¿Recuerdan la primera vez que se masturbaron? ¿Pueden recordar precisamente que o quién despertó esa sensación? Yo la recuerdo bien, era apenas un adolescente, recién egresado de sexto de primaria. Me sentía todo un gallo con el pecho inflado; orgulloso de ya no ser un niño. La palabra “Adolescente” se vuelve un nuevo estilo de vida. Nuevas experiencias, sensaciones en tu cuerpo, sobre todo dudas y cambios que atormentan tu curiosidad. Bueno, regresemos a mi cuestión <<¿pueden recordar por quien se masturbaron por primera vez?>> Mi respuesta es “definitivamente si” ¿como
Olvidar a Emiliano? Llegó en el momento exacto en el que descubrí la excitación; en el que los ojos despiertan, y retiran esa telilla que cubría el morbo de la visión.
Y se preguntarán ¡¿quien es Emiliano?!! Bueno, digamos que es la persona que inauguró mi cuerpo. Pero ¡vayamos lento! primero retrocedamos el tiempo para poder explicarles bien: En ese tiempo solíamos ir los fines de semana a casa de mi abuela. Ahí se reunía toda la familia; papá, su hermana, y mi tía Carmen; la más pequeña de los tres. Mi familia no era tan extensa del lado de papá. De hecho sólo tenía dos primos por parte de la hermana mayor de mi padre. Aun así, todos disfrutábamos de esas reuniones; sobre todo por la alberca.
Pero ese día, todo cambio. Llegamos y corrí a abrazar a mis abuelos. Siempre salían a la puerta para vernos bajar del vehículo. Para ellos era una fiesta ver llegar a sus nietos. Pasamos a la cocina y mientras revisaba el refrigerador, como era de costumbre, escuché a mi abuela contarle a mi madre del nuevo novio de mi tía Carmen. Y ese era el famoso Emiliano. El nuevo novio de la hermanita de mi papá. Ambos tenían la misma edad <<26 años>> se habían conocido en la universidad; y tenían muy poco cómo novios.
Creo que jamás podré sacar esas imágenes de mi cabeza. Ese primer contacto visual que te hace estremecer, sentir cosquillas por todo el cuerpo, y esa primera atracción que rompe dentro de tu cuerpo como una tormenta de mariposas; el morbo que castiga a tus ojos; una tortura exquisita que te invita a mirar disimuladamente un poco más.
Esa media mañana, salimos a la terraza para saludar. Tía Carmen y Emiliano estaban sumergidos en la piscina; mamá se acercó a saludar. Y yo con ella. Mi tía me invitó a entrar al agua, y no lo pensé dos veces. Mama no estaba muy convencida, pero su cuñada se ofreció a vigilarme, en lo que ellos preparaban la comida.
Pronto me instalé. Me coloqué unos shorts playeros y me di tremendo clavado. Mi tía me presento a quien sería mi futuro tío. Extendió su mano y me dio un fuerte apretón. Tenía unas manos muy fuertes, se notaba el trabajo rudo en ellas. Se presentó y comenzaron a cuestionarme; pronto estuvimos cómodos bajo la sombra de la confianza que ya habíamos establecido.
Emilio era muy agradable, sociable, y tenía una labia increíble. No por nada estaba estudiando leyes. Tenía unos ojos muy bonitos; de esos que te atrapan con la primera mirada; unos penetrantes ojos color café oscuro; como dos canicas expresivas. Le acompañaba una sonrisa blanca y pronunciada con un par de hoyuelos en cada extremo de los labios. Era muy fácil obsequiarle tu confianza; hasta ese momento solo había observado lo lindo que se miraba de las clavículas al pelo; un cabello ondulado y oscuro como la noche. Radiaba la luz del sol.
Tía Carmen nos reto a tirarnos un par clavados para demostrar quien era el mejor en ello. ¡Vaya par de tontos! No sabían que yo era el rey de los clavados. Emilio se negó un poco, no entendí por qué; pero con un par de besos y unas sonrisas coquetas mi tía logró convencerlo. Entonces ahí ocurrió esa imagen que jamás podré olvidar; de la que les hablé hace un momento.
