Pocas personas entenderán lo que les voy a relatar. Incluso el título les parecerá un poco a cliché. Ay una disputa entre sí existen o no los héteros curiosos; o flexibles, como muchos les llaman. Tendrían que estar en nuestros zapatos para poder juzgar desde nuestra piel; es un poco extraño, lo admito. Jamás dejaré de excitarme o emocionarme por las mujeres. De voltearlas a ver cuando se trata de una chica muy atractiva, o de un culo muy pronunciado. Creo que les pasa lo mismo con los chicos guapos. Con esas piernas, con buenas nalgas, con las barbas, con los atléticos, incluso con los hombres gruesos, rudos o maduros. Ustedes entienden. Bueno, para mi, es simple sexo. No mezclo amor con sexualidad, y por eso es que funciona. Cuando tuve sexo con hombres, no pasó de ahí, no hubo un sentimiento como lo he tenido con las mujeres. Tampoco me emocioné como cuando tienes esa chispa con el sexo opuesto. Quizá sólo sea una adición a la adrenalina, tal vez solo sea esa química corporal que expulsa sustancias que me ponen muy excitado al sentir que estoy haciendo algo demasiado prohibido. Eso que nos han enseñado que está moralmente incorrecto. Les repito, es difícil de explicar. Antes de adentrarme a la historia les relataré mis inicios en esto. ¿Que me llevó a buscar lugares públicos para satisfacerme con gente con el mismo interés? ¿Cuando fue que me hice hétero curioso? Pues aquí tiene las respuestas: Comenzaré contándoles quién soy; me llamo Ramsés, tengo 31 años, ya no soy un muchacho. Pero sigo soltero, digamos que aún me gusta andar metido entre la fiestas y el desmadre. Todos mis hermanos se han casado; dicen que soy “el quedado” de la familia. Yo no lo veo así. Me gusta el sexo y las mujeres; aun no me siento listo como para amarrarme con una mujer. Creo que estoy en la mejor etapa de mi vida. Atrapo miradas con mucha facilidad. No se si me hice experto en ligar, o si verdaderamente soy tan atractivo visualmente como dicen las mujeres. ¡Que va! Soy muy atractivo; solo no quise verme tan egocéntrico. Vengo de una familia con buenos genes. Siempre he agradecido a mis papás haberse fijado el uno del otro. Ambos son muy guapos, así que lo resultados en cuanto a sus hijos, fueron de un excelente ver. Pero no nos desviemos del tema. Tengo 31 años. Estoy en el pico de lo que siempre quise ser, tener y hacer. Practico natación, así que tengo un cuerpo muy atlético, tengo ojos azules, cabello castaño muy claro. Mido 1.85, y como les comenté, soy extremadamente guapo. Así que de niño y adolescente, siempre tuve una gran lista de admiradoras. Pero desgraciadamente no fueron solo niñas las que se fijaron en mi, y tampoco me refiero a niños. Bueno, si hubo uno. Moises. Recuerdo perfectamente que un día nos enseñamos los penes detrás de los salones del kínder; incluso nos tocamos; pero solo era curiosidad, un par de niños conociendo sus cuerpos. Nunca supe más de él. Cómo les decía, llamaba mucho la atención. Seguía siendo un infante cuando uno de mis primos adolescentes pasó a ser mi niñero; creo que tenía como unos 13 años, se llamaba Jesús, todos le decíamos “Chucho” era muy querido en la familia, y sobre todo, demasiado confiable. ¿Como desconfiar del hijo mayor del mejor amigo de mi papá? <<Su hermano Manuel>> Así que cuando Chucho tuvo la edad suficiente, mis padres lo tomaron como niñero para poder salir algunos fines de semana, a diligencias, o solo para poder respirar un rato. Se que le pagaban bien. Todo lo que debía hacer era distraerme, cuidar que no me pasara nada, y asegurarse que hiciera mis tareas. Pero una tarde todo cambio. Llegó la hora del baño; tenía la edad suficiente para asearme por mi mismo; todo lo que debía hacer este chico era dejar la puesta abierta, estar cerca, y monitorearme hasta que estuviera listo para salir de la bañera. Amaba la hora del baño; llenaba la tina de espuma y juguetes, así que mi baño era toda una aventura para mi y mis juguetes. Pero Chucho tenía otras intenciones, estaba en el punto