No sé cómo comenzar esto sin parecer un completo hijo de puta. Viví tanto tiempo luchando contra mis demonios internos, que al final creo que liberaron la batalla a su favor. Intenté contenerlo y mantenerlos encerrados; la mejor forma de no dejarlos salir, fue ignorarlos. Pero creo qué hay intenciones que no puedo detener, y esas son las que no me pertenecen. Las que están en otro cuerpo. En un cuerpo en el que el morbo ha ganado la batalla; en una mente que ya no piensa con racionalidad. Una persona que ya no ve con los ojos, que ya no piensa con la cabeza, una persona que actúa bajo los impulsos sexuales. Manipulado y cegado por las ganas infinitas de coger, sin medir los límites entre lo que está mal, y lo que es correcto.
¿Alguna vez sintieron atracción por algún familiar? ¿Algún amigo con novia? Bueno, yo también. Y si pasara algo, después de subirse los pantalones, todo queda olvidado, cada uno en su vida, bajo un secreto fácil de ocultar. Pero, en mi caso se trataba del papá de mi novio. ¿Como le ves la cara a tu pareja después de... ? Es lo que les quiero contar. Ya entenderán.
Con Paco tenía 7 años de noviazgo, una relación que comenzó a los 21 años. Bueno, él era un año menor que yo. Nos conocimos al inicio de la universidad, éramos de carreras distintas, era un campus muy grande, no había razón para conocernos, la posibilidad de cruzarnos era muy baja. Hasta que un día, en nuestro primer año, la escuela realizó su anual “Semana Académica” en el que cada división le enseñaba a las otras divisiones lo que hacían en sus carreras <<Una especié de intercambio interno>>
En la Semana Académica dio la casualidad que el grupo de Paco, le enseñaría a mi salón. Nos dieron un recorrido por sus laboratorios, unas muestras de esto, otras de aquello, pero lo que a mí menos me interesaba: era su carrera. Yo estaba muy clavado en aquel chico rubio de ojos azules que no dejaba de mirarme y ruborizarse cuando le sostenía la mirada. Sonreía dentro de mi, mi radar no podía estar fallado, ese chico me estaba coqueteando entre su timidez.
Al terminar la clase de muestra, lo esperé un buen rato hasta que salió del laboratorio.
—Ey, hola. —Le dije. Nunca conocí la vergüenza. Y no quería quedarme con las ganas de saludarlo. El se acercó, me saludo; y nos acompañamos a desayunar. Desde esa vez, Paco y yo compartíamos los descansos, y luego, un rato de compañía en lo que llegaba el autobus, después una cita en el cine <<Donde nos tomamos de la mano por primera vez>> luego el primer beso. Y meses más tarde, un día que le propuse no entrar a las clases, me le declaré en un parque zoológico, en el que habíamos ido a perder el día.
Y así pasaron los años. En una relación donde había pasado de todo. Dos rupturas, un año sabático. Pero fuera de todo eso, jamás por infidelidad. Ya a tus 28 años te das cuenta que todo era un pleito de niños. Mamadas e inseguridades de pubertad. La llevábamos muy bien, ambos trabajábamos, nos veíamos 3 veces por semana, o más. Salíamos juntos, por separado, solos. Había confianza, compartíamos amistades, las cosas estaban muy estables.
Un día, después de tanto, decidió abrirse con su familia. El vivía con su hermano mayor, y su papá. Su madre había muerto cuando él estaba más chiquito, en la secundaria si más no me equivoco. Les contó de sus preferencias sexuales, y desde luego, le contó de su noviazgo, el ya no quería guardar más esa parte, estaba en ese punto en el que es necesario salir y ser quien eres para disfrutar la vida. No hubo ningún problema, tanto su padre como su hermano le abrieron los brazos. Hasta organizaron una cena para conocerme, y eso se me hizo muy tierno.
Quedamos para la noche, me puse una camisa de vestir, un pantalón color azul que me acentuaba las nalgas, mi cuerpo estaba en su mejor momento, atléticamente. Y pues, siempre fui guapo, todo me quedaba bien. Me rapé al nivel en el que el cabello mide como 5 mm <<siempre llevaba el cabello muy corto o rapado>> me arreglé la barba. Me coloqué perfume, y fui hasta su casa.
Llegué, él estaba más nervioso que yo. Me hizo pasar. Apenas pasé a la sala, los dos ya estaban de pie con un gesto muy caballeroso de ambas partes. Su hermano, muy guapo por cierto, era menos claro que Paco, de cabello castaño, de ojos color aceituna, y una versión algo mayor que mi chico. De inmediato sentí ese click de hermandad. Su padre, un hombre de unos 47 años <<Quizá un poco más>> , una versión mucho más madura de mi pareja. Era como ver a mi novio con años encima. Y si así se iba a poner, yo estaba dispuesto a pasar el resto de mi vida a su lado; por qué el señor, estaba más que bueno, estaba hecho una bestia sensual.
Al hombre le asentaba muy bien la edad, tenía una playera polo blanca en el que los pezones se le transparentaban al igual que los pectorales, y el abdomen con una ligera panza. Un pantalón con buenas piernas, y el cabello cenizo con demasiadas canas.
Nos sentamos a cenar, la plática era muy amena. Tanto el señor como el otro chico eran tan agradables como su hijo. Mi suegro sacó un vino para brindar, su hermano había cocinado lasaña, y yo compré un postre para acompañar. Los cuatro estábamos muy a tono pasadas las horas. Al paso del rato la novia de Germán <<su hermano mayor>> se anexó la velada. Ya entrados en copas, el vino se nos había acabado. Por suerte en el auto tenía un botella, así que continuamos hasta pasarnos un poco del nivel de alcohol.
