Recién había cumplido los 18 años, estaba a nada de salir de la preparatoria. Escuchaba en el salón a todos hablar de Él Servicio Militar. Algunos contaban las anécdotas de sus padres, tíos, hermanos y familiares, y eso sólo lograba darme un poco de temor. Por lo que escuchaba, los militares no eran las personas más amables. En más de uno escuché la palabra “maltrato” y eso no me dio muy buena espina. Sin embargo también me quedó claro que era un documento importante para realizar ciertos trámites. Entre ellos titularse, al menos es lo que dijeron. Y fue lo que más me movió.
El problema es que era el típico niño de sala, a quien la mayor parte de las cosas se las resolvían sus papás. Yo nunca había hecho nada por mi cuenta, sobre todo los trámites, así que cuando escuché a mis amigos organizarse para ir al cuartel a hacer los trámites me puse de acuerdo con ellos para acompañarlos. No quería ser el bicho raro que llegara solo, y sin saber qué hacer o a donde dirigirse.
Nos vimos donde quedamos, a la hora acordada, y nos dirigimos a donde debíamos presentarnos. Todos llevábamos una carpeta con documentos, y mi corazón latía de el nervio que me generaba ser la primera vez que hacía las cosas por mi propia cuenta. Para mi mala suerte este trámite solo podía haberlo personalmente.
Estuvimos formados en una larga fila de jóvenes de nuestra edad. A lo lejos podía mirar a los soldados realizando sus actividades: unos trotaban en grupos, otros hacían flexiones, y algunos otros parecían recibir instrucciones. El sargento inició una plática delante de todos nosotros, su voz era tan potente, que era imposible no prestar atención a su gruesa e intimidante forma de hablar. Nos comenzó a explicar de qué se trataba el servicio militar y por qué era importante hacerlo. Caminaba de lado a lado con esas botas negras de no menos de 29 pulgadas. Era un hombre musculoso, serio y de muy buen ver.
Estaba tan atentó a sus movimientos que casi no escuché todo lo que decía, miraba ese par de nalgas duras ir y venir , esas piernas que sobre llenaban la tela de los pantalones verde camuflaje. Ese corte de cabello tan peculiar entre los soldados, rapado casi al ras, con algo más de pelo en la copa. Sus ojos eran tan oscuros, que casi se unían al color de la pupila. —Se realizará un sorteo en el cual sacarán una bola color negro, o blanca. Si es negra librarán el servicio sin necesidad de presentarte a la unidad militar, pero si les toca bola blanca, tendrán que presentarse todos los sábados durante un año. Y me aseguraré de que la pasen muy bien—Dijo el sargento; quien al final de la frase, agregó tanto sarcasmo, que casi me puse a orar por qué no me tocara la bola de color blanco.
El chico que esta detrás de mi me miró tan asustado como seguramente yo lo estaba. Trago saliva y dijo con voz tenue—Si me sale bola blanca, vendré a hablar con él sargento para presentarle una nota médica, por qué padezco de asma. No puedo hacer actividades físicas, o bruscas.
No supe que responderle. Yo solamente quería que me tocara bola negra, eso me libraría de tener que venir los sábados y enfrentar el servicio militar. A pesar que mis ojos habían visto a más de un soldado antojable, yo solo quería salir huyendo de ahí.
Al igual que en la inscripción al sorteo fui con mis amigos. En medio del foro había un par de niños que sacaban bola tras bola, y un soldado que en micrófono iba dos y ando nombre tras nombre en orden alfabético. Vaya suerte lo que sus apellidos comenzaban con A, mi apellido era Rodriguez, así que la espera fue más que larga. Hubo un momento en que estaba tan entumido y aburrido, que dejé de escuchar. Luego la duda de haber pasado te abruma y te obliga a hacerlo con más atención. Para mi mala suerte me salió bola blanca, es decir, tendría que presentarme durante todo un año a liberar el servicio. Al final del sorteo el sargento dijo que quien tuviera una objeción o algún inconveniente pasaran a hablar con él. Pensé en inventarme una excusa, aunque no sabía qué, entonces pensé en fingir padecer de asma, como el chico de la fila.
