Era el primer día en el seminario, estábamos reunidos en el comedor los mas de 100 seminaristas y como era costumbre cada año, se presentaban los sacerdotes que serian nuestros rectores y profesores, me dispuse a escuchar una aburrida presentación cuando su voz me atrapó por completo.
— Buenas tardes jóvenes, soy el padre Martín , tengo 34 años, seré su profesor de lógica, ecónomo del seminario y su consejero, cualquier cosa que necesiten díganme—Su voz era demasiado seria y gruesa, y tenía un aspecto de amargando y engreído.
—Les aclaro que no tolero los juegos de niñas, nada de que hoy le hablo a fulano y mañana ya no, ¿De acuerdo? si necesitan hablar con alguien aquí estoy, si necesitan dinero pídanme (cuando dijo esto me desagradó mucho y así le comenté a mi compañero de al lado) y si se quieren desahogar, platicar o lo que sea, búsquenme, estoy para servirlos en lo que sea, ¿Alguna duda?
—Usted dice que está para servirnos en todo, ¿ cierto? Pregunté levantando la mano, ¿ que incluye lo que sea?—Venia de una escuela que me enseño a ser demasiado rebelde y retórico, vaya que tenía pantalones para responder con ese tono para ser el primer día.
Mis compañeros voltearon a verme y de inmediato comprendieron que mi pregunta estaba cargada de doble sentido con afán de molestar o dejar mal al sacerdote, quien me miró con una mirada seria y áspera.
—¿Acaso no he sido claro? Respondió el padre Martín, he dicho que estoy para servirlos en lo que sea.
—¿En lo que sea? ¿Está seguro que puede servirnos en "todo"? Repliqué yo poniendo un especial énfasis a la palabra todo—estaba dispuesto a hacer enojar al consejero, y con ello ganar algo de respeto y protagonismo entre los demás.
—En todo jovencito, si no entiendes alguna materia solo pregúntame, si tienes cualquier duda o necesitas algo solo dímelo, estoy para servirte en todo, lo que sea, sin excepción, ¿Te queda claro? ¿Cómo te llamas?—Había captado la atención del padre, y me miraba con un ceño bastante pronunciado, denotando que le había incomodado mi tono cuestionable.
—Soy Hernán, y me quedó todo claro padre—Mario continuó su sermón caminando de un lado a otro, mirándome de reojo mientras secreteaba con los compañeros de los costados.
Mis compañeros empezaban a reír por lo bajo; fue demasiado tarde para cuando recibí el primer regaño del padre—¿Algo que quieran compartir con los demás? ¡Dije que no me gustan las cosas de niñas, y el chisme es cosa de mujeres! Si no les interesa esto pueden salir... o mejor aún, tomen sus cosas y regresen a casa.
Todos quedaron en silencio, incluso yo, sin embargo tenía y el reto de hacerle la vida de cuadritos a nuestro tutor, pues algo que me distinguía entre las escuelas anteriores, era ser el dolor de huevos de mis profesores; incluso del director.
Pasaron algunos días y yo evitaba la cercanía del padre Martin por dos motivos, el primero porque me era antipático, su aire altivo al caminar y su mirada directa me parecían de una arrogancia fuera de lugar; vaya que su vibra me ponía de malas, y aún no tenía las armas suficientes como para calentarle la cabeza.
El segundo motivo, su físico, me atraía terriblemente; lo admito, fuera de su irremediable humor, el hombre era demasiado guapo y atractivo como para portar tal título !Exacto! —Un desperdicio de hombre.
El padre Mario media 1.75 de estatura aproximadamente, bastante promedio en altura, una espalda ancha, cintura delgada, una cadera estrecha; era más que obvio que hacía mucho ejercicio, era evidente que detrás de su ropa discreta se ocultaban unas nalgas duras, unas piernas trabajadas, y unos abdominales bien trabajados al igual que sus pectorales perfectos.