—Déjenme ir por el postre—Dijo David; el padre de Paco.
—Déjeme ayudarlo—Intervine.
—Nada de eso muchacho, tú eres el invitado—Insistí, y me levanté tras el.
—Llámame David; nada de Usted. Aun que seamos familia, eso me hace sentir más viejo.
—Si señ... David—Corregí.
—Hazle caso, o tendrás serios problemas con mi papá—Dijo desde la mesa Germán. Todos rieron.
Ni siquiera sé por que acompañé a David hasta el refrigerador donde el pastel aguardaba. No era para tanto. Pero me gustaba sentirme útil. Y quería dejar una buena impresión.
—Déjame llevar el pastel, y tu trae esos platos— me dijo Dave. Hubo un pequeño momento en el que quedamos algo justos en el espacio, no sabía si era el alcohol, pero juraría haber sentido muy cerca al padre de mi novio, roces de más, e incluso su mano en mi cadera. Y de lo que estoy muy seguro, un arrimón de su enorme bulto en mi mano.
Me sentí algo extraño y nervioso, aún que supe disimularlo bien. La cena terminó y al llegar a casa, Paco me dio una de las mejores cogidas de mi vida. Estábamos muy calientes por la emoción <<más el alcohol>> le chupé su gran verga rosa, y me penetró hasta correrse dentro de mi. La cama golpeó contra la pared brutal, seguro los vecinos debieron oír mis gemidos. Luego nos bañamos, se miraba tan guapo, tan sexy, sus abdominales marcados, sus nalgas redondas, y esa gran polla que nunca me dejaba mal. Su cabello rubio, y esos ojos azules; en un cuadro pude comprobar que se parecía en esos rasgos a su madre. Dave era más castaño que mi Paco, pero los ojos, la boca y la complexión, definitivo era herencia de su padre.
—¿que piensas? —Le pregunte a Paco, mientras se colocaba unos bóxers. Pensé por un segundo que hice algo en el sexo, o quizá se había dado cuenta de algo que le incomodó en la cena.
—Quería hablar de algo contigo... —De inmediato un silencio que duró segundos —Es sobre mi trabajo.
—Déjame adivinar, de nuevo tu jefe molestándote.
—No. De hecho no.
—¿Entonces?
—Me van a ascender —Lo extraño es que no había un gesto de felicidad. Bueno, solo se notaba algo serio.
—y ¿cual es el problema?
—Tengo que salir del país para capacitación. Pero descuida, ya lo pensé... no tomaré el acenso.
—¿y por qué no? No me digas que es por mi. Amor—me senté a un lado de él en la cama, puse mi mano sobre su pierna desnuda—Tienes que tomarlo, has esperado esa oportunidad desde que estás ahí ¿en qué estás pensando Paco? No te vas a ir toda la vida
—Cuatro meses... —Me miró.
—Yo te voy a esperar, no me iré a ninguna parte —Y esa noche, después de esa plática... hicimos el amor; no fue sexo, fue algo más romántico.
Al paso de dos meses Paco tuvo que tomar un vuelo a Francia. Jamás nos habíamos separado tanto. Había ido a capacitarse un par de veces. Dos o tres días dentro del país; en una ocasión llegué con flores hasta donde él estaba. Cuando entró al hotel, ahí estaba sentado en el pasillo, junto a su puerta. No suelo ser tan sentimental, fue con él con quien aprendí a ser detallista. Él lo era más, mucho más que yo. Tuve que enseñar fortaleza para que no diera la vuelta, era muy indeciso, era capaz de cancelar su vuelo. Así que nos despedimos, y contuve el aliento junto a las lágrimas. Su padre me oprimió el hombro, y por primera vez me llamo hijo:
—Volverá pronto. Cuatro meses pasan muy rápido. No estés triste hijo, sabes que la casa está abierta para cuando necesites algo. Puedes ir para sentirte en casa cuando quieras —Extendió la mano, y me entregó unas llaves <<De su casa por supuesto>>
Germán y su novia me sonrieron aprobando la acción de su padre, y yo le di un gran abrazo; lo necesitaba, mi compañero de vida partía por un periodo algo largo.
Pasó una semana. Paco me marcaba todos los días en la noche, hacíamos video llamadas, llamadas comunes y chats por WhatsApp, de cierta forma sentía que estaba ahí. Aun que al llegar a casa los primeros días, fue muy pesado solo estar ahí. Su ausencia en todos lados. Solíamos bañarnos juntos, cenar juntos, dormir abrazados, y el sexo tres o cuatro veces por semana era demasiado bueno. Extrañaba todo, no había una sola parte que no extrañara. Llegó el sábado, y lo extrañé aún más, en especial ese día hacíamos planes. Salíamos al cine, a casa de su papá, salida entre parejas con su hermano, un viaje corto. Y ese sábado solo estaba acostado mirando al techo después de esa video llamada de casi dos horas.
Estaba por ir a la cocina cuando el celular volvió a vibrar. Algo debió haber olvidado Paco. Pero no, era mi suegro, David <<Hijo, te esperamos hoy en la casa para cenar en la terraza, haremos carnes asadas, unas cervezas y piscina. No vayas a faltar>> Al menos estaba su familia para hacerme sentir acompañado. Y se preguntarán ¿y tu familia? Pues los veo una vez cada 2 o 3 meses. Llegar a la ciudad al principio, se trataba solo de estudiar. Luego apareció Paco, y todo cambio. Vivían a 4 horas, así que no siempre podía ir.
Llegó la tarde, tomé las llaves del auto. Compré algunas cervezas, y me presenté lo más informal que pude: bermudas, playera, una gorra y chanclas. Dave abrió la puerta. Germán aún no llegaba, había ido con Irene a comprar todo para las carnes asadas. Dave abrió dos cervezas, y me pidió que lo acompañara a la planta alta.