en el que estás experimentando la excitación, sus hormonas quizá lo confundieron un poco. Esta tarde me convenció de quedarse dentro del baño para que nada me pasara, y después me persuadió para entrar conmigo a la tina. Y no entraré en detalles por qué es un poco delicado. Pero mucho de lo que imaginan, pasó. Después, cuando tuve 15 años, a punto de salir de la secundaria, acostumbraba quedarme en casa de uno de mis mejores amigos <<Rodrigo>> hacíamos pijamadas algunos fines de semana. Comprábamos dulces y fritangas, mirábamos películas y nos desvelábamos con videojuegos. A esa edad la sexualidad ya no es un tabú. Incluso entre amigos nos habíamos enseñado los penes erectos solo para ver cómo lo tenían los demás. Platicábamos de chicas, algunos decían que habían pedido la virginidad <<Nunca les creí>> y otras veces nos reuníamos en el rincón del salón para mirar las revistas de adultos que alguno le había robado a su padre. Pero una de esas noches en casa de Rodrigo mientras dormía, mi polla dura estaba siendo estimulada. Desperté, no me moví, tragué saliva y me pregunté una y mil veces ¿que estaba haciendo Rodrigo? ¿Por que conmigo? ¿Por que él? Son cosas que jamás tienen respuesta. Pero mi mejor amigo estaba tocándome mientras dormía, era muy extraño, pero muy placentero. Me hice al dormido, no moví ni un músculo. Incluso logró que me corriera. El día siguiente no sabía cómo actuar normal. Pero lo superamos, juré que se trataba solo de una racha. Algo pasajero. No tenía que ser grave entre nuestra amistad. Después de la secundaria, se que se fue de la ciudad. Actualmente lo sigo en redes sociales. Se casó, tiene dos hijos. Pero se el secreto que esconde. Hemos platicado, pero nada profundo. Después en la carrera me ocurrió algo similar con el hermano de mi mejor amigo; ni siquiera recuerdo su nombre. Después de una peda descomunal, tuve que quedarme a dormir en casa de Daniel; apenas y podía caminar, estaba muy mareado; aún que consciente de lo que hacía. A pesar de tener lagunas mentales, estoy seguro de lo que recuerdo; son como fotografías en mi cabeza. Estaba entre recostado y sentado en el amplio mueble de la sala, ya todos se habían ido, abrí un poco los ojos, todo estaba a oscuras. Mis pantalones estaban a medio bajar junto a mis bóxers, aún no coordinaba bien mis movimientos, pregunté ¿qué pasaba? Quizá ni siquiera se entendían mis balbuceos, luchaba contra mis ojos cansados. La única parte despierta era mi verga que estaba siendo absorbida por lo cálidos labios de aquel chico. Se que era él hermano de Daniel, estoy seguro que no era ni una ilusión, ni producto de mi imaginación. Ni siquiera recuerdo cómo me corrí, se que lo hice por las marcas secas de semen en mi ropa y piel. Es por ello que se que no fue un sueño.
Entonces, creo que ya saben de donde me volví un heterosexual flexible. ¿Como no sentir atracción por ese estímulo? Por qué ni siquiera es que me atraigan los hombres. Es el momento, es esa sensación que no puede darte una mujer. Por qué después de venirme, no hay nada que pueda enlazarme con ellos <<ni atracción física, y menos sentimental>> Pero desgraciadamente estos sujetos me iniciaron sin saber qué en mi subconsciente estaban creando un tipo de gusto con culpa, que se pronunciaría aún más cuando fuera adulto. Algo que ni yo podría controlar. Es como si tuviera una personalidad doble. Cómo si el Ramsés flexible me arrebatará las riendas de mi auto control. Una vez que me vuelvo presa o depredador, es imposible detenerme. Luego me siento culpable. Viene a mi una culpabilidad seca y fría que llega con una colección de preguntas y cuestiones. Siempre me prometo que será la última vez, siempre me digo a mi mismo las razones por las que no debería ocurrir nuevamente. Y hago un pacto con las dos caras de Ramsés. Se que mi forma flexible se burla de mi, por que es muy fácil quebrantar las leyes que yo mismo me marqué cuando veo a un chico que me coquetea y me invita a seguirlo hasta los baños. Es