Era de piel clara, pelo negro y ondulado, ojos aceitunados, pestañas chinas , nariz bonita, labios regulares, dientes blancos y alineados. Se dejaba la patilla hasta media mejilla, el bigote y la barba cerrada se los rasuraba cada tercer día y lo hacían lucir demasiado varonil.
vestía durante clases jeans y camisa de manga larga que se doblaba hasta arriba de los codos y se dejaba desabotonada dos botones a través de los cuales se apreciaba un crucifijo plateado que resaltaba mas en el negro y rizado vello que cubría su pecho
Era inevitable seguir con la mirada esos jeans justos mientras leía para nosotros caminando por todo el aula; obvio era demasiado cuidadoso, aún más sabiendo que no era el favorito del Padre, pues siempre se dirigía a mi para probar cuanto había presta atención a la clase, terminando con un comentario para dejarme mal.
Para los descansos tenía ya un grupo de malandros rebeldes que nos reíamos de estupideces, siendo así el mal ejemplo del seminario; teníamos una larga lista de travesuras que nos habían llevado a la dirección, ya varios de los nuestros se habían dado de baja; uno de ellos había metido una ouija en el escritorio del Padre Martín, siendo expulsado de inmediato.
Solíamos reunirnos en mí habitación cada semana para platicarnos nuestros secretos, deseos, fantasías e incluso aventuras que se daban entre los demás compañeros, me había sorprendido demasiado, pues más de uno del grupo había tenido una aventura homosexual o era gay.
Fue en una de esas reuniones cuando el padre Martin entró de imprevisto mirándonos jugar cartas en el piso; la mayoría estaba en shorts, playeras lisas y sin zapatos; pues era sábado y no habían labores más que los cultos a horas determinadas.
Yo no lo vi hasta que me dijo Alberto — ahí viene tu adorado tormento—voltee la cabeza y en efecto, el padre Martin se acercaba a nosotros, los demás se fueron levantando discretamente, la presencia del padre los había incomodado y más cuando me dijo directamente—Hernán, me gustaría intercambiar unas palabras contigo, pero veo que estás muy ocupado ¿Cuando tendrías unos minutos para mi?
—Cuando usted me diga, no tengo problema si es ahora mismo.
—¿Por qué se van tus compañeros Hernán? Preguntó el padre.
—No lo se padre— respondí— deben de estar atrasados con alguna tarea, o quizá solo les dio algo de pena verlo aquí.
—No lo creo—dijo el padre—se nota que no les agrado, pero eso no importa, con quien quiero hablar es contigo.
—Dígame padre, ¿Hay algún problema?—Le dije con voz que trataba de sonar tranquila, su cercanía y el sonido de su voz me ponían nervioso.
En ese momento olvidé por completo lo sexy que se miraba con esos pantalones de vestir color café claro que se le marcaba muy abultado al sentarse en la cama frente a mí, traía una playera negra ajustada que ahora si dejaba ver unos lindos bíceps y un cuerpo bien trabajado —Creo que llegó mi baja— me dije a mi mismo.
—Tranquilo Muchacho— dijo el padre Martín— solo quiero platicar contigo, quiero saber qué es lo que estoy haciendo mal, la verdad se me ha complicado mucho jalarles las riendas a tu grupo; y nunca me había liado tanto.
—No comprendo Padre.
—Lo que pasa es que he estado platicando con algunos de tus compañeros y todos me dicen que es mentira que les caigo mal y quisiera saber que estoy haciendo mal, nadie se acerca a mi y todos dicen que tu eres el mas directo y sincero, así que quería proponerte invitarte a comer para poder entender un poco más, vamos a dar una vuelta por el centro del pueblo y así me dices lo que tu y los demás piensan de mi, y como puedo ser mejor tutor para ustedes.
Estaba tan nervioso que no sabía qué responder, mi instinto me dijo que aceptara y lo hice, si él quería comenzar de cero ¿Por que no darle una oportunidad?