Emilio se recargó del borde de la piscina y se impulsó para salir, la presión del agua le bajó un poco los shorts, pude ver esa raja morena tan lampiña y tersa; unas nalgas realzadas. Era de de pantorrillas normales, piernas bien trabajadas, y sobre todo algo velludas. Su piel morena brillaba como si hubiera sido bañada en cobre; su torso era bastante normal; vientre plano, pectorales normales, muy lampiño, brazos largos. Atlético y delgado. Pero lo que en realidad llamo mi atención, fue el bulto marcado sobre látela húmeda que saboteaba sus partes íntimas. ¡Hasta un ciego habría notado que recién había tenido una erección! Su tamaño lo hacía más evidente. Para mi, fue como recibir una tonelada de calor sobre mi piel.
Y así fue como ocurrió el primer contacto con Emiliano. Así fue como nació mi gusto por los hombres morenos; pero sobre todo las infinitas ganas y la obsesión de mirar bajo las prendas que cubrían la desnudez de mi tío eventual. Moria de curiosidad, intenté una y otra vez rosar sus piernas, sus valgas y su bulto. Tuve excito más de una vez. Por las noches mi cabeza estallaba con los simples recuerdos. Era imposible no masturbarme pensando en él.
Pasaron algunos años y Emiliano se adaptó muy bien a la familia, con el paso de los años se volvió un integrante más. Pronto se convirtió en el favorito de mis primos y tíos; pero nunca me bajaron del trono, siempre fui su consentido; sabía cómo conseguir lo que quería, era el amo de la manipulación desde adolescente. Ser hijo único te obsequia algunos dotes, y vaya que los supe aprovechar.
Para cada verano la familia preparaba un viaje. Era costumbre, y casi una obligación que todos asistiéramos, era una linda tradición que entre hermanos organizaban, con la finalidad de convivir con mis abuelos, disfrutar de lo hijos, y olvidarse un poco de la rutina. Para mis primos y yo era lo mejor que nos podía pasar. Ese año habían escogido la Riviera Maya. Todos los años habían sido bosques, campamentos familiares y algunos lagos. Era La primera vez que iríamos todos juntos a una playa. Pero lo que me tenia más emocionado era ver a Emiliano en traje de baño.
Para ese entonces habían
transcurrido casi seis años desde que el llegó a la familia. Los sobrinos y no éramos tan niños; yo por ejemplo ya tenía 18 años recién cumplidos, mi primo mayor ya tenía 25, la edad con la que conocimos al novio de mi tía Carmen. Y Emiliano ya tenía 31 años, casi por cumplir los 32. Y junto a lo años los cambios físicos también hacen efecto. Yo por ejemplo había quedado de buena estatura <<1.79 metros>> era un chico muy guapo gracias a l genética de mis padres. Me había obsesionado con el ejercicio, tenía un cuerpo bien formado, sobre todo un culo muy trabajado; acompañado de unas piernas fornidas y cuerpo que me hacía sentir muy orgulloso.
De la misma forma el cuerpo de Emilio había cambiado. No tanto como el mío. Tenía un cuerpo más maduro, tenía algo de barba, aun que la mantenía muy rebajada, apenas creando una sombra. Su cuerpo había engrosado un poco; no me refiero a gordo. Más bien es ese grosor que llega cuando te vuelves adulto. Se miraba más que bien, aún conservaba su cuerpo atlético, pero con algo de panza. Muy sutil. Para mis ojos era perfecto para generar un mar de hormonas. Siempre le traje unas ganas enormes a Emiliano.
El plazo de espera venció y nos fuimos todos a la Riviera Maya. Todos estábamos muy emocionados. Solo hubo un problema al llegar; nuestra reservación había tenido algunos problemas; por lo que nos ofrecieron el cambio de algunos cuartos. Sin hacer tanto problema, nos adaptamos. Algunos cuartos eran cuádruples y otros para dos personas. Al final y por azares del destino de entre mis cuatro primos, yo quedé solo para una habitación, y de una u otra forma Emiliano y mi tía Carmen tendría que comparto habitación con mi otra tía y su esposo. Así que su intimidad se vio arruinada. Para mi buena suerte el cuarto que me tocó tenía vista a la playa, un baño increíble y demasiado espacio para mi solo. Estaba desempacando y mirando todo lo que traía la habitación para mi, cuando tocaron la puerta.