No sabía si me creerían la mentiría del asma, pero tampoco se me ocurrió algo más creativo. No me percaté que aspecto físico no iba muy a la par de lo que estaba manifestando como pretexto. Yo tenía un cuerpo muy atlético ya que hacía mucho deporte. Sobre todo básquetbol, me encantaba botar la pelota con mis amigos de prepa; siempre fui muy bueno en la materia. Mido 1.85, reflejo y resultados del baloncesto. Y para terminar de describirme: piel blanca, cabello castaño oscuro, y muy atractivo visualmente. No lo digo yo, lo decían mis compañeras, y mis múltiples seguidoras.
Esa mañana llegué a donde nos indicaron, por si había alguna objeción. Solo habíamos cinco chicos. <<No somos muchos los que no queríamos realizar el servicio militar >> pensé. Inmediatamente volví a repetir en mi cabeza lo que debía decir para sonar creíble. Tuve algo más de tiempo, ya que era el último en haber llegado. Pasaron uno por uno, no tardaron tanto como pensé, y después tocó mi turno. Espere unos minutos a que me llamaran por mi nombre; estaba algo nervioso. Ansioso más que nada.
Cuando entré a la oficina, primero miré al rededor de la pequeña oficina, habían muchos reconocimientos y retratos del general con otras figuras del mismo ámbito. Varias medallas, y un olor a humedad que inmediatamente despertó mi alergia.
El hombre corpulento estaba sentado en un sillón de cuero dándome la espalda. Apenas y se notaba algo del cuerpo uniformado y del cuero cabelludo al ras del rape. Giro sobre el eje de la silla, los resortes hicieron un chillido, y de inmediato colocó sus fuertes manos sobre el minúsculo escritorio.
—Toma asiento—Me dijo con su voz gruesa. Miré por ambos lados hasta percatarme del sofá detrás de mi, un sofá basto como para dos cuerpos. El sargento me pidió que me sentara y que le expusiera mi problema. Ahora si estaba muy nervioso, mi pierna golpeaba contra el piso, y mis manos no dejaban de sudar.
—A ver muchacho... ¿y tú por qué no puedes presentarte a dar el servicio? te tocó bola blanca, es tu obligación civil. Se necesitan muchos huevos para venir a pedirme que disuelva tu responsabilidad. Solo uno de los cuatros anteriores tenían una razón sólida como para evadir el servicio militar. Pero bueno... te escucho.
—Bueno lo que pasa es que estoy enfermo, padezco asma y hacer actividades físicas me hace mal.
—Mijo, es la excusa que todos han utilizado. Ya está un poco sobre valorada; pero te daré derecho de réplica. Necesito que me traigas un expediente médico para avalar que efectivamente padeces asma y no puedes realizar actividades físicas.
Y esa no la venía venir. Me quedé mudo por unos segundos, ya bastante intimidante era el sargento como para pensar y decir algo no estúpido.
—Bueno. Es que no es asma como tal. Me agito mucho al hacer actividades bruscas; es algo más cardiovascular.
Obviamente no me creyó, su ceño fruncido, y esa ceja tupida y levantada como un arco, hacia obvio que solo estaba escuchando hasta donde llegaría mi mentira.
—Me dices que no puedes hacer nada de ejercicio. Pero a leguas se ve qué haces mucho ejercicio. ¿O me vas a decir que esos bíceps y esas piernas son de pura genética?
—Pues...
—A mi se me hace que me estás engañando muchacho. No llevo un año haciendo este tipo de reclutamiento. Y te voy a aclarar algo: no me gustan las mentiras.
—No señor. ¿Cómo cree? —Me puse aún más nervioso.
—¿por que no eres honesto conmigo? —Se puso de pie, y se soportó de ambos brazos gruesos, bastos de músculos y algunas venas—si me dijeras la verdad, que no quieres hacer el servicio militar, quizá podría ver la forma de arreglarnos y, podría ayudarte. En lugar de andar de mentiroso.
Se puso erguido, su sonrisa era pícara y maliciosa, entre sus piernas se entallaba un bulto muy pronunciado, se oprimió y se acomodó el paquete.
—La verdad es que no quiero hacerlo. Y pues... no sé qué pueda hacer para evadir esa bola blanca. ¿Usted podría hacer algo?
—Y si te ayudo... ¿yo que voy a tener a cambio? —Nuevamente se acomodó el bulto, y entendí hacia donde iba su propuesta.