Salimos del seminario y fuimos a comer a un restaurante pequeño que estaba fuera del pueblo, que irónicamente se llamaba "Sotanas" me dijo que se iba a tomar algunos tragos para acompañar la comida pues le gustaba mucho el vino, le dije a grandes rasgos el motivo por el cual a casi todos nos caía mal pero sin mencionar nombres ni intenciones.
Entre la comida y trago y trago de vino vimos anochecer; después del rato incómodo logró sacarme plática, desenmascarando el por qué de mi rebeldía; notó que había tenido una vida algo complicada y que estaba ahí por capricho de mis padres intentando corregirme.
Martín había cambiado completamente sus facciones serias y su voz tan intimidante a una calidez más agradable; la confianza y el vino nos había permitido hablar más como amigos que como docente a alumno, cosa que me había relajado y cambiado totalmente ante el.
No me dejó pagar ni un peso—No, no Hernán, yo te invito, es como agradecimiento a la fabulosa tarde, esperemos pronto podamos repetirla.
—Claro que si padre, cuando usted guste, será todo un placer.
El padre ya estaba muy mareado cuando salimos de lugar, pues había tomado demasiadas copas de vino. Tomamos un taxi para regresar al seminario y al bajar me dijo que se encontraba algo mareado—¿No te molesta si me acompañas hasta mi habitación? Creo que bebí demasiado vino sin prestar atención a la cantidad de copas.
Antes de entrar al seminario vi que el padre Martin se tambaleó un poco debido a que el aire hizo que se acabara de emborrachar.
Sacó sus llaves y torpemente quiso abrir la puerta sin éxito así que le quité las llaves y abrí la puerta, lo llevé directamente a su cuarto que se encontraba en la planta alta de los dormitorios.
—Voy a bajar a ver a mis compañeros, ¿necesita algo más?—Pregunté al mirarlo sentado en la cama, dejándose caer hacia atrás.
—Ve como están tus compañeros y regresa— vi que en los dormitorios de nosotros los seminaristas, ubicados en planta baja, todo estaba oscuro, —perfecto, pensé yo—nadie se dará cuenta que llegamos tarde—pues todos ya dormían.
Siendo sinceros, yo solo pensaba dejar al padre en su cuarto e irme a mi cama pues estaba cansado; subí a revisar si todo estaba bien para bajar a dormir y no lo encontré acostado.
Entré al cuarto del padre, escuché el sonido del inodoro mientras el meaba, esperé a que saliera y noté que en verdad el vino le había caído pesado.
Lo llevé hasta su cama y se dejó caer pesadamente en ella, estaba por salir cuando me di la vuelta y le dije que si lo ayudaba a quitarse los zapatos, dijo que si pero que también lo ayudara a ponerse su pijama para dormir cómodo.
—Voy a ver al padre en ropa interior— me dije contento para mis adentros— si los demás lo supieran se morirían de la envidia—Pues entre algunos compañeros gays del seminario fantaseábamos con su paquete.
Pues era inevitable que él pudiera ocultar lo bien que estaba con lo marcado que se le ponía la entre pierna al sentarse con el pantalón que llevara.
Le quité los zapatos, los calcetines y procedí a desabotonarle su camisa y al hacer esto no pude evitar un estremecimiento al rozar con mis dedos su pecho velludo, le quité la camisa y fue cuando empecé a desabrocharle el cinturón para bajarlo, el se recostó en su cama y levantó la cadera para facilitarme el trabajo, al dar el tirón para bajar el pantalón se bajó un poco su bóxer negro y pude apreciar una tupida mata de vello púbico y comencé a temblar.
Me temblaban las manos y creo que era muy notorio; sentía un vacío en el estómago con mis sensaciones recorriendo con electricidad todo mi cuarto—¿Tienes frío Hernán?— Preguntó el padre Martín, noto que estás temblando muchacho.