—¿Que haces aquí?—Pregunté.
—Me mandaron por tu tía. Dice que se quedarán chicas con chicas y lo hombres a parte, pero no quiero dormir con tu tío y tu papá; le propuse mejor venir a violar tu intimidad. Ella dijo que no querrías, pero insistí—Dijo Emiliano mientras pasaba al interior—¡Pero si tu te sacaste la lotería con todo esto!
—“Había” tiempo pasado.
—¡Que cabrón eres! ¿Entonces no quieres que me quede contigo?
—Es broma. ¿Que pan hay para hoy?
—Pues. Primero la playa. Así que vete cambiando, que quedamos en vernos abajo para ir juntos.
Mientras el desempacaba su maleta, yo pasaba lo canales de la televisión sin dejarlo en un canal fijo. Entró una llamada al teléfono de la habitación. Era mi tía Carmen para decirnos que no tardáramos en bajar. Me puse de pie, me bajé los pantalones y mientras buscaba unos shorts, noté que a Emiliano algo le estaba ocasionando gracias.
—¿Que? ¿Que hice?—Pregunté para resolver mi duda.
—Nada, nada...
—Es que de algo te estás riendo.
—Es que estás muy culón. No me había dado cuenta hasta que te mire de cerca.
¿Así que se había fijado en mi par de nalgas? Esa era buena señal. Reí un poco, he hice como que no me importo, pero en realidad, no podía dejar de pensar en cómo seducirlo ahora que lo tenía en un cuarto solo para mi. Mientras él buscaba su ropa, ande un rato más por la habitación luciendo mi lindo cuerpo casi desnudo. Me inclinaba a propósito para que mis calzones se entallaran en mi trasero. Sabía que de una u otra forma le llamaría la atención.
Me sorprendió cuando se bajó sus pantalones frente a mi. Traía uno de esos bóxers súper pequeños, apenas le cubría las piernas, y le remarcaba muy bien el bulto y las nalgas. Tampoco el estaba nada mal. Se puso unos shorts y me apuró para ir abajo con los demás. Para mi, fie un estimulante verlo con la tela mojada. Deseaba que se le pusiera dura como aquella vez en la piscina. Quería tener algo para poder masturbarme en la noche.
Pasó el día y después de cenar comenzaron a ponerse de acuerdo en cómo se desvelarían los adultos. Los caballeros querían ir a un bar, y las chicas querían ir a una discoteca a bailar. No se ponían de acuerdo, así que despidieron dividirse; después de todos estábamos de vacaciones. Mis primos y yo nos fuimos a las piscinas, y por esa noche, no conté con Emiliano. Aun que de algo estaba muy seguro. Llegaría ebrio, su mujer estaría fuera de sus brazos. Con tantos culos que mirar, seguro estaría caliente. Quería idear una manera para tener sexo con el. O al menos, quería tocarlo mientras dormía.
Mis primo y yo regresamos a los cuarto como a las dos de la mañana. Nos despedimos, y yo caminé hacia mi habitación. Era un cuarto hasta muy arriba. De hecho estábamos algo apartados de las otras habitaciones. Seguía pensando cómo llevar a cabo mi plan. Terminé de bañarme, tenía la verga muy dura, pero no quería masturbarme hasta después de esa noche. Quería guardar mis ganas para lo que vendría. También pensé en tener mi culo expuesto para cuando el viniera. Me coloqué una trusa blanca para que resaltara mi culo; aun que también pensé en hacerme al dormido, durmiendo de espaldas y con las nalgas desnudas.
Prepare todo para que así fuera, fui a mear antes de acostarme. Mientras me lavaba los dientes miré que los bóxers que tenía Emiliano puestos en la mañana, estaban colgados en un gancho. Inmediatamente mi instinto me obligó a olfatearlos ¡olían a él! A hombre, a macho sudado. Examine un poco la prenda, tenía unas manchas de lubricante. Pude imaginar que se excitó en varias ocasiones poniéndose húmedo. Busqué el espacio donde su verga y sus huevos se acomodaban, aún guardaban el buen tamaño de su zona íntima. Volví a espirar con la nariz ese seductor hedor, lamí un poco con la punta de la lengua, suave y delicado imaginando que los traía puestos.