—Quiero enseñarte algo —Mientras subíamos las escaleras miraba de reojo esas nalgas duras y redondas, muy parecidas a las de mi chico. Traté de no mirar, cosa imposible —Nunca moví nada. Si quieres puedes acomodarte aquí —Abrió una puerta y me dejo pasar. Era el cuarto de Paco.
Olía a guardado. La humedad era perceptible, tenían tiempo sin abrir esa puerta. Habían algunos posters de caricaturas, juguetes en estantes, una foto familiar, un corcho lleno de más fotografías, el cuarto de cualquier adolescente.
—No me di cuenta de cuando creció.
—Sigue siendo el mismo niño —Dije sonriendo.
—No lo dudo. Puedes acomodarte aquí, bajaré a prender las brazas. Germán no debe tardar en llegar con las carnes.
—Gracias. Bajo en unos minutos.
Me tiré en su cama. Tenía una manta azul llena de pequeños cohetes, lunas y estrellas. Olía a Paco. Abrace una de las almohadas y respiré profundo. Bajé después de admirar su tierna habitación.
Me había mudado de ropa. Unos shorts playeros color mamey, me ajustaban las piernas, me marcaban las nalgadas y el bulto. Era un modelo que eligió Paco. Siempre le gustó como me quedaban.
—Si quieres otra cerveza, están en la nevera—Ofreció mi suegro. Él estaba con una playera tipo sport, y unos shorts rojos del mismo estilo que el mío, Chanclas y una gorra vuelta atrás. Regresé a él con una cerveza en mano. El fuego estaba casi al punto. Dave se encorvaba para soplar la lumbre, La llama luchaba para no apagarse. De nuevo mis ojos se clavaron en esas piernas blancas, velludas y en esas nalgas duras.
—¿Quieres que te ayude en algo Dave? No me siento cómodo solo sentado observándote —Bromeé.
—Tu estás bien ahí. Disfruta de no hacer nada. Puedes entrar en la piscina si quieres. Te alcanzo apenas encienda esta chingadera.
—Nos alcanzas dirás —Dijo Germán, quien entraba con varias bolsas. Irene venía detrás con un camisón que le cubría los shorts de mezclilla.
—Estás pendejo hijo. Tu te quedas a ayudarme, que esta madre no se hace sola.
—Ándele. Regáñelo suegro. Que luego es bien flojo. —Respondió Irene.
Al final Irene y yo terminamos muy a gusto en el agua mientras Dave y Gero hacían él labor culinario. Mi cuñada y yo platicábamos con una cerveza en mano, y en la orilla una bandeja con botana. Al rato, cuando ya todo estaba controlado, se agregó Germán <<Quién, de bajo la ropa también se miraba muy espectacular>> y un poco más tarde, mi suegro; quien me dejó con la boca abierta al retirarse la camisa.
El hombre se quitó la camisa en cámara lenta, o al menos así lo percibí. Tomó con las manos cruzadas cada extremo de la playera y la llevó hasta arriba, hasta retirarla de su cuello. Tenía un torso semi velludo, nada exagerado, pectorales normales, una pancita chelera aun en el margen de entre lo atlético, vellos del ombligo para abajo, y vellos en las axilas. Fue lo que pude mirar al levantar los ojos al disimular.
—¡Ahí les voy!
—Venga suegro —Dijo Irene.
Hizo tremendo chapuzón al tirarse el clavado. Salió con los cabellos húmedos, cayendo por su rostro. Cabellos casi plateados que hacían juego con su barba. Sacudió la cara rociando todo a su alrededor. Luego nadó de un lado a otro con gran agilidad, y se acercó por detrás mío, y se unió a la plática con los tres.
Por ratos salía a checar la parrilla, se impulsaba hacia fuera marcando sus brazos de beisbolista, el short bajaba un poco dejando al descubierto la raja entre sus nalgas. El agua hacia qué se le marcará un buen bulto en el short húmedo, sobre todo cuando caminaba, casi podía medir mentalmente el tamaño de su miembro solo con mirar, pues seguro calzaba tan bien como Paco. Pero a pesar de todo, era algo que no quería averiguar.
Cenamos, y después de un rato de platicar y echar relajo, hice una video llamada para que Paco nos mirara a todos. Platicamos un rato y luego continuamos todos en la piscina. Bebimos hasta que las latas se acabaron, y tuvimos que recurrir a las botellas. Primero Whisky y después vodka. Cosa que no debimos mezclar, sobre todo yo que sabía que con mis antecedentes, el vodka me dejaba muy mal, y sobre todo con largas lagunas mentales. Sabiendo eso, me medí para no pasar un mal momento. Pero había algo que no podía retener, y era lo caliente y cachondo que me pongo cuando el alcohol se apodera de mi.
Llegó el momento en el que comencé a luchar en contra de mi voluntad, comencé a ver de manera morbosa a Dave. Lo miraba con otros ojos, y por más que luché con no hacerlo, mi conciencia me traicionaba. Me clavaba mirando a detalle su cuerpo, el vodka me volvía otro. Ya era como la media noche y Germán dijo que se retiraría con Irene a descansar; mi suegro y yo nos quedamos mirándonos extrañados. Sabíamos que harían todo, menos descansar. Nos reímos un poco, estábamos pensando lo mismo.
—Hasta crees que me van a hacer pendejo estos dos —Dijo con una sonrisa pícara.
—Yo también haría lo mismo —Dije, y le pegué un codazo a David
—Dichosos. Comiendo pan en frente de los pobres.
—Sobre todo yo, que estaré así, cuatro meses. ¿Puedes imaginar eso? Cuatro largos meses —Suspiré.