fácil levantarme de la mesa y pedir una disculpa para ir al baño, mirar de reojo para encontrar a aquel prospecto dentro de lo sanitarios, pararme en el mingitorio junto a él, y esperar a que sea lo suficientemente atrevido para tomarme la verga. Nunca se resisten a mi buena verga. Para cuando su puño se apodera de mi polla, está ya está dura y a su máximo esplendor; los 19 centímetros que me cargó derraman lubricante y brincan emocionados por el estímulo de ser tocados. Algunos se bajan a chupar, otro solo me masturban mientras se tocan. En ocasiones hay curiosos mirando al rededor; cosa que me vale madre y solo me pone más caliente. Y algunos más atrevidos me llevan a los sanitarios para cerrar y ofrecerme su culo bien dilatado. Recuerdo bien el día que conocí a Martha; era un día común y corriente, había quedado con mis amigos en vernos en el antro de siempre; casi siempre salía con una mujer para pasar la noche. Pero ese día nunca pensé que me toparía con una mujer tan difícil, puedo jurar que la mujer más bella que jamás nunca vi. Cabello castaño como la miel, ojos claros color verde, una figura que cualquier hombre voltearía a ver, una cadera deseable; Paco me captó mirándola, y me dijo al oído lo difícil que sería. <<Paco es el chico del bar>> —Mejor fija otro blanco, hermano; es la hija de una funcionaria de gobierno. No sale con cualquiera. Es la típica chica que no sale con chicos de nuestra clase social. He visto a muchos soldados caídos en una sola noche. —¿Quieres apostar?—Le dije—No creo que sea tan difícil como dices. —Solo hará dudar de tus dotes como macho. Es mejor que no lastimes tu ego de esa manera. Mejor pon tus ojos sobre las mortales—Me dijo levantando la voz por el ruido de la música con alto volumen. Lo qué Paco no sabía es que tenía casi una maestría en chicas difíciles. No tardaron en llegar mis amigos; hice como si Martha no existiera. Me pasé varias veces cerca de ella. Sabía que tendría mi oportunidad. Baile con varias amigas que llegaron con mi par de colegas. Entonces miré a Martha ir a la barra por algo de tomar; tomé un vaso de Whisky sobre nuestra mesa, esperé cauteloso, caminé lento esperando a que ella se diera la vuelta. Di un paso justo en el momento que había quedado frente a mi, para chocar contra mi cuerpo y tirarme el líquido del vaso sobre mi camisa. Miré sus ojos algo asustada y apenada. Me pidió disculpas una y otra vez. —¡Mil disculpas! ¡Te juro que no me di cuenta! Déjame pedir algo para limpiarte la camisa. —No te preocupes. Fue un accidente. —No; permíteme. ¡Paco! ¿Tendrás algunas servilletas?—Le dijo al chico del bar. Paco se me quedó mirando disimuladamente. Su sonrisa decía “lo lograste maldito imbécil” le regrese la mirada pícara. Ambos sabíamos de lo que nuestros gestos hablaban. —¿Me dejas invitarte a una copa por mi descuido?—preguntó Martha. —Es que mis amigos me esperan en mi mesa. Solo venía por unas cervezas a la barra—Regla de oro para ligar. Hazte el difícil. No estás urgido por conocer gente. Siempre caen. —¡Insisto! ¿Que te parece si llevas las cervezas a tu mesa y te veo en la barra nuevamente? Y como dije, esa trampa nunca falla. Así fue como conocí a Martha. Comenzamos a salir desde esa noche, creo que físicamente era todo lo que buscaba en una mujer. Me sentía halagado al saber que todos querían coger con ella. Después de todo era el único que tenía ese privilegio. Pasaron dos meses y ni yo puedo explicarme como me enrolé a una relación sentimental. No se si era con el fin de alimentar mi ego, pero me sentía muy cómodo con Martha. Era guapa, sexy, cariñosa, muy independiente <<cosa que me encantaba>> había buen sexo, y teníamos gustos algo similares; así que no me costaba, ni le costaba adecuarse a las actividades, ni a la vida nocturna. Entonces los dos meses se volvieron en cuatro, y el título de novios se volvió una etiqueta necesaria en nuestra relación. Y es exactamente aquí donde inicia mi historia, después del algo extenso previo relato. Martha insistía que que debía hacerme presente ante sus padres para poder dar pie a algo formal. Tenían esa costumbre, o acuerdo entre sus padres y ella. Sinceramente tampoco fue algo que me causara problema, o a lo que tuviera que negarme; no me causaba por nada incomodidad, solamente un poco de nerviosismo. —¿Por que tan nervioso?