podía sentir su cuerpo irradiar ese calor que pedía a gritos arrancarle la ropa.
Entre él movimientos de la gente de al rededor, las manos danzando, los decibeles seduciendo nuestros oídos y esa magia que sabía que también él sentía. Nos rozamos un par de veces. Sentí como intencionalmente su mano posó muy cerca de mi entrepierna. Como su pechó se pegó tanto a mi para sentirlo. Mi corazón comenzó a acelerarse y mi nerviosísimo por qué alguien más mirara nuestro coqueteo se manifestó en dar un paso hacia atrás. El solo sonrió. Noté que en realidad a nadie le importaba lo que ocurría a su al rededor. Pero tampoco podía ser tan obvio.
Esa noche entendimos lo clavados que estábamos. Al menos sexualmente. Deseaba tanto cogerme a Rodrigo. Y sabía que el
Sentía exactamente lo mismo. Pedí un taxi para ir a casa, no solía conducir cuando bebía. No es que estuviéramos borrachos, pero prefería ser precavido. Ambos subimos en la parte de atrás de la unidad, habíamos bebido el mismo nivel de alcohol. Y por cómo lo vi, Rodrigo no era un novato con la cerveza.
Nos subimos al auto. Ambos estábamos exhaustos, teníamos ganas de llegar a casa ya. Teniendo todo el espacio de atrás nos sentamos muy juntos. Intercambiamos unas palabras. Le dije que estaba muy cansado. Posé mi cara sobre el cristal y cerré los ojos, no dormía, solo estaba cansado. Escuché a Rodrigo intercambiar unas palabras con el conductor. Ese chico tenía una facilidad para agradarle a todos. Platicaban de varias cosas, incluso el taxista notó por el timbre de voz de Ro que era de fuera. Hablaron de donde venía. Pero acompañado de todo eso, el muchacho posó su mano sobre mi muslo, y lo acompañó de suaves movimientos y apretones sobre mi gruesa pierna.
No era la mejor idea que se le pudo ocurrir, estábamos en un servicio público. Sobre todo cuando sus suaves movimientos comenzaron a ser un poco más arriba del tono cariñoso. Esa caricia comenzada a ser más un toqueteó con intención sexual. Su mano ya no se limitaba solo a acariciar, ahora llegaba con intensidad en mi zona íntima. Obviamente mi verga reacciono al cabo de los segundos, bastaron unos cuentos roces sobre la tela de mis jeans para estimular mi caliente pedazo de carne. El tamaño de mi verga hacía imposible disimular la erección. Y al paso de unos segundos, Rodrigo se encontraba sobando mi grueso amigo mientras él platicaba como si nada con el conductor.
Luego entendí que lo hizo exactamente para desviar la atención del taxista. El muchacho tenía mucha audacia para hacer eso. Y aun que por dentro mi razón me gritaba que lo detuviera, mi lado primitivo estaba deseoso de sentir más de lo que estaba haciéndome. Sentí su mano apretarme los huevos, recorrer cada centímetro entre mis piernas, oprimida fuerte con tal de que le respondiera con una palpitación agresiva. Sentía que rompería mi pantalón con tanta estimulación.
Luego su mano fue tratando de encontrar la manera de bajar el sierre. Estaba algo temeroso de ser atrapados, pero a la vez esa sensación de riesgo me ponía aún más caliente. Cuido no hacer ruido al bajar la bragueta. Metió a la mala su mano dentro y comenzó a oprimir mi miembro, buscaba la manera de sacarlo de su guarida. Y vaya que lo consiguió. Sacó mi verga, estás muy húmeda de la punta. La notaba más gruesa de lo normal mal, las venas parecían estar muy cargadas. Mi respiración estaba muy acelerada. Pero Rodrigo mantenía la calma.
Por un lado no dejaba de platicar con aquel señor. Pero tras del asiento del conductor, su mano no dejaba de masturbar mi verga. Su mano subía y bajaba, se detenía a recoger las gotas masivas que no dejaban de brotar. Aun faltaban unos minutos para llegar a casa. Él seguía con su juego; por momentos volteaba a mirarme y me sonreír. Era como hablar con la mente. Podía entender que me pedía discreción, A la vez esa sonrisa me seducía, y podía imaginármelo diciendo lo mucho que quería que me lo follara. Y vaya que al llegar a casa lo haría sin ningún remordimiento.