—¿cuatro meses? Eso no es nada. Pobre de mi, año y medio sin probar carne. Y pensar que un día lo hacía casi todos los días —Sonrió mientras pensaba.
—No te creo nada —Lo mire con duda.
—Si. Con la mamá de Paco, siempre tuvimos esa chispa. Ella era como yo, igual de loco como yo. La extraño. Y la verdad, al mirarte con mi hijo, me reflejo un poco en el pasado.
—Es lindo que aceptes todo esto.
—Es mi hijo. El también me acepta tal y como soy.
No sé cómo llegamos hasta ese tema, le revelé cosas muy personales, y hasta sexuales, cosas que como padre quizá se le hicieron algo incomodas. Pero para nada se cohibió con el tema, al contrario, me preguntaba algunas cosas a detalle. Como dije: muy sexuales.
—Te aseguró que el que sufrirá más soy yo. No es por presumírtelo, pero Paco me atendía casi toda la semana. Y la verdad cuatro meses sin eso, me va a poner muy loco. —Ambos platicábamos sentados en la parte baja de la piscina, el agua nos llegaba hasta el ombligo.
—Te creo. Yo haría lo mismo contigo. Ósea —Corrigió —me refiero a que haría lo mismo si tuviera a alguien como tu, me lo serviría todos los días.
Ese comentario le salió tan natural, que Podía jurar que fue una insinuación “haría lo mismo conmigo” esa frase me dejó pensando un buen rato.
—Y ¿por qué llevas tanto tiempo sin nada? Feo no eres, la verdad es que estás muy bueno. Sin faltarte al respeto. Pero para tu edad, cualquiera querría probarte. —Coqueteé.
—No sé . Soy un poco especial para esas cosas. No me voy con cualquiera, y ya a esta edad, lo sexual se paga un poco. Quizá por el estrés, por el trabajo, no se. Solo no se da.
—¿como te gustan las mujeres?
—Pues, no tienen que ser específicamente mujeres —levantó la vista y me miró fijo. Sentí un calor cuando respondió eso. Fue como abrirme las puertas. Me di cuenta que esa plática parecía una guerra de insinuaciones disfrazadas.
Podía sentir esa sensación incómoda y excitante a la vez. Le dije que iría a descansar, el mareo ya comenzaba a hacerse presente. Salimos de la alberca, tome mi toalla, me la sujete en la cadera y me bajé los shorts, no quería entrar húmedo. El hizo lo mismo, y entramos para descansar.
—Puedes descansar aquí. —Dijo Dave sosteniéndose de el marco de la puerta. —Me coloqué una trusa, y luego me quité la toalla. Le di las gracias, pero parecía que no quería irse.
Me acerqué a cerrar la puerta, tenía que entender que ya debíamos descansar.
—Que descanses Dave. —Tomé la puerta y comencé a empujarla hacia atrás, quedamos frente a frente. Estábamos ebrios; no al grado de caernos, pero si a ese nivel de hacer pendejadas de las cuales el día siguiente te acordarías, y quizá te arrepentirías.
Puso su mano al nivel de mis costillas, su mano se sentía cálida, no sé qué pasó, me recordó un poco al tacto de Paco sobre mi, y quizá por el alcohol, casi sentí que era su hijo. No se si por qué lo extrañaba tanto, sentí unas ganas inmensas de besarlo <<Tenía los mismos labios>> se que estoy diciendo excusas pendejas. Estaba caliente, esa es la realidad. Y él también. Dio un paso más, y nuestros pectorales estaban casi por rozarse. Su cara muy cerca de mi, sentía su respiración, se aliento, y nos mirábamos de una forma muy profunda. Entonces pasó. Me besó, y yo le correspondí. No fue un beso desgarrador, fue tierno, suave y muy delicado. Tenía esa textura suave y carnosa. Se apoderaron de mí, las ganas de no dejar de besarlo. Sus manos y las mías ibas recorriendo el contorno de nuestras siluetas. Un juego braille bajo las sombras.
Fuimos caminando hacia atrás, hasta que me dejé caer sobre la cama al centro de la habitación. Él seguía con los shorts húmedos, así que me pidió unos segundos para que se los retirara y fuera por ropa limpia. Tardó menos de un minuto, cerró la puerta, y regresó con una trusa negra que predominaba entre las sombras y la oscuridad.
Se tiró sobre de mí, mis piernas le abrieron paso, sentí su peso sobre el mío, estaba restregándose en medio de mis grandes y velludas piernas. Impactaba contra mí, una danza de su cuerpo contra el mío, besos, manoseos y gemidos al besarme el cuello. Me retorcía cada ves que su barba me raspaba la garganta al bajar con sus húmedos labios, su lengua húmeda lamiendo mi barbilla, mis pectorales y mis axilas. Su pelvis experimentada, no apagaba esos movimientos en va y ven que cada ves me ponían más erecto. Olvidamos completamente quienes éramos, y cuál era nuestro título dentro de esa familia. Olvidé a Paco por un rato.
Sus labios bajaron hasta mis pezones, las succiones no se detenían, su lengua giraba como un ventilador en sus diversos niveles de velocidad. Pequeños mordiscos que luego se convertían nuevamente en lamidas que me hacían retorcerme, oprimir las sábanas y expulsar aire de manera abrupta.
Bajó un poco más. Mi mano acariciaba sus cabellos plateados, él volteaba a verme, me sonreía con su dentadura blanca y perfecta, y luego bajaba un poco más. Se detuvo en mi pelvis, lamió la orilla de la trusa, olió mi miembro sobre la tela, su nariz entraba con fuerza y mi verga le respondía con un duro palpitar. Lamió la tela alzada, la mordió despacio, buscó la cabeza y con la punta de su lengua humedeció con chupetones. Bajó hasta los huevos y clavó su nariz entre mis piernas, bajó un poco más, antes de bajar al culo, lamió esa zona intermedia entre los huevos y el ano, yo alcé mis nalgas para su comodidad, y el siguió en su trabajo.