—No padre, estoy bien ¿Donde dejo su ropa, y cuál es su Pijama?
—si quieres puedes quedarte aquí conmigo y temprano te vas a tu cama, yo no tengo problema con ello.
—¿Está seguro padre? Yo soy muy loco para dormir, me muevo para todos lados y no lo dejaré dormir—dije sonriendo un poco.
—No importa, anda, quítate la ropa, saca de mi buró mi pijama y una para ti y acuéstate, hay mucha cama para los dos.
Me desvestí y quedé solamente en trusa y me di cuenta que el padre aun tenia el pantalón a medio quitar, así que me incliné sobre el y se lo acabé de quitar.
Deje le subo el bóxer para ponerle su pijama padre, le dije yo, tomando su bóxer con dedos temblorosos.
Traía uno de esos bóxers de CK de tela delgada que dejaba mucho a la imaginación, vaya que el padre cargaba con un buen paquete.
—No me pongo la pijama con el bóxer, dijo el y tomando mis manos las empujó hacia abajo para que le quitara el bóxer.
Apareció ante mis ojos el pene del padre Martín, no pude evitar quedarme quieto como estatua mientras lo contemplaba, era simplemente un pene hermoso, más oscuro que su tono natural, grueso y el glande cubierto por el prepucio, los huevos que yacían debajo eran grandes y velludos.
Ambas bolas le columpiaban pasando sobre ellos ese hermoso trozo dormido rodeado de tanto vello negro; la verdad moría por tocarlo... incluso probarlo, pero era algo inculto.
Me fue imposible no excitarme ante tal visión y al estar en trusa era mas que evidente mi erección, con una mano traté de cubrir mi pene y con la otra abrí el cajón del buró para sacar las pijamas, fue cuando el padre volteó y se dio cuenta de mi erección.
—¿Te excita verme el pene Hernán?—Preguntó el padre Martín con ojos medio cerrados y voz que denotaba su borrachera.
—No, dije yo con voz temblorosa, ¿Cómo puede creer eso?—de nuevo intente disimular mi gran erección, el cual era algo imposible con la trusa blanca algo transparente.
—¡Vamos!, todos dicen que eres sincero y directo, vamos, mírame y dime la verdad, ¿Te gusta lo que ves?
—De acuerdo—dije yo—si, si me gusta padre, espero no asustarlo, no quisiera ser excomulgado por ello—Dije bajando la voz apenado.
—¿Que te ocurre Hernán?— me decía a mi mismo— ¿Donde está el chico rudo de hace unos días que no dejaba de retar e intimidar a los demás?
—Tranquilo, es nuestro secreto, continúa haciendo lo que hacías, yo solo dormiré mientras haces lo qué haces.
Se cubrió la cara con un brazo y me dejó hincado frente su pene dormido y desnudo ¿Era una insinuación? Tenía que comprobarlo.
Terminé de quitarle el bóxer que permanecían en sus talones asentados en el piso, abrió más las piernas y mi excitación se elevó en las nubes al ver esa línea de los testículos a las notas tan peludas.
Sin esperar a que dijera algo le agarré el pene y lo empecé a acariciar, fui bajando la piel para dejar al descubierto la cabeza de su pene, tenía un glande rosado, era tan pesada que caía de un lado Con facilidad.
Con la otra mano le acariciaba los vellos de su pecho, rápidamente su pene comenzó a crecer y palpitaba en mi mano, pronto alcanzó su máximo esplendor, debía medir alrededor de 19 centímetros— ¡¡¡Dios, qué pene tan hermoso!!! Tantas veces fantaseé con este momento, no podía estar pasando en realidad.
Tuve unas ganas enormes de probarlo y mientras lo pensaba creo que el padre me leyó la mente, estiró su mano hasta mi cabeza, me tomó del pelo y la llevó hasta su pene; wow era muy grueso, apenas y cabía en mi puño.