Llegamos al paso de 20 minutos. Tuve que aguantar con la verga de fuera por más de 10 minutos intentando no venirme. Unos minutos antes de bajar me acomodé la verga dentro, me cerré el pantalón, y me acomodé para que entendiera que casi llegábamos. Pagamos y bajamos a la casa. Aun podía sentir el alcohol haciendo de las suyas sobre mi. Entramos a casa, seguíamos fingiendo que nada pasó. Creo que ninguno de los dos sabía cómo dar el siguiente paso. Me dirigí a la cocina, bebí agua, le pregunté si quería una cerveza más. Dijo que si; parecía mi perro faldero, no dejaba de seguirme. Era como si quisiera que le lanzara un hueso. Y ese hueso lo tenía entre las piernas.
Abrí ambas cervezas, brindamos en la barra. Me senté sobre una silla giratoria, mis piernas estaban abiertas, el estaba parado muy cerca de mi. Literalmente lo estaba invitando a acercarse. Le pedí que se acercara. Le pregunté ¿por que había hecho lo que hizo en el taxi?
—¿No te gustó?—Respondió con gran habilidad para voltearme la cuestión.
—¿No se notó cuánto me gustó? —Respondí, a lo que él se acercó más a mi, queda do exactamente entre mis piernas, a altura de mi torso, con su rostro muy cerca del mío. Una mirada estallando en coquetería, su respiración estaba a mil por hora. Posé mi mano sobre su pecho, sentí su corazón a punto de estallar. Le dije que no estuviera nervioso. Sonrió un poco, y fue entonces cuando le planté tremendo beso que deseaba locamente en robarlo. Tenía unos labios tan suaves, no sé de donde habrá aprendido a besar, pero lo hacía muy rico. Sus labios hacían buen juego con los míos. Fue un beso tan apasionado, que por un momento olvidé que se trataba del hijo de mi amigo.
Mi lengua dentro de su boca le enseñaba de qué manera moverla. A pesar de ser bueno, no dejaba de ser un novato, habían muchas cosas que no sabía. La paciencia por ejemplo. Su mano fue directo a mi bulto, lo detuve con mi mano, de sus nalgas lo traje más cerca de mi, y continué con ese beso que pronto recorrió su cuello. Vaya que se retorció cuando mi lengua camino sobre su cuello, estimule sus orejas, busqué de nuevo su boca. Mis manos estaban sobre su cadera trayéndolo una y otra vez frente de mi. Su paquete chocaba con el mío. Podía sentir como su verga colisionabas con la mía. Pero en está ocasión era yo quien llevaba el ritmo. Y cómo lo mencioné, lo haría adicto a mi.
—Entonces ¿sigues dudando que me haya gustado?—Pregunté después de una mordida sobre los labios. Mi susurro trataba de seducirlo aún más. Llevó su mano a mi verga que estaba tan gruesa y dura, y me respondió susurrándome al oído.
—Si a ti no te gustó. Estoy seguro que a esta sí le encantó. Por qué no ha dejado de derramare lágrimas desde el momento en que le di el primer beso—Dijo haciendo referencia a la noche en que me tocó.
—¿Entonces sabías que estaba despierto?
—No soy tan ingenuo. Nadie coopera tanto, ni se le pone de esa manera, al menos que le guste.
—¿y tu como sabes eso?
—Simple lógica.
Mi verga no dejaba de darle fuertes palpitaciones una y otra vez sobre su constante estímulo. Me encantaba sentir su mano sobre mi miembro, pero era hora de que ahora él conociera mis dotes. Así que le pedí que me acompañara a la habitación.
Caminamos sin romper ese apasionado beso. Pude sentirme con en esas películas en las que caminan por los pasillos, chocando entre paredes, desesperados por entrar, sin cuidado, dejando un tiradero de las cosas en las que tropiezas. Me sentí nuevamente como un adolescente, sentía esa adrenalina que sientes en el primer beso, ese cosquilleo que invade cada milímetro dentro de ti. Sentía como la electricidad de sus labio pasaban por los míos, detonando un sinfín de sentimientos agudos, acompañados de reacciones físicas.
Para cuando llegamos a la cama ninguno de los dos portaba su camisa. Ni siquiera sé en qué parte de la casa quedaron. Lo lancé a la cama. Cayó de espalda. Admiré su belleza, su juventud, su sensualidad. Tenía ganas de hacerle todo. Me desabroché lento el pantalón, quería que me admirara. Que disfrutará de ese pequeño momento sin títulos. Teníamos al alcohol de pretexto. Así que el respeto fue una palabra que pensábamos devaluar en el próximo acto.
Se quitó el pantalón. Le ayude a retirárselo de los talones. Ambos quedamos en bóxer. Me introduje entre sus piernas, sentía el airé giro del aire acondicionado al rededor. Pero nuestros cuerpos hervían como brazas. Sentí sus muslos abrirse para darme paso entre el. Mi erección hizo contacto con la de el. Me incliné para béselo nuevamente. Mi boca caminaba de sus labios a sus orejas, de sus lóbulos a la garganta, del cuello a los pezones y volvía al punto inicial. En ningún momento mi pelvis dejó de moverse entre sus piernas. Fue una estimulación constante. Quería invadir todos sus rincones.