Volvió a subir. Con los dientes bordeó la orilla de la trusa, fue tirando con fuerza, como un perro feroz, mis vellos recortados fueron descubriéndose, hasta enseñar el tronco de mi verga, mi polla dio un salto al salir; disparada como catapulta. Mi miembro de 17 centímetros estaba más dura que nunca. Su cabeza rosa derramaba de la punta pequeñas gotas constantes de lubricante transparente. La tomó fuerte con la mano, exprimió, y lamió esas lágrimas con la lengua. Luego introdujo en su boca sólo el glande. Se sentía tan cálido y húmedo. En verdad necesitaba esa sensación, esa excitación. Luego se metió el resto hasta el fondo de la garganta.
Me quitó la trusa, para tener mejor amplitud. Manipulaba mis huevos grandes y suaves. No sé qué hizo con su lengua , pero se siento tan rico, que poco faltó para gemir como toda una puta. Pero no podía hacer tanto ruido, mi cuñado estaba durmiendo en el cuarto de alado con Irene. Luego su lengua me hizo implosionar al recorrer ese camino hasta mi culo. Ese hombre, David, mi suegro, el padre de Paco... resultó ser todo un maestro en la cama.
Subió hasta mis labios sin soltar mi verga. Me besó otra vez. Me dió varios besos de pico y luego me miró fijo con esos ojos color aceituna. Derramaba ternura en su mirar.
—¿te gustó? —Susurró
—Demasiado.
—¿Quieres intentarlo tú? —Desde luego que quería.
Se puso de pie, y yo me senté al borde de la cama, la trusa negra se veía muy por encima de sus dimensiones, si al igual que en casi todo, Dave, era como Paco, su miembro seria gordo, y de unos 18 cm. Lo que fuera que había ahí dentro, no se veía para nada que me fuera a decepcionar. Quise hacer lo mismo que él; primero lamer sobre el calzón, y luego disfrutar del interior. Después de dejar por mucho, mi saliva sobre la tela, me dispuse a bajar aquella ajustada prenda. Al contrario de mi, David se rasuraba por completo. Tenía una verga gruesa, gorda como lo esperaba, pero no media 18 cm, media unos 20, el prepucio cubría la mitad del glande, la cabeza era rosa, casi colorada, y babeaba tanto, que escurría por la borda.
Tenía un par de huevos colgando en sus suaves bolsas, un poco más oscuras que el tronco, pero siempre en tonos rosas. Usé mi experiencia para comer ese enorme pedazo de carne. El gemía y se apoyaba de mis cabellos. Me peinaba y me decía palabras de cariño.
Seguimos en el faje, luego me tiró sobre la cama, abriéndose camino entre mis muslos, ambas vergas rozaban entre ellas, compartiendo fluidos y durezas.
Nos besábamos con una pasión, que juraría que estaba besando a mi novio. Me gustaba cuando se sentaba sobre mí, para tirar de ambas pollas, una masturbación mutua.
Yo moría por ser penetrado, ya no importaba de quien se trataba. El alcohol había destruido cualquier línea de respeto, y estábamos ya por muy lejos de detenernos. Le di la espalda, y él se colocó encima de mí. Su peso, sus vellos en el pecho sobre mi espalda, sus besos calientes, su barba raspando sobre su paso, su verga palpitando entre mis nalgas, todo ese conjunto me estaba poniendo muy fácil. No entraba al impactar contra mi ano, solamente se restregaba entre las paredes de mis nalgas. Me besaba y me decía “mi amor”, dos palabras que escuché a cada rato. Me gustaba como se escuchaba de su voz áspera, y masculina. Se oía tan seductor que caí sin titubear en las garras.
Besaba mi cuello, y mis manos extendidas entrelazaban las de él. Sus piernas abrían mis piernas, y se impulsaba entre mis glúteos. Yo me mordía los labios cada vez que su glande impactaba con mi ano. Era como si girara al rededor, su lubricante ayudaba a un desliz más agradable. Se detuvo y bajó lento, besando toda la línea de mi espalda, pasando el par de nalgas duras y redondas. Las abrió y hundió su nariz entre ellas, luego colocó su lengua Justo en mi punto débil, y me hizo uno de los besos negros más placenteros que jamás pude vivir. Mis gemidos se iban descontrolando, solía gemir muy fuerte al coger, cosa que ahí podía hacer, no debíamos hacer nada de ruido.
Regresó hasta mi cuello, ahora sentía su respiración mucha más agitada, su cadera se movía con más fuerza. Haciendo presión en mi ano, ahora si estaba por entrar, ahora si estaba impulsándose para penetrarme. Fuera de su fuerza, su rudeza y de esos movimientos bruscos, David siempre se portó como todo un caballero, fue delicado en su tacto, se preocupaba por qué disfrutara , era de la vieja escuela: Romántico y atento. Me envolvía con sus palabras y esos versos tan cariñosos mientras intentaba metérmela. Su voz madura en mi oído estaba poniéndome más flexible, un blanco muy fácil.
Sentí como su enorme y grueso miembro se dió paso en mí. Casi me arranco el labio al morderme a mi mismo, oprimí las almohadas. Dolía, pero se sentí rico.
—¿Estás bien? —Preguntó al oírme quejarme.
— sigue —Fue todo lo que pude decir.
Comenzó a moverse más y más. Ya la tenía toda dentro, primero fue lento, para adaptarme a ese tamaño arriba de lo regular, luego fue aumentando la velocidad, hasta que mis nalgas y sus huevos hicieron un espectáculo de sonidos. Quería gemir, pero no podía, así que mordí una de las almohadas. Sus besos, y sus palabras dulces, me sirvieron mucho para no quebrar el silencio.