—¿Que haces con mis bóxers?—Había olvidado que dejé la puerta del baño abierta, y la principal no hacía ruido al ser abierta. Nunca me percaté cuando Emiliano entró al cuarto; menos cuando ingresó al baño. Me puse algo tartamudo, y nervioso. Respondí lo primero que me vino a la mente.
—Pensé que eran míos.
—¿Como van a ser tuyos? ¿No ves el tamaño del bulto? ¡Te van a quedar flojos! ¿No ves que soy de pito grande?
Y esas palabras solo aumentaron mi ritmo cardiaco. Sentí como mi verga reaccionó a sus palabras. Quería descubrir si era cierto lo que decía.
—Bueno salte. Que voy a mear y a bañarme—Sugirió.
Para mi hubiera sido perfecto bañarme con él. O simplemente ser espectador de su cuerpo desnudo. Pero no fue así. Tuve que salir y hacer como si nada. Aun así mi plan seguía en marcha.
Me tirémoos la cama y me recosté de tal forma que me asegurara de que miraría mi culo en trusa. Al salir me preguntó algunas cosas, nada relevante. Vi que nada funcionó, así que me giré para mirarlo. Tenía la toalla enroscada a su cintura, noté que se rasuraba por completo, tenía algunos pelillos saliendo, y al caminar la verga se le tambaleaba dejando a la imaginación su grosor y lo larga que la tenía.
El día siguiente desperté con los primeros rayos del sol. Estaba algo aturdido; me dormí tan profundo que olvidé por completo mi plan. Miré a Emilio, seguía con la toalla al rededor de su morena cintura.
No estaba acobijado, el calor de esa parte del país es abrasador. Noté que la toalla estaba sobre alzada con la enorme erección ¡tenía la verga parada! Me moría de ganas de alzar la toalla y mirarla, tocarla. Incluso chuparla. Tenía la duda de cómo se sentía ser penetrado. Solo observé un rato. Me puse de pie tratando que los rechinados de la cama no lo despertaran. Me paré junto a él. Estaba muy cerca del borde de la cama. Estire mi mano y con la punta de mi dedo toqué con delicadeza. Hundí un poco el trozo, y al soltarlo rebotó para regresar a su firmeza. Dio un par de saltos tras la tela; lo hacía cada par de segundos.
No sé si estaba despierto, pero quise arriesgarme un poco más. Lentamente sujeté su grosor, y la oprimir; la respuesta fueron unas palpitaciones en mi puño. Eso me puso muy caliente; tomé la tela con mucho cuidado y comencé a levantarla lentamente. Cada ves que descubría una poco más de piel, mi corazón rompía más fuerte contra mi pecho. Una verga larga y gorda saltó liberada. Era morena, estaba circuncidado, tenía unos huevos muy depilados, estaba muy depilado incluso al rededor de su verga. Era un mástil apuntando hacia el techo, con una cabeza morena inflamada. Tenía venas muy gordas, y unas gotas de lubricantes cayendo por el tronco. Un viscoso y transparente líquido que pedía a gritos ser recogido con mi lengua.
Estaba por tocársela cuando el teléfono del cuarto timbró. Apenas me dio tiempo para disimular, para cuando sus ojos se abrieron. Me encontró ahí postrado a unos centímetros de él, era la segunda ocasión que me atrapaba en una movida extraña. Fingí que me estiraba, como si apenas despertara. Pero la erección de mi verga no era algo que pudiera disimular; también tenía una buena herramienta. Emiliano se cubrió con la toalla, y respondió el teléfono. Al colgar me dijo que era mi tía Carmen.
—¡Como joden! Estoy bien crudo. Juraría que sigo pedo aun. ¿Hay agua?—Caminé al pequeño refrigerador y le di una cerveza.
—Con esto se te quita.
—¿y tu como sabes eso?
—¿Quien crees que se bebió casi todas las cervezas de cortesía?