Notaba su escasa experiencia, pero era tierno mirarlo retorcerse cuando mi lengua recorría su piel. Corrugaba las sábanas con sus puños, respiraba muy profundo, gemía un poco al exhalar. Sobre todo cuando lamía sus pezones. Y eso que ni siquiera había comenzado.
Baje por su ombligo. Beso a beso, usando mi lengua como lápiz. Sabía que están dibujando sobre el mi nombre. Quizá la primera persona que estaba tocando sus espacios íntimos. Llegué a su bóxer. Tenía una larga erección. Su verga no disimulaba su tamaño, era larga como imaginé. No era gorda, era de un grosor muy estándar. Posé mi lengua, y recorrí sobre la tela todo ese pedazo sobre relieve. Lo mordí un poco ocultando mis dientes con mis labios. De inmediato sentí su respuestas con una pronunciada pulsación.
Mordí el pliegue de ropa, y tire del elástico hasta que la cabeza de su pene apareció. Dejé la ropa a medio cubrir, quería disfrutarlo centímetro a centímetro. Lamí la cabeza roja que estaba a punto de estallar. Estaba muy mojado. La chupe en la punta, y luego me leve un poco más a la boca, con mi movimientos fui sacando todo su miembro hasta que lo descubrí en su totalidad. Medía unos 18 centímetros, le retire el resto del calzón sin dejar de chupar. Miraba cómo clavaba sus uñas en la cama. Me miraba atento; Clavé mis ojos en su mirada mientras succionaba; sabía que lo estaba disfrutando.
Estaba saboreando su rico y joven pene. Podía sentir ese hedor tan sexual invadiendo mi olfato. Me tragué su verga completa mientras con mis manos estimulaba sus testículos. Luego bajé lentamente para tener un encuentro con sus huevos. Estaban rasurados, suaves y grandes. Los succionaba, los lamía y hundía mi nariz entre ellos. Incrusté mi lengua entre ellos y fui bajando lentamente hasta estar muy cerca de su culo. Escuché su gemido, y con su mano me sujetó fuerte la mano con la que lo masturbaba.
—¡Para, para! O me vendré— me dijo. Por un momento olvidé que estaba con un chico muy joven.
Solté su verga, y le dije que no sé preocupara. Tenía que ser menos intenso si no quería que todo acabara tan rápido. Seguí con la mamada de culo. Cada vez sus gemidos eran más intensos, y eso me excitaba aún más. Tenía un año rosado, lampiño y estrecho, jugué un poco con el, mi dedo comenzó a estimularlo al rededor, y luego puse algo de presión para que entrara. Fue cuestión de unos minutos para que pudiera entrar por completo. Cada vez que que salía, entraba un poco más rápido. Luego de un rato pude meter dos dedos. Creo que ni se dio cuenta, para eso ya estaba muy dilatado.
Regresé a mi posición de inicial. Mis puertas entraron entre las suyas. Los cuerpos estaban a punto de estallar.
—¿te gustó?—pregunté mientras me inclinaba a besarlo otro poco más.
—Demasiado—Dijo un poco agitado.
—¿Estás listo para que te haga hombre?
Sonrió, y con la cabeza asintió. Pregunto si le dolería. Fui sincero, le dije que un poco en la entrada, pero que luego le gustaría mucho. Pensaba hacerlo lento y delicado para no lastimarlo. También le comenté que si le dolía, no dudara en decirme que saliera. Mi verga ya estaba más que lista para entrar. Las venas de su cuerpo estaban a estallar, el glande parecía una bala gorda puntando a su entrada estrecha. Mi pelvis comenzó a moverse de adelante hacia atrás para estimular la zona del muchacho; y mientras ello, le di otro beso tan apasionado, que hiciera que olvidara junto a mi, el mundo entero al menos por un ratito.
Mientras intentaba entrar en el, miraba sus expresiones frente de mi. Trataba de no romper ese contando tan expresivo con sus ojos. Los gestos que proyectaba sólo lograban ponerme aún más caliente de lo que estaba. Pero a la vez despertaba en mi un extraño sentimientos. Era como si mis labios me rogaran besarlo nuevamente. Algunas gotas de mi sudor rompían contra su pecho, derramándose de mi frente a mi barbilla, para luego caer sobre el. Estábamos hundidos en una magia sexual y espiritual que jamás había sentido con nadie más.