Cambiamos de posición unas tres veces, el señor sabía lo que estaba haciendo conmigo. Me disfrutaba, me daba cariño, me acariciaba, me besaba, y me hacía sentir muy especial. Solo al final me dejó tomar las riendas, y fue cuando se acostó y me senté sobre de él. Yo llevaba el ritmo de la penetración, estaba brincando en su miembro, mientras lo miraba fijamente. Era como montar a caballo, se me iban los ojos hacia atrás. El se impulsaba para darle un toque de rudeza, él estaba listo para venirse, y yo lo haría en el momento en que él estuviera preparado para llenarme de sus jugos blancos.
—¡Me voy a correr! —Dijo apretándome la pierna. Yo no me detenía, quería sentir como su caliente líquido me hacía estallar. De pronto sentí esa lluvia blanca estallar dentro. Era caliente, y prolongada. Casi clavó sus garras en mi piel. Se retorcía, y como acto de generosidad no se salió de mí hasta asegurarse que yo también había terminado. Tomó mi verga y la sacudió hasta llenar su mano de semen. De su mano se vertía toda esa magia blanca. La lamió, y luego me trajo a él para besarlo. Estaba exhausto, muertos por dentro del cansancio. Caí sobre él, reí en su cuello en silencio, él me dio un beso en la mejilla. Luego nuestros labios se encontraron nuevamente.
—¿te quieres bañar? —Preguntó.
—Si, por favor.
Ambos nos fuimos a el baño. Tomamos una ducha, nuevamente admiré ese cuerpo tan Perfecto. La verga flácida se miraba tan bien como despierta. Nos bañamos juntos, nos tallamos mutuamente. Me dejó recorrer su cuerpo con mi mano. Como si por primera vez mirara una estructura corporal tan perfecta. Luego nos fuimos a la cama. Entré al cuarto de Paco, él me acompañó. Los dos estábamos desnudos, se acostó un rato sobre mí, abrazados dormitamos un rato. Pero él no podía quedarse ahí, tenía a su otro hijo en el cuarto de a lado. Se levantó, miré esas nalgas perfectas irse hasta cerrar la puerta.
Al despertar, la cruda estaba algo pesada. No era nada tarde, no había dormido casi nada, debía ir a casa. Seguí acostado un rato más, miraba todo al rededor, sentí culpa. Ya no estaba el alcohol, pensé en Paco. Me dije: quizá solo fue un desliz, ya no pasara más, si nadie dice algo, no tiene por qué enterarse nadie. Aun así me sentía él peor del mundo. No dije nada, tomé mis cosas y bajé las escaleras para irme. No quise hacer ruido, no quería hablar con nadie.
Ahí estaba Dave, sentado en la cocina tomando un café.
—¿quieres uno? Te lo puedo preparar. O si quieres puedo hacerte algo de desayunar.
—No. ya debo irme. Nos vemos luego.
—Espera... —Supongo que sentía igual de mal que yo. —¿estamos bien?
—Todo tranquilo— Respondí. Aun que por dentro quería ya salir de ahí. Se acercó a mí, le dio un sorbo a la taza, y luego la dejó en la mesa. Me plantó un beso.
—Espera, ¡no! —Lo aparté con las manos. —David. Lo de ayer ya no va a ocurrir otra vez. Estuvo mal. Pasó, pero estuvo mal. Me siento muy mal por Paco. Así por favor no digas nada. Y olvidemos por completo lo ocurrido.
—Yo también me siento muy mal. —Tomó siento.
—Solo no volvamos a cometer ese error. Fue muy torpe. Y ya no hablemos más de ello ¿te parece?
—Entonces, solo fingimos que nada ocurrió ¿verdad? —Bajó la mirada.
—Es lo mejor.
Se levantó, se puso frente a mí, y me clavó otro beso. Esta ves le respondí, y fue tan apasionado como el de la noche. Sentí ese calor de nuevo, ese revoloteo, esa atracción cabrona.
—Vaya. Ahora todo me queda claro, solo debía responderme una duda — Comentó.
—No entiendo.
—No fue el alcohol... También te gustó. —Regresó a sentarse, y siguió bebiendo su café. No dijimos nada más. Solo me retiré, y me dejó con esa duda el resto de la tarde.
En la noche hablé con Paco. Obvio no le dije nada, él detectó algo raro en mí, pero no supo que se trataba por qué su padre me había cogido la noche anterior. Al colgar, recibí una llamada, era Germán. Me invitaba a ir a cenar a su casa nuevamente, le puse una excusa para no ir, no dijo nada. Pero el próximo fin de semana nuevamente me buscó. Y esa vez, no pude decir que no. Ya sería muy extraño evadir todas las invitaciones.
Para mi buena suerte en las siguientes reuniones familiares Dave respetó lo que hablamos aquella mañana. Ambos guardamos la cordura, hicimos como que nada pasó, aún que existía cierta incomodidad con su presencia. Pero con el días, todo volvió a la normalidad. La culpa se esfumó, las miradas nerviosas también. Fue como que nada hubiera pasado. Tengo que ser sincero, habían ratos en los que mi suegro seguía causando cierta atracción. La verdad el hombre era muy guapo, imposible no mirarlo de reojo. Quise recuperar esa tranquilidad mental al hablar con Paco, y a pesar de haberle fallado, trate de enmendar ese error con atención, cariño, algunos detalles a larga distancia, y palabras dulces para que se asegurara de lo mucho que lo quería.