Le dio algo de gracia; seguimos platicando, y mientras bebía me informaba que nos verían en una hora abajo para ir a desayunar. Notaba cómo disimuladamente se oprimía la verga. Pude darme cuenta que seguía duro. Llevábamos pocas horas de sueño, era imposible que el alcohol se hubiera cortado tan rápido. Se puso de pie, miró su reloj. Tenía una puta verga enorme que alzaba la toalla. Le valió madres que lo viera, entró al baño, lo escuché mear. Luego comenzó a buscar algo de ropa para bañarse. Sin querer la toalla calló al piso, y al inclinarse a recogerla las abogas se le abrieron dejando mirar su ano. No hizo nada para cubrirse, solo tomó otro sorbo de la cerveza, y caminó hacia la ducha. Sus valgas daban un espectáculo con ese meneo; tenía unas piernas muy formadas y sobre todo esa verga descomunal entre sus piernas.
Dejó la puerta abierta. Encendí la tele pero no podía concentrarme; escuché la regadera; el ruido del agua me había imaginar lo rico que debía verse; seguro se estaba masturbando. Tomé valor ¿que más podía pasar? Camine lento, respire y pensé un par de veces deteniendo la puerta, golpeé dos veces y pregunto ¿qué pasaba?
—Voy a entrar a mear. No aguanto.
—Termino pronto—Respondió. Pero no podía perder mi oportunidad. Entré y noté lo empañado que estaba el cristal de la ducha. Aun así su silueta se miraba detallada. Miraba ese duro pene. Me saqué la verga, pero no podía concentrarme para orinar. Estaba muy caliente y sobre todo muy ansioso.
Me bajé la trusa, la hice a un lado, y sin darme tiempo de arrepentirme me introduje a donde él estaba. Vi su cara de sorpresa.
—¿Que verga haces aquí? ¿No que ibas a mear?
—¡Ya! No te amargues. Solo es para ahorrar agua y tiempo. Así puedes luego dormir cinco minutos más.
Se que fue la excusa más pendeja que pude inventar; pero valió la pena. Me acomodé en el espacio. Seguía muy duro; tenía que sacar el tema a flote.
—Vaya que no se te baja con nada.
—Cuando bebo me pongo muy caliente. Es algo así como mi viagra. Así que hazte para ese lado o nos vamos a dar unos espadazos—Bromeó cuando se dio cuenta que yo igual estaba tan duro como el.
Comencé a enjabonar mi cuerpo, era inevitable tener contacto. Le daba la espalda para que mi culo le rosara; era sutil, pero muy provocativo. Esperé a que se enjabonara la cara; entonces aplique la técnica del jabón. Dejé que cayera, y lo hice saber de manera obvia. Me incliné asegurándome que mi culo quedara abierto y entre su duro miembro; sentí el duro pedazo rosar toda la línea hasta mi ano. Fingí no poder recogerlo, y mientras más me mantenía inclinado, sentía como su verga se acomodaba detrás de mi.
Se sentía una tensión enorme. Ninguno de los dos sabía que decir. Me enderecé nuevamente, pero su verga seguía acomodada entre mis nalgas, su cuerpo estaba muy ce en a del mío. No emitimos ninguna palabra; me moví un poco para sentirla puntear contra mi culo. Escuché su respiración algo agitada, era un silencio incómodo entre los dos; hasta que decidió romper el silencio dejando caer nuevamente el jabón.
—¿Me pasas el jabón? Se te cayó otra vez—Entonces entendí la indirecta. Me incliné nuevamente, nuevamente me tardé en recogerlo, pero ahora sentía la fuerza de su cuerpo empujando contra mi. Era obvio que deseaba meterme su enorme verga; y a pesar de ser Virgen, yo deseaba sentirlo muy dentro de mi.
Escuché como oprimía el recipiente de jabón para ponérselo en la mano. Me sorprendió con su dedo tallando por toda mi raja concentrándose en mi entrada. Puso sus manos sobre mis caderas y comenzó a traerlas hacia el con fuerza. Tiré mi espalda hacia él, con la la espalda baja muy arqueada; sentí su fuerte respirar cerca de mi nuca.
—¿Quieres que te coja cabrón?