Fui deslizando mi cadera para entrar en el. Mis nalgas se contraían cada vez qué onda presión sobre su ano. Miré su rostro fruncido cuando por fin logré entrar un poco. Me detuve para darle un poco de tiempo a que se adaptara y el dolor pasara. Le pregunté si le dolía, y me dijo que si, pero que estaba bien. Le estaba gustando. Así que con más confianza me introduje otro poco; le robaba besos mientras iba llevando mi verga hasta el fondo. Quería que olvidara un poco el dolor hasta que pudiera disfrutar la penetración.
Moría al ver su rostro expresando esos estragos de estar dentro. Derramaba sufrimiento acompañado de placer. Fui moviendo lento dentro de él. Mi polla salía hasta la mitad, y luego entraba nuevamente lento hasta el fondo. Lento iba aumentando la intensidad hasta que por fin pude mantener un va y ven constante a un ritmo considerable. Me recosté sobre él hasta alcanzar sus labios. Me abrazó la cadera con sus piernas y sus manos se incrustaron en mi espalda. Gemía con cada metida. Sentía como si verga dura brincaba entre mi abdomen y el de él.
—¿Estas bien?—Pregunté mientras me detenía un poco.
—No te detengas—Respondió entre sus respiraciones agitadas. Sabía que lo estaba haciendo tocar el cielo. Podía mirar en un espejo a un costado como mis nalgas duras y redondas de movían coordinados y sensualmente al entrar una y otra vez en el. Me separé de él para masturbarlo mientras se la metía. Me dijo de nuevo que si seguía así no tardaría mucho en correrse. Le respondí que no me importaba, quería verlo estallar cuando él sintiera que ya no podía. Solo le pedí que me avisara, y así fue como lo hizo.
Salí de él y comencé a masturbarlo recostado entre sus piernas. Mi lengua lamía la línea por en medio de sus testículos mientras mi mano agitaba su largo pene. Contraía los músculos de su abdomen una y otra vez, miraba cómo sus abdominales se marcaban en su vientre lampiño. En mis manos pude sentir como su verga se ponía aun más dura por la presión. Casi de un grito me dijo que ya se correría.
Llevé de inmediato mi boca hasta la punta de su pene. Apenas pude llegar cuando comenzó a lanzar chorros de leche. Me manchó la quijada, sentía como el espeso líquido blanco caía de cerca de mi boca hasta mi barbilla. Succionaba el resto su eyaculación hasta tragarla toda. Fue apagándose, hasta que por fin vació todo lo que llevaba lento.
Seguí chupando a pesar que intentaba quitarme. Su verga estaba muy sensible. Así que lo dejé descansar. Me monté sobre de él. Mis nalgas quedaron entre su verga y abdomen. Comencé a jalármela sobre de él. Tocaba mis piernas semi velludas de arriba a abajo. Le gustaba mirar cómo me masturbaba. No tarde tanto cuando comencé a venirme sobre de él. Lo dejé bañado en blanco, sujetó mi verja en las últimos lechazos. Recogió un poco de mi semen y lo llevo a su lengua por curiosidad. No le pareció desagradable. Así que con mis dedos recogí un poco de su pecho e hice que chupara mis dedos hasta dejarlos limpios.
Nos levantamos con mucho cuidado. Fuimos a la regadera y nos bañamos mutuamente. Nos ayudamos a tallarnos, me encantaba ver esas nalgas de futbolista tan suaves, levantadas y lampiñas. Él jugaba con mi verga flácida, me la oprimía y me robaba besos constantemente. Sentía esa necesidad de abrazarlo y protegerlo. Disfruté mucho de esa primera vez. No sabía si le había robado la virginidad, pero suponía que si. Al menos en la penetración.
Después de esa vez, las cosas cambiaron y dieron un giro de 360 grados. Los secretos habían perdido su título delante de los dos. Aun así no dejaba de ser el favor de uno de mis mejores amigos, y tampoco dejaba de ser hijo. Creo que era lo que más me causaba conflicto. Pero todo se olvidaba cuando lo volvía a mirar. Tan lindo, tan guapo y tan sexy. Era un chico muy guapo, demasiado llamativo para cualquier. No sé qué comenzó a pasar, pero después de haber tenido
Sexo, comenzamos a tratarnos más como amantes.
Me recibía con un beso, me buscaba en mi habitación para recostarse sobre mi. Mirábamos película juntos y cuando nos dimos cuanta, estábamos demasiado enganchados el uno con el otro. Mis ojos dejaron de verlo como un inquilino. Teníamos sexo frecuente. Demasiado sexo. Pero ya no era simple sexo, Javi algo más, creo que "amor" le llaman. Me costaba mucho digerirlo, pero creo que se trataba de ello. Me emocionaba de más al mirarlo. Me gustaba sentir su calor. Entonces después de unos meses viviendo en una nube. Su padre nos informó que llegarían en muy poco tiempo. Entonces sabía que era cuestión de tiempo para ponerle punto final a esa ilusión.