El solo olor de su pene me enloquecía, olía a hombre, a macho, saqué la lengua y la pasé por la cabeza de su pene, me gustó mucho su sabor y comencé a chupar poco a poco, primero la cabeza, luego bajé un poco mas, descendí hasta la mitad y el padre gimió, me empujó mas la boca y traté de meter todo su pene en mi boca pero no me cabía.
Empecé a meter y sacar su pene hasta donde me era posible, una mano seguía acariciando los huevos y con la otra jugueteaba con el vello de su pecho, la verdad no era la primera verga que chupaba, ya tenía algo de experiencia en ello.
El padre se movía suavemente empujando su pene dentro de mi boca, su pene se sentía duro y parecía que en cualquier momento iba a estallar, de pronto el padre metió una mano debajo de mi trusa acariciando mi trasero, sentí como una descarga eléctrica cuando introdujo un dedo en mi ano produciéndome placer y dolor a la vez por la falta de lubricante.
¿Te duele mucho Hernán? Preguntó el padre al darse cuenta que mi gemido no era tanto de placer.
—No padre, no me duele nada—mentí para que continuara con su labor, fue generoso y sentí su dedo ya lubricado con saliva.
Estábamos recostados en una posición del 69, pero él no estaba entretenido con mi verga dura, el estaba jugando en mi ano con un par de dedos mientras yo continuaba dándole placer con mi garganta y mi boca.
—Sigue así, sigue chupando mi pene, me gusta como lo haces, quiero darte toda mi leche—Escuché susurrar al padre Martín.
Yo muy obediente me di a la tarea de continuar dando placer al padre, el, luego de estar un rato con su dedo entra y sale de mi ano, pasó su mano hacia adelante, me bajó el trusa y agarró mi pene, lo empezó a acariciar con delicadeza, subía y bajaba su mano en una lenta y sabrosa masturbación.
yo estaba que no la creía, todo me parecía un sueño... Sentí que el padre estaba a punto de eyacular pues en su pene las venas parecían que estallaban, lo saqué de mi boca y decidí solo acariciarlo muy despacio, el seguía con su labor de masturbarme y yo también sentí que en cualquier momento eyacularía así que sin mas preámbulos le solté:
—Padre, quiero sentirlo dentro de mi— le dije en una voz apenas tangible; estaba tan excitado que todo lo que quería ya era sentir sus 19 centímetros entrando y rompiéndome el culo, hasta venirse dentro de mi.
—¿Quieres que te penetre?— Dijo el padre, no quiero hacerte daño y...
—No se preocupe padre, dije yo sin esperar que terminara de hablar, yo se lo que quiero y eso es justamente lo que quiero—¡¡vamos padre, penétreme!! Pensaban mis demonios interiores.
Como el padre no se podía poner de pie debido a su estado de ebriedad, decidí llevar yo las riendas de la situación.
—Quédese boca arriba padre, yo me encargo de lo demás— le dije al momento que me subía encima de su cuerpo.
Me puse saliva en mi ano y me monté sobre su pene, al principio me dolió mucho y me costó trabajo que entrara la cabeza de su pene, pero poco a poco fui haciendo presión hasta que entró en su totalidad.
Sentir esos 19 centímetros dentro de mi me ponía a mil, el padre me tomaba de la cadera y acariciaba mi trasero a medida que yo cabalgaba, era enloquecedor sentir semejante pedazo de carne dura dentro de mi, ese calor me volvía loco y trataba de no gemir muy fuerte para que nadie escuchara.
Haber llegado hasta ahí con un párroco quien se suponía tenía completamente prohibido tales actos era muy excitante.
No aguanté las ganas de agarrar mi pene que estaba duro a mas no poder y el padre al darse cuenta quitó mi mano para masturbarme el mismo.
No hace falta morir para alcanzar el cielo pensé, me incliné un poco sobre el y con las manos jalé su cabeza hacia mi y pude probar sus labios por primera vez, fue un beso ardiente y corto debido a la posición en la que estaba.