—Si, desde siempre—Dije susurrando.
—Esto no está bien pinche Miguel. Si se entera alguien me mandan a castrar.
—Nadie lo sabrá si no lo contamos.
Mientras me hablaba sentía sus enormes manos recorriendo mis nalgas; las manipulaba. Seguía susurrando cuando sentí uno de sus dedos entrar; lancé una suspiro.
—¿Te gusta tenerla dentro?
—No lo sé. Podemos describirlo.
Entonces sacó su dedo y lo metió nuevamente, pero con más fuerza; se sentía muy rico.
Estuvimos un par de minutos así; mi culo estaba siendo dilatado por sus grandes dedos. Me dijo que me recargara de la loza de frente; bajó hasta mis nalgas y sin aviso comenzó a besar, chupar e introducir su lengua una u otra vez sobre mi ano. Metía un dedo, luego dos, y nuevamente su lengua iniciaba el circuito. Fue la primera y la mejor mamada de culo que pudieron darme. Estaba pidiéndole a gritos que me rompiera en dos.
—¿Quieres que te la meta? —Preguntó nuevamente con una voz más seductora. Respondí que si con la respiración entrecortada. Continuó dilatándome, su dedo no dejaba de jugar y hacer presión con la punta para introducirse, gemía cada vez que lo sentía entrar hasta el fondo; tenía mi verga a reventar, estaba tan dura e inflamada como jamás la vi. En algún momento me había metido los dedos al culo; pero esto era otro nivel. Sentir su lengua girando dentro de mi, sus manos abriendo mis nalgas, y su par de dedos intentando entrar una y otra vez, me estaban volviendo loco.
—¿Te gusta?—Me preguntó.
—Sí, si me gusta. Y mucho—Respondí entre gemidos. Con mi respuesta se dio el permiso de continuar. Al principio sentí un poco de dolor, pero la excitación que estaba sintiendo cada vez que volvía a introducir, me había disfrutarlo más. Al grado de casi pedirle a gritos que me penetrara ¡ya!
Estaba a nada de venirme. Pero justo a tiempo Emiliano se detuvo para dejarme descansar unos segundos. Estaba muy agitado y el agua no dejaba de caer sobre nuestros cuerpos calientes. Tomó mi cadera, se puso de pie, me tiro para atrás para oler mi cuello, y recuerdo muy bien sus palabras —¡No te la vas a acabar cabrón!—Colocó su verga entre mis nalgas, mi culo moria por succionar su enorme y gorda polla; por fin mi sueño se estaba haciendo realidad. Tomó mis caderas con ambas manos y con fuerza comenzó a impulsarse, al principio su verga no entraba, era demasiado Virgen aun como para tener el culo tan dilatado a su grosor.
—Respira, relájate, te va a doler un poco, pero te va gustar—Hice exactamente lo que dijo. Y tuvo toda la razón. Introducir ese enorme pedazo de carne ¡dolió un chingo! presionó, y presionó más y de pronto sentí como de golpe entraba su enorme cabeza, abriendo y desgarrándome el culo. Fue un dolor tan fuerte, que quería gritar y llorar, era un dolor insoportable. Pero una vez que estuvo dentro, el placer se duplicó por mil.
Me la metió como por veinte minutos. Vaya que tenía aguante. Sentía como me perforaba, era un dolor placentero. Sentí sus uñas incrustarse en la piel de mi espalda cuando estaba por venirse. Me tenía con una pierna al aire, mis manos me soportaban en el muro de frente. Emitió un fuerte grito cuando se corrió dentro de mi. Podía sentir su semen caliente llenando mis entrañas. Fue tanta la excitación, que me vine sin tocaré, al mismo tiempo que él seguía embistiéndome con sus últimas fuerzas, mi verga expulsaba semen. Dejé la loza del baño lleno con mis mecos. Así como Emilio dejo mi culo lleno de su blanca leche.
Salimos los dos para cambiarnos. Totalmente desnudos, era la primera vez que miraba a un hombre desnudó de frente. Aun podía sentirlo dentro de mi, era una sensación extraña. Caminó a mi y mientras se colocaba el bóxer, lo miré un poco contrariado.