Los padres de Rodrigo llegarían en cosa de un mes si a caso. Las llamadas con su padre comenzaron a ser más frecuentes.
Tanto con el cómo conmigo. Querían tener todo listo para cuando llegaran, así que tuve que ayudarles para visitar la inmobiliaria y ver la casa que querían comprar. Les ayudé a seleccionar la zona, el modelo, y varias cosas más. El fin de semana vendría Julián de visita para ver personalmente el resto de los detalles, y era algo que nos tenía un poco nerviosos. No por qué viniera, si no por qué no sabíamos hacia donde iría todo.
Comenzamos a aprovechar el tiempo lo más que fuera posible. Todos los días dormíamos juntos. Comencé a adorar sentir su cuerpo abrazado del mío. No podía faltar el buen sexo. Ese muchacho se había adaptado increíblemente a mi y a mis necesidades. Comencé a olvidar lo novato que era con la buena iniciativa que tenía en la cama. Su boca, sus manos, sus dedos y su lengua. Todo era perfecto; se movía increíble; pero a todo eso, creo que lo que más me fascinaba era ese sentimiento que estaba teniendo por el.
Nunca me había fijado de esa manera en un joven de su edad. Creo que la simple idea de tener a alguien 20 años menor que yo me aterrorizaba. Pero de dentro de todo ese miedo, cabía perfectamente la posibilidad de que ocurriera algo más. Aposté a ese bajo porcentaje que decía que nada de eso resultaría. Y fue la primera ocasión, en la que me dejé guiar más por mis sentimientos, que por mi lógica. Pero a pesar de que todo parecía ir demasiado bien, del otro lado de esa aventura, tenía al padre de Rodrigo. Un amigo que jamás perdonaría haberme cogido a su hijo. ¿Como le explicas a tu mejor amigo que estás enamorado de su primogénito? Aún más complicado. ¿Como le explicas que tuvieron sexo? Era una falta grande. Había mucho en juego. Vivir en la misma ciudad nos limitaba a exponernos o a seguir con eso que teníamos.
Recuerdo esa tarde cuando llegó muy emocionado por haber pasado su examen de ingreso a la universidad. Estaba tan feliz que corrió a mis brazos para explotar toda su adrenalina. Nos tiramos a la cama a platicar un poco, estaba muy entusiasmado por comenzar; pero en mi cabeza no dejaba de girar la idea de que pronto dejaríamos de vivir juntos.
—¿Has hablado con tu papá?
—Si. Justo les marqué cuando miré mis resultado ¡están muy felices! Eso significa qué... pronto estarán aquí.
—Así es. Y ¿sabes qué significa eso?—Sentí un poco de nostalgia, miré que su felicidad se desbordó un poco al escuchar eso de mis labios.
—Pronto dejaremos de vivir juntos. Y sería muy extraño que mis padres nos vieran juntos ¿no crees?
—Eres muy inteligente. Por eso me gustas. Y si, justo ando pensando en todo eso. Tu papá no aprobaría algo como esto. Es como si él saliera con una chica de la edad de su hijo. Pero aún más extraño sería que su mejor amigo tuviera algo con su hijo ¿me explico?
Nos quedamos mudos un rato. Ambos estábamos acostados sobre la cama pensando. Acariciaba su cabello, pasaba mi mano por su espalda, y lo miraba jugar con un dedo sobre de mi pecho. Tenía miedo de terminar esa linda etapa que nunca planeé. Mi concentración fue robaba viendo su mano se introdujo dentro de mis pantalones, buscó mi verga y comenzó a sobarla, no tardé en ponerme duro, el estímulo de sus manos tan suaves me pusieron tan caliente, que entre sus besos, pronto su boca tuvo que atender mi miembro. Bajó para chuparlo, suspiré y posé mi mano sobre sus cabellos. No se necesitaba ayuda, ya era todo un experto tragándose mi gran trozo de carne.
Me quitó los pantalones por completo para darse más espacio. Bajaba con su mano el cuero de mi pene al mismo ritmo que se tragaba hasta la base toda mi verga, luego recorría mis huevos, y lo dejaba bajar hasta mi culo, era muy bueno usando su lengua; había aprendido demasiado bien, clonando todo lo que le hacía a él. Vaya que sabía estimularme. Esa tarde admiré desde mi comodidad como me lamía entre las piernas, de arriba a abajo sin soltar mi polla que lagrimaba sin cesar. Deseando nuevamente sentir el calor de su garganta.