Faltaba solamente dos semanas para su regreso. Los cuatro meses pasaron más rápido de lo que imaginé. Tal y como me dijo Dave en la despedida, en el aeropuerto. Estaba emocionado, moría por verlo. Ya deseaba estar con él para confirmar lo mucho que me llenaba, lo mucho que lo deseaba. Y si... dije confirmar. Por qué desde aquella noche, varias veces me masturbé pensando en la dura cogida que me puso el padre de mi novio. Muchas veces pasó por mi mente su recuerdo, más que la de Paco. Y otra cosa, aún tenía aquel deseo de volver a sentirlo dentro de mi.
—Ya quiero que vuelvas.
—Ya solo faltan unos cuantos días. ¿Iras por mi?
—Eso ni se pregunta. Sabes que si.
—Lo se, no está de más preguntar. Bueno, ya debo irme a los cursos. Te marco ma a tarde ¿va?
Colgamos, y me fui a trabajar. Más tarde recibí una llamada de Gero, quería que fuera a la casa a cenar con ellos. Les gustaba mucho mi compañía, creo que era por lo payaso que era, era el típico parlanchín que no dejaba de hablar y hacer reír, y eso les caía muy bien.
Llegué temprano <<Siempre fui muy puntual>> y me recibió David, recién salía de la ducha, se miraba muy sexy. Tenía sólo la toalla al rededor de su cintura, una que cubría hasta la media pierna; los vellos grises y oscuros se mantenían aún húmedos, caían por su pecho, su ombligo y sus piernas . Su cabello quedaba casi del color de la ceniza. Su blanca piel aún sostenía algunas gotas, algunas se deslizaban dejando una huella larga. Sus ojos y su sonrisa no mentía: estaban feliz de verme. Me hizo pasar, me sentí nervioso. Luchaba contra el morbo de no mirar, en verdad conté hasta diez para relajarme y no caer de nuevo.
—¿Quieres algo de tomar? —Siempre fue muy cordial.
—¿que tienes?
—De todo. Vodka, Vino, Whisky, Cerveza... tu dime —Tenía una gran colección de alcoholes.
—No, Vodka definitivamente no, me pone muy mal. Y eso creo que ya nos quedó muy claro.
—Igual y a mi me conviene más esa opción... —Levantó la cara para mirarme fijamente —Bueno, creo que es una muy mala idea. Te prepararé un Whisky.
—¿Donde está Gero?
—Llegará más tarde con Irene. Creo que primero irán a ver algo de su madre, creo que se enfermó de última hora. Así que estaremos un rato a solas. ¿Que se te ocurre? —Me entregó mi vaso.
—Hace algo de calor, podríamos bañarnos en la piscina. Solo que hoy no vengo preparado.
—Puedo prestarte un bañador, creo que podría venirte alguno de los que tengo. O si lo prefieres, en bóxer.
—Eso será muy extraño. Sobre todo para cuando nos vea Gero.
—¿Te vienen mis shorts?
—Supongo que si.
Su ropa me vino sin problema. La mayoría eran cortos, estilo futbolista, solo que me quedaban algo ajustados; se me marcaba todo.
El se puso un bañador tipo trusa, color azul claro. También se le dibujaba todo, y de nuevo el alcohol fue haciendo de las suyas. Llevábamos como 6 vasos de la bebida, íbamos casi al mismo ritmo. Teníamos hielos, botanas y una botella a un costado de nosotros, junto a la orilla. No había necesidad de salir. Platicábamos de todo, nada personal; pero con el calor de las copas, los cuerpos cada vez más cerca, el roce repentino, y ese majestuoso color de ojos, sus cabellos plateados, y su voz varonil, de nuevo fui poniéndome muy fácil.
Nos servíamos un trago en la zona baja de la piscina. Los ombligos quedaban fuera del agua, los movimientos comenzaron a ser algo torpes. Estaba en ese nivel en el que tu cuerpo comienza a sentirse muy relajado, muy feliz. Sentía la música ponerme a tono. Las palabras tiemblan un poco, cuesta trabajo gesticular, tratas que los movimientos sean premeditados, pero se vuelven más tontos. Nos sentamos en el borde de la superficie que divide la zona baja, de la zona profunda. Podía mirar nuestras piernas moverse en el agua trasparente. Mi pierna rozó su pierna, y luego ese movimiento sin propósito se volvió con intención. Nuestras piernas jugaban bajo el agua, nuestros dedos se pellizcaban; terminaron entrelazadas.
Me miró, y seguimos platicando. No sé en qué momento mi mano estaba tomada de la suya. Me metí al agua, y caminé hasta la zona alta, él me siguió, y sentí su abrazo rodearme. El calor de su cuerpo, su barba sobre mi hombro, y su bulto entre mis nalgas, me puso aun más relajado. Su respiración estaba a la altura de mi garganta. Lamió un poco, y luego me besó el cuello. Eso me volvía loco. Para eso su bulto ya se hacía notar, su presencia palpitaba entre mis nalgas. Sus manos recorrían mi cadera, subía a mis pectorales, tocaba un poco mis pezones, luego bajaban de nuevo, y
me bajaba un poco el short.
Mis nalgas a medio descubrir, sus manos mágicas sobre mi piel, y su verga restregándose en mi, con el calzón aún puesto, me estaban poniendo muy caliente. Con mis manos le sujeté la cadera, quería que siguiera ese movimiento, él me bajó un poco más los shorts, y yo le bajé su bañador; lo suficiente para que su verga quedara fuera, mi culo lo estaba pidiendo a gritos. Sus besos se pusieran más intensos, y yo me quebraba en sus brazos.