Regresé a mi cabalgata con mas frenesí, pues sentía que el padre no tardaría en eyacular, el a su vez aumentó el ritmo de su mano sobre mi pene y casi al momento que eyaculé arrojando chorros de semen sobre su cuerpo sentí dentro de mi cuerpo como el arrojaba el suyo.
Una sensación de gran placer me invadió al sentir recorrer dentro de mi ese semen caliente que ardía en mi interior, sentí cada chorro dispararse en las paredes dentro de mí.
Las piernas del padre se cruzaban con cada disparo; ambos intentamos no gemir, mi leche estaba esparcida sobre los negros vellos de su pecho, en unas líneas blancas que iban de su ombligo hasta parte de su cuello. Incluso alguna gotas cayeron en sus labios, pues noté que con su lengua saboreaba algunas gotas de mi blanco néctar.
Permanecimos quietos durante largo rato, no quería moverme pues deseaba que el pene del padre no saliera de mi ano, inevitablemente su pene comenzó a perder dureza y tamaño hasta que se salió de mi.
Me levanté, fui al baño a buscar papel higiénico para limpiar el pecho del padre que estaba lleno de mi semen, el no se había movido para nada y creí que estaba dormido, lo limpié iba a ponerle su pijama, vestirme e irme a mi cama cuando me dijo.
—¿Por que tienes tanta prisa en irte Hernán? ¿No te gustó? ¿Tan mal te la has pasado?
—No padre, solo pensé que ya se había dormido, y que era mejor dejarlo descansar.
—No me pongas la pijama ni te vistas, quiero que te duermas conmigo así, desnudos los dos.
Obedecí, me metí a la cama con el, lo abracé y volvimos a besarnos, su mano comenzó a jugar de nuevo con mi pene que al instante se puso duro de nuevo, toqué el suyo y estaba igual que el mío.
—Por¿lo visto no vamos a dormir verdad? Le dije mordiendo suavemente sus labios.
—¿Dormir? Se sonrió ¿Quien piensa en dormir si aun nos falta mucho por hacer?
—¿No piensa gastarme en una sola noche, verdad padre?
—Mijo, aún te quedan 5 años y meses aquí, ¿Crees que será la única vez que vayamos por vino? ¿Además yo te dije que estaba para servirte en lo que fuera, sin excepción de nada ¿Lo recuerdas? Desde ese día intuí que esto es lo que tu querías, y mi deber es cumplir con mi palabra.
—Como usted mande padre, usted es el sacerdote y yo el seminarista, mi deber es obedecerlo—Dije muy cerca de sus labios, que ya estaban preparados para recibir el segundo round.
Tuvimos sexo nuevamente, fue tan intenso como la primera vez, dormimos un rato, aún que no tan tranquilos cuidando la hora para no ser descubiertos; bajé a eso de las 5 am antes que todos despertaran, para no levantar sospechas.
No antes de despedirnos con un beso tan apasionado que dejara mía labios tan raspados de su barba de tres días, con la promesa de que no sería la única vez.
Que rico relato
Siempre he tenido esos decesos de estar con un sacerdote y hace ocho días estuve en misa y el sacerdote nuevo está muy pero muy bueno pero no se cómo insinuarme
Eso si. Me encantaría descubrir tener sexo con algún sacerdote hoy día.
Yo de crio . Sobre mis 16 años estuve con un cura, solo una noche. Él me siguió buscando, hasta en otra ciudad. Él sabía trabaja y vivía en valencia, españa. Y me busco, le di de lado, pues no tenía claro lo que quería, sexualmente. De Lo cual a muchos años después. Como me arrepentí, de no repetir cuando me busco. Hubiese sido una hermosa historia. . Más yo mismo la cambié. Sería mi destino .
Es mi fantasia, estar con un sacerdote, alguien conoce alguno en Guadalajara o zapopan q m contacte con el, o donde contactar alguno? Dejame informes