Estábamos muy concentrados. A pesar que escuchamos el celular timbrar una y otra vez sobre el buró, ignoramos completamente aquel molesto sonido. Esperamos pacientemente hasta que mi verga lanzó los chorros de semen que fueron atrapados dentro de su boca. Succionaba con cada chorro, mientras me venía, me metía un dedo en el culo y eso me excitaba aún más. Cada venida era aún más intensa; mi mente no sabía si concentrarse en la eyaculación, en la succión de su boca, o en su dedo dentro de mi. Acabamos tendidos, el acostado entre mis piernas. Preguntó cómo todas las veces si me había gustado. Era algo que no debía preguntar. Siempre me dejaba más que exhausto. Me puse de pie. Le pedí que se acotara. Quería ayudarlo a terminar igual.
Le bajé los calzones, tenía una erección tan suculenta como todas las otras. Me gustaba ver su verga larga con esa cabeza rosa tan grande y colorada. Lo miré, tomé su miembro y comencé a masturbarlo. Se retorcía con cada manipulación de mi puño. Subía y bajaba lento y luego aceleraba el ritmo. Sabía a la perfección cómo hacerlo venir. Bajé para lamer el glande, recorrí con mi lengua de la base a la punta. Luego los huevos, y volvía a subir. Me gustaba oler ese aroma a sudor, a hombre. Era demasiado excitante ver cómo se contenía para aguantar un poco más. Le pedí que se viniera cundo quisiera para bañarnos; y así lo hizo. Comenzó a correrse dejando mi mano totalmente llena de mecos. Los chorros habían salpicado toda mi mano y su abdomen; lamí un poco de ese semen y luego lo besé.
Con cuidado nos levantamos para ir a bañarnos. Después de recorrer nuestro cuerpos con jabón, admirar nutra desnudez y salir con las vergas flácidas balanceándose libres de un lado a otro, noté que mi celular no dejaba de timbrar. Me acerqué al buzón y miré que se trataba de Julián. El padre de Rodrigo. Respondí, atendí la llamada mientras Su hijo se ponía ropa; colgué la llamada, Rodrigo me miró extrañado al ver mis ojos muy abiertos.
—¡Tu papá está aquí! Cámbiate rápido y baja en lo que yo me visto.—le dije un poco nervioso. El miedo me invadió un poco al pensar que podría atraparnos.
—¿Mi papá?—El chico no entendía muy bien a qué me refería.
—Tu padre está abajo. Lleva media hora en la puerta esperando a que abramos. Corre y dile que dormíamos. Invéntale algo en lo que yo acabo de alistarme. —Mi corazón se aceleró mientras pensaba en alguna absurda excusa.
Para cuando bajé Julián estaba sentado en la sala con su hijo. Rodrigo le platicaba sobre no sé qué cosas. De inmediato su padre se levantó para saludarme. Me dio un jalón y me abrazó fuerte, rompiendo mi espalda con varias palmadas.
—¡Pero que te hiciste! ¡Estás hecho todo un modelo deportivo! Dijo en broma. Así como ves a este señor, no era tan atractivo en la universidad—Le comentó a su hijo—Vaya que estás cambiado. Uno aquí envejeciendo y engordando ya ti parece que los años te favorecen amigo.
—La verdad es que me gusta cuidarme. Pero tampoco es para tanto. No le creas nada, solo está exagerando—Le dije a Rodrigo. La verdad es que su padre <<mi suegro en secreto>> estaba muy bien. De por si era guapo; y con los años, yo creo que cualquier a voltearía a verlo. No era extraña la belleza de Rodrigo, ambos padres eran muy guapos.
Julián en la universidad había sido uno de los jugadores estrellas de baloncesto. No era tan popular, pero era un verdadero gancho para las mujeres. A eso anexo, su labia y su carisma. Era demasiado atractivo. Y vaya que su versión de 20 años después; estaba echo un señor cuero. Tenía una pancita muy linda; se notaba que practicaba algún deporte; seguía teniendo esas nalgas bien alzadas. Y su forma de vestir era la cereza del pastel.
Tenía una camisa polo color rojo que e tallaba muy bien su corpulencia. Sus brazos duros hacían buen juego con las mangas estrechas; su tono de piel era irresistiblemente sensual. Y más esa barba de tres días sin rebajar. Sus jeans cuadrados marcaban muy bien sus gruesos muslos, y sobre todo ese paquete tan llamativo. Era un verdadero deleite para la pupila verlo de nuevo.