Fue muy incómodo quedarme mirando ese bulto. Era casi imposible no haber bajado la mirada para observar cómo se pellizcaba la zona íntima. Carraspeé la garganta, y respondí lo primero que se me vino a la mente para no quedar como un tonto—No se de que manera podamos ayudarnos. Pero dinero no tengo señor. Aun que puedo pedirle a mis papás algo de dinero. Pero ¿cuánto quiere que le de?
Él rió un poco ante mi ingenuidad. Caminó hasta posarse delante de mi, soportado del pequeño escritorio, el lugar era tan concurrido, que sus piernas extendidas, me dejaban a un metro aproximadamente de su cuerpo.
—No muchacho, yo no estoy buscando dinero. Eso cualquiera me lo puede dar, y dinero no me hace falta en lo absoluto. Si quieres que te ayude, te va a costar algo más que monedas.
—No entiendo señor, tiene que ser más caro—Sabía muy bien a qué se refería, pero no quería creer que el sujeto me propondría algo sexual; con sus piernas extendidas, y el toqueteo constante de lo que traía entre las piernas, no tenía que ser muy inteligente para entender Javi donde iba todo —No se que más podría ofrecerle, no tengo muchas cosas materiales, pero podría ver qué hacer.
Se sobó el miembro, cada ves más descarado. No la tenia dura, pero aún así el tamaño del grueso bollo entre sus nudillos, me ponía algo más nervioso de lo que ya me tenia. Se acercó un poco más, y me incomodé.
—Se que no eres nada tonto. O no hubieras intentado engañarme. Sabes muy bien a qué me refiero muchacho. —Nuevamente se oprimió fuerte la entrepierna. Trague saliva y continúe intentando negociar.
—Sinceramente no se a que se... Refiere—Notó mi tono, mis palabras temblaban al salir de mis labios.
—Seré directo. No tengo mucho tiempo como para andar con rodeos. Si me dejas meterte la verga... podría liberte la cartilla sin tener que hacer el servicio durante el año. Tengo en mis manos el poder de hacer que esa bola blanca sea negra. ¿Que dices?
—¿Meterme la...?
—Si, la verga. Escuchaste bien—Su voz se mostró opresora, y sentí que me aplasté en el sofá.
—No se que decir señor. Yo nunca... ósea... no soy.. No, señor. No podría hacer eso.
No le encanto mi respuesta, se dio la vuelta y regresó a su lugar. Mi corazón estaba tan acelerado que podrían salir en él un par de piernas, y salir disparado de mi pecho.
—Bueno. Pues no me hagas perder más mi tiempo. Te espero todos los sábados. Y te prometo que no te la vas a pasar bien cabrón.
—¡Espere! Debe haber otra forma. Por favor... ayúdeme, puedo hacer otras cosas; o le consigo dinero si quiere.
—Es la única opción. No hay otra. Tu decides. Puedes sufrirla un rato, o todo un año; es tu elección.
No sabía qué pensar. Me estaba haciendo mucho de rogar cuando bien sabía lo mucho que me gustaban las vergas. Aun que era Virgen. Había visto mucho porno, pero nunca pensé estar frente a un semental como el sargento. Lo pensé unos segundo y volví a tratar de repeler la propuesta.
—Es que soy Virgen. Nunca he tenido sexo; temo que me duela.
—¿Quien quita y te gusta? No pienso ser rudo contigo. Pero cómo te dije. Tu decides, un rato de algo que puede gustarte, o un año chingándote bajo el sol, madrugando, trotando y haciendo actividades. Tu decides.
—y... ¿donde me lo haría? ¿Aquí? ¿Hoy? —Estaba nervioso y confundido.
—Pues... aquí mismo. No hay nadie más, y casi no entra gente aquí. Puedo ponerle llave a la recepción. ¿Que dices?
Entonces accedí. El se puso de pie, salió para cerrar el recibidor. Escuché la puerta cerrarse y el ramo de llaves hacer ruido. Sus botas vibraban junto a sus pasos, nuevamente entró, cerró las ventanas, y se recargó en su escritorio, asentó sus nalgas y me miró con la cara mirando al suelo.
—No tengas miedo, lo haré con cuidado.
—¿que hago?
Se acercó a mi, me levantó la barbilla, y entonces lo miré detenidamente, y... sentí atracción por él. Era más el miedo de perder lo Virgen, por qué el tipo estaba hecho un cuero.
—¿nunca has mamado verga? —Me preguntó.