—Nadie se va a enterar de esto ¿verdad?—preguntó serio.
—¿por que tendrían que saber?
—No se, solo es una promesa que quiero que me hagas. ¿Entonces?
—¿Quieres que te prometa que nadie sabrá qué me diste la cogida más rica del mundo?
—Así es. ¿Cuento con eso?
—Claro... si me prometes tu, que me lo harás cada que tenga ganas.
—Es un poco complicado. Soy novio de tu tía, y como habrás notado, siempre esta conmigo.
—Entonces tendrás que ingeniártelas.
Fue todo lo que dije. Yo ya estaba listo para bajar a desayunar. Lo dejé con la duda, con la intriga de cual sería mi siguiente acto. Para su mala suerte ahora comía de mis manos. Y tenía mucho que disfrutar antes de regresarle la seguridad de que nada malo ocurriría. No tenía pensado decirle a nadie <<obviamente>> pero era divertido saber que él dependía de mi boca cerrada. Quería asegurarme de disfrutarlo tanto como pudiera, antes que él pudiera negarse.
Bajamos. Ya todos estaban en los comedores; nos habían separado un lugar. Salude a mis tíos, a mis primos y a mis padres. Me preguntaron cómo dormí. También preguntaron por Emiliano. Les dije que el estaba bañándose. No tardó en aparecer, saludó a mi tía con un beso de pico; estaba sentado frente a mi. Nos fuimos levantando para servirnos del bufete, y hubo un momento en que nos quedamos solos los dos en la mesa en lo que el resto se servía. Me miró intentando comunicarse con sus ojos. Pero yo quería seguir jugando con el. Estire mi pie y palpe su bulto. Intentó quitarme el pie, pero pudo más el morbo, pude sentir cómo se le ponía dura. Mi gusto duró muy poco, pues no tardaron en volver a la mesa.
—No vuelvas a hacer eso. Nos pueden ver—Me dijo mientras se servía en la barra de comida. Nuevamente no dije nada, solo le sonreí. Y volví a la mesa. Más tarde fuimos de nuevo a la playa. Y la noche llegó nuevamente. Esta vez me dejaron ir con los adultos a la discoteca; todos se estaban poniendo muy ebrios. Estuvo muy divertido, pero lo que yo quería era estar montado nuevamente sobre Emiliano.
Me adelanté a el cuarto. Me di un baño, me perfume y me recosté totalmente desnudó con las blancas al aire, me hice al dormido, sabía que Emiliano no tardaría en llegar. Para mi buena suerte, sabía que de nuevo se le habían pasado las copas. Estaba seguro que llegaría tan caliente como la noche anterior. Pasó un buen rato, incluso el sueño comenzó a vencerme; más bien me ganó. Fueron sus mano acariciando mis nalgas las que me despertaron. Las acariciaba con ternura, las abría, y las oprimía. No quise moverme, quería que pensara que andaba muy dormido, se lo morboso que llega a ser eso.
Dejé que jugara conmigo todo lo que quisiera; sentí sus dedos húmedos con saliva ir abriendo espacio entre mis nalgas, nuevamente sus dedos empezaron la dilatación, sentí su barbilla, y su nariz olfatear toda la línea; su lengua rozó con delicadeza mi ano; presionaba para introducirla, se sentía muy rico. Estaba listo para tenerlo dentro nuevamente. Introdujo su dedo bien humectado. Fue inevitable lanzar un gemido muy notorio. Subió su cuerpo para dejar su verga entre mis nalgas, hizo fricción entre ellas x podía sentir su caliente abdomen contra mi espalda baja, llevó su boca a mi cuello y susurró.
—¿Esto es lo que querías cabrón? !Aquí lo tienes otra vez!—Impacto contra mi culo su duro y gordo miembro, pero yo quería ir más lento. Me di la vuelta, y él se colocó entre mis piernas, no dejaba de moverse, sabía que quería penetrarme ya. Pero como dije, yo apenas estaba comenzando.