Nos sentamos a platicar un rato. Rodrigo nos dejó un rato para ponernos al día. Hablamos de el pasado, de los amigos de la universidad, y de otras cosas. Me pidió que fuéramos a la casa que le había ayudado a escoger; le pidió a su hijo que nos acompañara para que conociera su nuevo hogar. El camión de mudanza llegaría en los próximos días, así que había mucho trabajo por hacer.
Llegamos. La casa era enorme y muy llamativa. La zona que había escogido no era nada barata. Inmediatamente comenzó a inspeccionar y a hacer planes para algunos espacios. En especial se casó con un cuarto que dijo sería su estudio. Rodrigo subió y lo acompañe a que recorriera el lugar mientras su padre miraba unos detalles abajo.
—Así que está será tu habitación. Será mucho más grande; ahora si tendrás espacio para todo lo que me contaste que te gustaría tener.
—Si, pero ya no estarás tú. ¿Por que no hablas con papá para que me quede un poco más de tiempo contigo?—Dijo ingenuamente.
—No lo permitiría. A parte seria muy extraño.
—y ahora ¿como nos veremos? Por qué seguiremos viéndonos ¿verdad?
—Eso espero. Será más complicado. Pero creo que podemos buscar la manera.
Ambo estábamos un poco preocupados por el futuro. Los dos sentíamos exactamente lo mismo; y nos daba miedo perder aquello que habíamos construido. Antes de bajar nos dimos un beso muy apasionado. Escuchamos los pasos indiscretos de su padre al caminar sobre las escaleras. Entró a la habitación.
—¿Entonces, esta será tu habitación?
—Supongo que si. Esta esta bien
—Bueno. Pues no nos queda más que agradecerte todo lo que haz hecho por mi familia. Y sobre todo por Rodrigo, querido amigo. Yo he llegado para quedarme, así que a partir de hoy comenzaremos a mudarnos. La mudanza deme llegar cuando mucho mañana.
—¿Puedo quedarme una noche más con él? —Dijo Rodrigo un poco nervioso—Quiero despedirme bien y asegúrame de tener todo listo para mudarme.
—No. no quiero causarle más molestia a...
—No es ninguna molestia. A parte me giraría pasar una ultima noche junto a mi nuevo sobrino. Por estos días resultó ser una excelente compañía, y no podría dejar pasar una última noche antes de que mi casa se sienta tan vacía nuevamente.
Su padre aceptó la propuesta. Y nos retiramos en mi auto dejando a su padre bajar algunas cajas que había traigo en su vehículo. Estuvimos un poco silenciosos en el camino. Luego rompí el incómodo momento comentándole que no esperaba que las cosas terminaran tan rápido. No pensamos en ningún momento que esa visita fuera de manera permanente. Admito que Rodrigo fue muy hábil al solicitar una última noche en mi casa. Estábamos un poco asustado por el cambio repentino, teníamos que aprovechar al máximo esa última noche. Aun que eso no significaba que nos dejaríamos de ver.
Llegamos a la casa y nuevamente entramos casi comiéndonos con un beso lleno de pasión; casi como la primera vez que nos descubrimos. La ropa en el camino fue dejando huella de nuestra desnudez, jamás me sentí tan atraído por una persona como lo hice con este muchacho. Era como haber retrocedido el tiempo; me sentía como todo un colegiado de preparatoria enamorado.
Antes de entrar al cuarto pegué a Ro sobre la pared y comencé a besarle el cuello, seguido de cada uno de sus pezones. Escuchaba como su acelerada respiración iba modulando su excitación. Su mano me obligaba a bajar más hasta donde el pliegue de sus pantalones guardaban tremenda erección. No guardamos más pudor, e inmediatamente le quite todo lo que le quedaba. Nuevamente su verga estaba de frente a mi, con esa cabeza colorada tan llamativa, esas gotas que me gustaban sostener en mi lengua, y ese palo largo lleno de venas en una piel clara. Me la llevé a la boca. Me encantaba como se contraía cada vez que se la mamaba. Siempre tenía que detenerme para no venirse.
Luego entramos a mi habitación. Lo recosté de frente a mi, lo monté a altura de su torso y lo tomé del cabello para que me chupara la pija. Me excitaba ver cómo se ahogaba con mi grueso miembro. Se esforzaba para no atragantarse. Luego de un rato de placer para mi y mi verga, me recosté para besarlo un poco más; lo coloqué de lado y comencé a besar su espalda mientras con mi mano me ayudaba a mover su cadera, con su culo en dirección a mi verga. Le decía cosas tiernas a su oído, le hacía saber que no quería que todo acabara, y a la vez le decía lo importante que era para mi.