—No, nunca he hecho nada de eso—Respondí, tímido.
Aquel hombre estaba plantado frente a mi, con su olor a perfume de señor. Me dijo que me relajara, que iría lento para que yo me adaptara. Me sentí un poco aliviado cuando con su mano me revolvió el cabello, fue como una caricia muy bien recibida. No sabía en qué momento me había metido en ese lío, casi podía sentir que estaba en un sueño. Estaba a nada de mamar una verga por primera vez, y después perdería la virginidad a cambio de no hacer el servicio militar.
El sargento se quitó la camisa camuflaje, quedando con una playera tipo sport sin manchas color blanca, que estaba en su totalidad metida en el pantalón, majado con un cinturón negro. Tenía un torso muy musculoso, pectorales muy marcados, y unos brazos muy trabajados. Era sumamente atractivo, ahora que lo pienso, era muy guapo. Tenía rasgos muy masculinos, y una barba de tres días que hacía una sombra por la barbilla y mejillas. Un bigote bien recortado, ojos oscuros, el cabello rapado, y un abdomen grueso, pero definido. Tenía como unos 40 años si a caso; podría creerle si me decía 38 años, no se miraba para nada mayor.
<<¿Que tan difícil puede ser? Solo serán unos minutos>> pensé. No sabía a qué estaba a punto de enfrentarme, per quise verlo de la manera más amable. Se tocaba mucho sobre el pantalón, en un par de parpadeos noté que el bulto había crecido, y el tamaño no era nada pequeño. Con la mano recorría toda su longitud, enseñándome lo gorda que la traía.se acercó más a mi, extendió la mano para que le diera la mía, llevo mi mano a su paquete e hizo que lo oprimiera y lo tocara como el lo hacía. Emitió algunos jadeos, me gustó sentir su caliente trozo en mis manos, lo hice como si tocara el mío, no se comparaba en nada a mis 18 centímetros. Era mucho más grande.
Luego se fue abriendo el cierre del uniforme, quería que pasáramos al siguiente nivel, ya había conseguido que me tranquilizara, que sintiera confianza, y eso también lo relajaba a él. Metió su mano, y con mucho cuidado fue sacando el monstruo que traía entre las piernas. Me la acercó a la cara, mi altura quedaba muy bien de su polla, se sentía muy extraño, nunca había llevado nada de eso a mi boca. Tenía un olor nuevo para mi nariz, era algo penetrante, un hedor que le agradaba a mi olfato, y su textura también era nueva, su humedad estuvo cerca de mi boca, dejando unos manchones viscosos en mis mejillas. Fueron como unas cachetadas sin fuerza las que hizo sobre mi cara.
Su verga aún se miraba algo flácida. Estaba despertando poco a poco. Me pidió que la tomara y que se la chupara. La tomé con mi mano, mi puño rodeó el grueso y Loredo pedazo de carne lleno de venas. Recortaba sus vellos. Abrió el resto del pantalón dejando caer la prenda. Traía unos bóxers largos color negro. Se retiró el sport, descubriendo su hermoso cuerpo moreno. Tenía unas entradas pélvicas muy marcadas, hacían juego con los vellos recortados. Dirigí su enorme polla a mi boca, había crecido ya a un tamaño mucho mayor al que cuando se la sacó. La metí a mi boca, solo lo que pudo entrar, el glande y quizá unos centímetros más. Mi boca era minúscula para introducirla toda. Su sabor era como salado, o me disgustó en lo absoluto. Se sentía caliente, muy caliente. De la cabeza brotaban gotas constantes de líquido, era muy difícil meter más a mi boca, el me tomaba de la cabellera para intentar introducir más, gemía, mientras empujaba mi nuca contra el. Pero ¿como te metes 23 centímetros? Cuando eres un novato.
La cabeza estaba gorda, hinchada y no dejaba de soltar babas, que sabían saladas y que no tenía más opción que tragármelas, pensé que no sería posible que eso me cupiera en el culo, parecía un brazo de lo gruesa y larga que la tenía, le palpitaba como si tuviera vida propia.
El la metió hasta lo profundo de mi garganta, sentí como me habría, como me lastimaba y me asfixiaba, no podía respirar pero el sostenía mi cabeza para que no me pudiera quitar, mi ojos se llenaron de lágrimas y voltee a verlo suplicante mientras con mis manos me trataba de retirar y le golpeaba las piernas para que me soltara, voltee a verlo con mis ojos llorosos pero él no me veía, estaba completamente perdido en el placer que le causaba. Después me la sacó de la boca y mientras yo tosía y casi vomitaba me dijo.