Le pedí que se recostara. No dudó en obedecerme. Lamí sus pezones lampiños como había votó en un sin fin de películas porno. Estaba listo para probar mi primera verga. Así que baje hasta entre sus piernas. Besé todo el camino hasta llegar a su polla. Estaba tan dura, tan gorda, y tan pesada; corría líquido de la punta, fue lo primero que recogí con la lengua. Luego la masturbe un poco. Me impresionaba su tamaño, y me enamoraba de su olor a macho. Me metí la punta a la boca, la chupé como un caramelo.
Escuchaba cómo gemía. Luego me la metí un poco más. Apenas y cabía en mi boca. Pero me comporté como un experto. Abrí grande y la tragué hasta el fondo. Me gustaba ver sus venas tan gruesas, como palpitaba en mi mano, y esa horda y roja cabeza que no dejaba de escupir lubricante. Bajé por sus huevos, y el levantó las piernas para darme mayor alcance, el olor de esa zona era tan excitante. Pude bajar hasta casi llegar a su culo, me dejó lamerle hasta donde me propuse. Nuevamente volví a su verga y después de disfrutarla por un rato, subí hasta quedar librado sobre el. Me incliné hacia su cara y bese su cuello mientras con mis caderas le daba un masaje sobre la verga.
Mi boca recorrió su barbilla, y no hizo nada. Luego subió hasta su su mejilla y bese suave. Me arriesgué a besar sus labios y ahí si hubo una reacción. Pero fue a mi favor, por que correspondió a ese beso. Al mismo tiempo que nos besábamos, con su mano dirigía su miembro a mi caliente entrada. Se impulsó con fuerza, y yo solo dejé caer mi cuerpo para ser penetrado. Estaba tan caliente que esta vez ni siquiera sentí dolor al introducirse en mi. Comencé a moverme de arriba a abajo. Cada vez que llegaba al fondo mis ojos se ponían en blanco. Miraba cómo cerraba los ojos y gemía con cada metida. Estuvimos unos quince minutos en esa posición. Luego me acostó en la cama frente a el, sujetó mis piernas y las respaldo sobre sus hombros. Se miraba increíble desde esa vista.
Su verga se veía muy retadora, su cuerpo, sus gestos. Todo era parte de una imagen tan provocativa. Sin avisarme me la dejó toda adentro. Abrí la boca por el impacto, blanqueé los ojos y apreté fuerte las nalgas. Sus embestidas comenzaron a ser cada vez más fuertes; por respeto a los otros inquilinos no grite de la excitación. Pero seguro escucharon como la cama rompía contra la pared. Fue una cosa impresionante. No tardamos tanto en venirnos. El dentro de mi, y yo sobre mi pecho. Concluyó con un beso. Estábamos muy cansados. Tomamos un baño y dormimos en la misma cama.
Totalmente desnudos. Repetimos las cogidas todas las mañanas, todos los almuerzos, y en las noches después de la fiesta me daba el festín más grande del día. Así durante el resto de las vacaciones. Emiliano fue mi primera vez; aun cuando lo recuerdo puedo sentirlo dentro de mi. Al final se casó con mi tía. Y oficialmente ahora es mi tío. Desde luego que hemos vuelto a coger. Es más complicado; quizá pasa una vez al año. Cuando nos miramos en las fiestas familiares, hay una mirada que perdura unos segundos, esa que dice “siempre serás mi secreto” y así es la vida. No siempre podemos tener todo lo que queremos. Al menos, no para siempre.
Fin.
DERECHOS RESERVADOS.
Queda prohibido copiar, reproducir, distribuir, publicar, transmitir, difundir, o en cualquier modo explotar cualquier material de este sitio sin la autorización previa por escrito de HomoRelatos y su escritor. Usted no podrá remover o alterar ninguna parte del texto o leyenda de Derechos de Autor o la que manifieste la autoría del material. El plagio es un delito. Cod. penal Art. 270 a 272.
Súper relato, siempre termino mojado
Excelente relato...quedé esperando el resto....
Dios q relato tan excitante es lo mejor m moje sólo de imaginar toda la historia. Felicidades.
Yo no tengo primos, ni tíos vergones ni buenotes son feos y de verga chica. Yo tuve sexo con. Un compañero de trabajo de 19 años con una vergota, solo le hice sexo oral 😭😭😭😭
Muy buen relato