Mientras exponía mi sentimientos mi verga fue entrando lentamente hasta que por fin la tuvo hasta el fondo. Estaba muy dilatado, y el lubricante ayudaba mucho a que ya no le doliera. Comencé a moverme una y otra vez. Rodrigo gemía tan rico, que sentía como cada vez mi verga se hinchaba más como respuesta a sus gritos. Luego cambiamos de posición; me encanta ponerlo de perrito. Ver ese culo tan redondo a mi Merced, con ese hoyo rosa esperándome; me ponía como un toro mirando el capote. De un golpe y tomando Con ambas mano me deslicé hasta penetrarlo por completo. Lanzó un suspiro y nuevamente el ritmo comenzó a subir.
Ahora si ya no pude aguantarme más. Tuve que llenar toda esa cavidad de mi leche. Estalle en un rugido. Sentía como con cada última metida, mi verga expulsaba otro chorro más de semen. Rodrigo oprimió las nalgas mientras me salía de el. Se giró y comenzó a masturbarse para mi.estaba exhausto, pero quería ver a mi chico lanzar esa eyaculación que era fruto de mi actos. Ambos terminamos de coger. Bueno... nosotros le llamábamos "hacer el amor" y vaya que lo habíamos hecho como nunca.
Después de bañarnos, de admirar nuestros cuerpo en la regadera, de besarnos lo suficiente. Nos pusimos algo cómodo para descansar. Quería dormir abrazado a él. No quería soltarlo esa noche. No sabíamos cuándo volveríamos a poder dormir juntos. Rodrigo no tenía pretextos para no llegar a casa. Quizá en el futuro podría usar a sus amigos para quedarse conmigo. Pero por el momento estaba solo. Esa noche nuestro cuerpos fueron uno mismo.
El día siguiente despertamos muy temprano. Su padre ya había marcado para decirle que su madre y sus hermanos menores llegarían en el transcurso del día. Julián me pidió que lo llevara para la hora de la comida, y se pasó aprovecharían para agradecerme e invitarme a comer. Al terminar esa llamada fui al cuarto de Rodo para ayudarlo a empacar. Abrí la puerta y ahí estaba el. Ese niño tan joven que había logrado seductor y calentar mi corazón como nadie más lo había hecho. Le pregunté si quería que lo ayudara, y sin esperar su respuesta comencé a doblar la ropa y a ponerla en su maleta. Tenía algunas cosas que le había regalado. Cómo juguetes de colección y una que otra postal.
—Te voy extrañar—Le dije mirándolo fijamente—A pesar que estamos cerca, no será lo mismo no verte diario al llegar. O cenar juntos; o los sábados de cine. Creo que me acostumbre demasiado a ti.
—Yo también te voy a extrañar. Se que no me voy a otra ciudad; pero con mis padres aquí, no sé cuánto pueda escaparme. Suelen ser muy acaparadores. Los conozco.
—Bueno. Ya encontraremos una manera. Si así lo quieres. Y esto es para que siempre que quieras pensar en mi, lo hagas.—Le regale una de mis playeras. Una que siempre me critico por ponerla al menos dos veces a la semana. Junto a eso le regalé una réplica de mi perfume. Quizá mi aroma le ayudaría a no olvidarse de mi.
Yo sé que era muy joven. Para ese entonces con mis casi 40 años, sabía que Rodrigo tenía aún mucho por vivir. Entraría a la universidad, conocería muchos amigos, quizá algún novio. Yo simplemente era esa primera vez que quizá nunca olvidaría. A todos nos pasa; y si lo quería lo suficiente, debía dejarlo volar, como en alguna ocasión me dejaron volar a mi. Las cosas fueron exactamente como las predije. Nos vimos lo suficiente hasta donde se pudo. Un día creció más y nos hicimos conocidos, y el tiempo fue borrando mi existencia; al menos mi existencia física en su vida. Se que aun me recuerda; y puedo vivir con ello. ¿Quien dice que no puedes enamorarte dos veces? Yo me enamore de ese chico tan risueño. El hijo de mi mejor amigo.
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Me encantó mucho la historia el final es muy triste 😔😔😔 así viví yo con mi ex de 38 años.... Mas sin embargo jamas lo olvido.... Si hubieran seguido viviendo juntos ese amor jamas se hubiera terminado.... El hilo rojo existe y el destino los pomdra siempre juntos 🌹🌹
No aguantes más y en cada noche de pasión me vine esta super bello y rico rl relato
Que relato tan hermoso😍😍😍😍😍😍 y tan triste al fin😭😭😭😭😭😭😭
Yo me enamoré de mí jefe, se lo tuve que confesesar 😌😔 yo de 26 y el de 41. Es que los hombres maduros son tan calientes 🔥 🤤 😏
Wooo m encantó lo único q no m gusto fue el final pero como siempre tus relatos m ponen duro