Su miembro tocaba mi ano, pero no entraba, solo me estimulaba presionando fuerte en la entrada. No era necesario hacer algo más, con el simple recuerdo yo estaba dilatado. La calentura nos puso a hervir el agua, y en nada de tiempo, ya estaba recargado en la orilla, con su verga metida en mi. Se sentía muy rico, había deseado sentirlo dentro una vez más. Me sostenía, mientras oprimía mis labios para no gemir. Con sus manos sostenía mis caderas, y me embestía con fuerza. Con sus besos relajaba la brutalidad,
Podía sentirlo hasta el fondo, con la misma pasión de la primera vez. Me puse frente a él, me senté sobre el borde, y dejé que me mamara la polla; luego volví a introducirme en el agua. Estando frente a él, y mientras nos besábamos, nos tocábamos las vergas, uno al otro. Me cargó en sus fuertes brazos, me sostuve de la orilla, abracé su cadera con mis piernas y nuevamente me penetró. Me llevó al cielo. Es duro decir esto, pero, ni su hijo pudo llevarme a ese nivel de excitación. Con Paco había mucha pasión, músico romance, pero el sexo era común: cama, casa, y posiciones básicas.
David era más atrevido, más sucio, mucho más salvaje. Sin perder su lado caballeroso. Eso me ponía muy loco. Esa tarde tuvimos sexo dos veces, y luego le hice sexo oral; pero fuimos interrumpidos por Germán, quien llegó con Irene pasando las 10 de la noche. Cenamos, y esa noche tuve que ir a casa. David no dejó que fuera solo, tenía más cervezas arriba que él. Me llevó en su auto; al llegar al departamento, me acompañó hasta el cuarto.
Se quedó mirando una de las fotos de su hijo.
—¿No le dirás nada verdad?
—No. nunca —Respondí.
—Entonces, esto es todo.
—Supongo que si. —Fingiríamos que nada ocurrió. En unos días fingiríamos que nada había pasado, seguiríamos con nuestras vidas, y de nuevo portaríamos el título de suegro y yerno.
—Bueno, debo irme. —No Jose detenerlo. Pero antes de irme me plantó un beso, estuvimos un par de segundos unidos por nuestros labios, luego se marchó.
Paco regresó en la fecha planeada. Fui por él, le hicimos una pequeña fiesta de bienvenida. Ahí estaba David, Gero e Irene. David se notaba apagado, pensativo; un poco deprimido, creo. Bebidos un par de cervezas, y luego fuimos a casa. Esa noche tuvimos sexo, acabamos exhaustos; era la prueba que necesitaba para saber qué Paco era él correcto. Y obtuve mi respuesta, aclare esos pensamientos; analicé todo. Era más que obvio, sentía más por David, que por mi novio. Su padre me llenaba mucho más.
Pero ¿como le dices eso a tu novio? ¿De qué manera le explicas qué te cogiste a su padre, y que te supo llenar más que el? En todas sus formas se oye mal. Pero era algo que teníamos que hablar, algo que tenía que externar. Pasaron unas semanas. Mi comportamiento fue muy evidente, mi tacto se volvió más frío, y aquella llama que existía, se iba extinguiendo de ambas partes. Había algo que comenzó a desencajar, desde luego que me culpaba de todo, fui yo quien arruinó esa larga relación. Mi calentura pudo más que el amor. Entonces llegó el día, y tuvimos que hablar.
—¿pasa algo? —Preguntó mientras doblaba su ropa. Yo estaba sentado en la cama mirando el celular.
—¿A que te refieres? —Me erguí, y le puse atención. Desde luego sabía a lo que se refería.
—Después de que llegué, todo cambio. El primer día estuvimos bien, luego nos apagamos.
—Suéltalo—Le dije. Quería saber lo que tenía que expulsar. Seguro sería una larga discusión, pero no quería comenzarla.
—Tenemos que hablar —Tragué saliva, esa frase siempre me puso nervioso. —No se qué pasó, no se si fue la distancia, el tiempo, o algo más... pero —De nuevo ese silencio que me mataba —Estuve con alguien más.
Esa respuesta no la esperaba. Fue como si me tiraran hielos encima, sentí muy feo. Y no se por qué; yo también había hecho lo mismo. Fue como probar el amargo karma del que se habla. No supe qué decir, sentí ardor por todo el cuerpo, enojo, y a la vez no. ¿Como puedes reclamar cuando haz hecho los mismo <<y con su padre>>?
Entonces fuimos sinceros y hablamos. Ambos habíamos fallado, ambos disfrutamos de esos cuatro meses en las vergas de otros hombres. Después de ello, lo intentamos, nos perdonamos, pero ya no había amor. Estuvimos un par de meses antes de terminar. Fue muy duro concluir tantos años con la persona que me imaginé envejecer. Ver cómo las maletas se llenaban de ropa, fotografías y recuerdos. Dividiendo cosas que con trabajo conseguimos juntos. Tomando rumbos distintos, y rompiendo la promesa de “juntos hasta el final”.
Paco estaba enamorado de alguien más. Al poco tiempo se mudó al otro país. Ahí donde se había prometido regresar, ahí donde quizá estaba su verdadero amor. Fue duro romper la costumbre. Yo también reclamé a quien con paciencia me esperaba. Platiqué con David de lo ocurrido, Germán no estuvo de cuarto al principio; ahora su ex cuñado era su... padrastro. Raro ¿no?
No tuvo que preocuparse tanto. El gusto me duró poco. David y yo éramos muy buenos en la cama, pero las edades no coincidían en muchas cosas que él había vivido y yo no. Al final terminé como el perro de las dos tortas. Solo. Y creo que es más fácil así. DERECHOS RESERVADOS.
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Por que termine llorando con este relato 😔
Me encanto este relato soñé viviendo ese momento con el suegro
Hola
Excelente historia 👍🏻 varias corridas en su honor
Siento que el relato quedó inconcluso, pero fue muy bueno.