—¿estás bien?
—Si, solo que está muy grande. No me cabe toda.
—Es cuestión de práctica. Es normal cuando eres novato. ¿Quieres intentar de nuevo?
Nuevamente me clavó su polla, esta ves fue un poco más delicado, se limitó a disfrutar lo poco que sabía hacer. Por sus gemidos puedo asumir que lo estaba haciendo muy bien. Traté de imitar lo que había visto en videos, y por la forma en la que se retórica, estoy seguro que mi intento fue positivo.
—Quiero metértela ya. ¿Quieres que lo intentemos?—me preguntó. No estaba seguro, pero no tenía mucha opción. Así que le dije que si, pero también le supliqué que fuera delicado en su trato. Me pidió que me pusiera de rodillas dándole la espalda, montado en el sofá. Me bajé los pantalones, los calzones igual, y me coloqué como el me lo pidió.
Mientras me acomodaba vi la verga bien parada y sentí que me desmayaba de miedo y de angustia, quise decirle que no, y salir corriendo de ahí, pero no me animé a contradecirlo. El saco de su cajón un pomo de lubricante y tomando un tanto entre sus dedos, me la embarro en el culo, la sentí caliente y frío a la vez, se sentía aceitosa, y mi corazón casi se detuvo cuando sitio uno de sus dedos esculcando en mi ano. Entraba solo la punta, la sensación era como cuando tienes ganas de ir al baño; pero a la vez era muy excitante.
—Con esto se te va a resbalar hasta las tripas cabrón, tienes buen culo, yo creo que si me la aguantas, mira nomas que nalgotas, ay papá cogidón te voy a dar. Y pensar que no querías. ¡Estás tremendo! Ojalá te guste y te animes a repetir.
Se bajó el pantalón hasta los tobillos, y acomodó su enorme vega en la entrada de mi culo, la deslizo hacia arriba y hacia abajo y luego sin avisar la empujo. El lubricante hizo que su verga se fuera deslizando sin problema, apenas me había metido unos centímetros cuando sentí como mi culo se abría para darle paso, fue un dolor indescriptible. Quería gritar, pero no quería parecerle débil, mis ojos expulsaban lágrimas, y mis manos casi quebrantaban el borde del sofá.
—¡despacio por favor! —susurré.
—Aguántate y no te muevas, parame el culo bien para que entre sin problema. Relájate para que deje de dolerte—Eran muchos pasos para hacer todo a la vez. Yo solo quería que dejara de doler. Quería disfrutarlo como él decía, pero su brega era demasiada horda como para imaginar cómo rayos daba en mi estrecho hoyo Virgen.
Su verga iba entrando sin piedad, yo apretaba mis dientes y cerraba mis ojos, cuando me metió media verga mi culo no pudo más, el empujaba con fuerza, pero no entraba, la sacó toda y sentí un poco de alivio, tomó el bote de lubricante y se untó en toda la verga, su mano se resbalaba a lo largo de esta sin ningún problema, puso un poco más en mi culo y se volvió a acomodar detrás de mí. Empujó nuevamente y su verga se fue metiendo sin piedad, de golpe hasta el fondo, abriendo mi culo completamente, sentí que moriría, vi todo negro y una punzada intensa se apodero de mi culo, sentí que se me fueron las fuerzas, ni siquiera pude gritar, era un dolor insoportable, pero al sargento no le importó, la dejo clavada hasta el fondo unos segundos más y luego la comenzó a sacar solo un poco para después volverla a meter, como pude puse mi mano hacía atrás, en su abdomen, como tratando de detenerlo, pero este aprovechó para tomarla con su mano y ponerla sobre mi espalda.
Sacaba su verga y la metía nuevamente, cada vez más rápido. Cuando su verga tocaba fondo en mi interior, sentía que algo en mi se rompía, era un dolor intenso. El gemía de placer mientras me taladraba el culo con su enorme fierro. Después de un rato, su verga ya no tuvo obstáculo, ni el piedad con mi culo, me comenzó a coger salvajemente, yo gemía, su verga me llegaba literal hasta el fondo, él me tomaba del cabello mientras deslizaba su verga en mi interior, había momentos en que ya no podía más, su polla salía y entraba hasta el fondo de mis entrañas, el hacía sonidos extraños de placer y yo, era una objeto sin vida, que hacia su mayor esfuerzo por aguantársela, solo pujaba y exclamaba quejidos.
—Que rico culo cabrón, no mames, jovencito y virgencito como me gustan, que pinche rico te estoy rompiendo tu cola, mírate nomas, y pensar que hace rato no querías. Te voy a dejar bien lleno de leche. —Me dijo entre alaridos.
Me la sacó y tomándome del cabello me puso de pie, mis ojos lagrimaban , me pidió que me apoyara con mis manos sobre el escritorio y como estaba de pie, me llegó por detrás y la metió de golpe, casi me levantaba con su verga, yo solo pujaba y exclamaba que terminara ya. Me dio una nalgada fuertísima, me estaba violando con su polla de 23 cm, sin piedad, yo me dejaba, ya no ponía resistencia, me estaba gustando. Me aguantaba el dolor, pues este se estaba convirtiendo en placer.
sus huevotes rebotaban detrás de mí, los sentía, y sentía como los pelos recortados de su verga pegaba en mis nalgas. Pasó sus manos, ásperas y calientes por mi abdomen y lentamente las fue subiendo hasta mi pecho, me acarició los pezones y luego los apretó. Me cogió así un buen rato, mi culo completamente dilatado por su verga, ya no ponía más resistencia, su verga entraba y salía a su antojo. Cuando me la sacó pensé que todo había terminado y que podría descansar pero que equivocado estaba, me puso de frente a él y me subió al escritorio, después me acostó y me quito por completo el pantalón, subió mis piernas a sus hombros y de golpe me clavó su verga nuevamente. Senti como la primera vez que me la metió, esta vez no pude evitar gritar
— ¿Está grande verdad? Pero mira te la comes toda cabrón, te entra hasta adentro, que culito tan más tragón tienes. Justo lo que mi verga necesita —Dijo.
En esa posición podía ver su cara de placer, se veía que disfrutaba enormemente mi culito, yo sentía sus embestidas hasta lo más profundo de mí. De pronto aumento el ritmo y yo comencé a gemir fuerte, no lo pude controlar, me dolía demasiado, pero ya era aguantable, sentía sus piquetes de verga perforándome, a él no le importo verme sufrir un rato, sabía que al final terminaría disfrutándola.
—Me voy a venir. Ahí te va mi leche—Me avisó.
Un chorro, y otro chorro de sus mecos en mi interior, su verga escupía su semen caliente y espeso quemando las paredes de mi culo, cuando terminó de venirse, me saco la verga y pude sentir algo de alivio, me bajé del escritorio y mis piernas temblaban, me costaba estar de pie, me dolía por dentro y por fuera, me dolía el estómago, sentía su verga aun en mi interior. Algo se quería salir, trate de detenerlo, pero no pude y afloje, sus mecos salieron inmediatamente de mí, recorriendo mis piernas, nuevamente sentí algo de miedo, él estaba de pie frente a mí con la verga aun parada y goteando semen, su respiración agitada.. Se subió el pantalón y me entregó una hoja, no me dijo nada solo:
—Con esta autorización en un año vienes para entregarte tu cartilla liberada, a menos que quieras pasar antes para darte otra cogida como esta, si es que te quedaron ganas, ya cámbiate y retírate de aquí que todavía tengo mucho trabajo.
Me subí mi calzón y el pantalón , me limpié y sali, me costaba caminar, pero disimulé, no sabía que había pasado, me sentía violado pero en el fondo yo había querido, yo lo había permitido y la verdad, a pesar del dolor, no me arrepentía. Y si estaba dispuesto a repetir.
E chavo pasa tu número o algo para contactarte o de que estado eres? y que presentes al sargento o en que regimiento fue?🥺🙏me obsesioné con tu historia 🥺🙏
X favor 😩😫saca la segunda parte, ya en un mes voy a ir a hacer mí servicio y cuánto daría xq me pasará la misma historia igual sigo virgen a los 18 y como me encantaría perderla con un militar 🤤 siempre han sido mi morbo
BUENISIMO
😋
Excelente relato muy excitante de verdad,lo disfrute.
Muy bien detallado, rico y excitante. Espero haya una segunda parte por la verdad está muy interesante.