—preguntó Martha—No sabía que el señor Ramsés tenía en algún lugar muy escondido ese tipo de sentimientos. —No estoy nervioso. No se de que hablas—A pesar de haberlo negado por dentro me comía las uñas de la ansiedad que me estaba dando presentarme ante su familia. Sobre todo por qué sus amigos me habían hablado de que su padre era un ex militar mal encarado de gran tamaño que podía intimidar a cualquiera. Respiré, y esperé a qué se abriera la puerta, entonces se presentó con un amable “Hola” una mujer de unos 49 años, acompañado de un hombre corpulento de la misma edad; quizá hasta de un poco más. El padre de Martha vestía una camisa blanca con dos botones abiertos bajo su cuello, un mostacho plateado, y un cabello gris con rastros de cabello oscuro. Tenía una barba que cubría todo su mentón, y parte de las mejillas hasta unirse a las patillas. Sinceramente expulsaba un mar de testosterona por toda su imagen. En ese momento mi nerviosismo se había multiplicado por diez. Su mirada penetrante me había hecho tragar saliva y tartamudear un poco al saludar. Tan inexplicable como el azar. ¿Qué probabilidad existe de sacar la carta que escogiste dentro de una baraja con 52 cartas? ¡Exacto! Es difícil, pero esa poca probabilidad existe. Eso que parece que jamás podría ocurrir, en baja o alta probabilidad, ahí está. Y es exactamente lo que quiero contarles, por qué aún que parezca descabellado este tonto análisis, tiene que ver mucho con mi historia. ¿Pueden imaginarte que el papá de la chica con la que recién te hiciste novio, es exactamente la persona que conociste hace un par de semanas en un baño donde se practica crusing? ¡Que loco! ¿No? Habiendo tanta gente el la enorme ciudad ¿tenía que ser el, él padre de la chica?¿Mala suerte? Bueno, eso ustedes lo decidirán cuando les cuente más a detalle. Justo un mes atrás, mientras salía sin ningún compromiso con Martha, había salido con unos amigos a hacer unas compras y pagos a una plaza comercial. Cómo era nuestra costumbre, llegaba un momento en que los tres quedábamos dispersos en toda la plaza viendo nuestras cosas personales; no era obligación estar pegados el uno de los otros dos. Siempre poníamos una hora fija para vernos en el ares de comida para almorzar antes de retirarnos. Mientras ellos hacían sus pagos y visitarás bancarias, yo me iba a caminar para ver qué se me atravesaba. Y como era fanático de comprar discos y películas, me había ido exactamente a una tienda que se especializaba en ello. Revisaba el estante con películas recientes, tenía una sujeta en las manos cuando una voz gruesa interrumpió mi lectura sobre la sinopsis. —Esa es muy buena. Te la recomiendo; si la ves y no te gusta, yo te devuelvo tu dinero—Dijo un hombre de gran tamaño. Más alto que yo, con unos pectorales muy realzados y con un abdomen duro y definido, que era fácil de admirar a través de la playera verde militar. Su corte era muy minimalista para alguien de su edad. Sinceramente hasta a mi me había parecido muy atractivo y guapo. <<Es exactamente como quiero verme cuando tuviera 50 años>> pensé. No se equivocan. Ese hombre era mi futuro suegro sin saberlo; Aquel hombre que abriría la puerta para darme la bienvenida a su familia. Ese día en la plaza portaba unos jeans algo bombachos, aún que su tamaño y su musculatura lograba llenar muy bien la zona de los muslos, nalgas y pantorrillas. —Entonces la llevaré. Y si no me convence prometo buscarlo para mi reembolso—Ambos reímos, y luego me aparté para seguir mirando y escogiendo antes de pasar al área de pago. Estaba en la zona de rebajas y ofertas mirando un poco de lo que podría incluir en mi compra. Levanté la mirada, nuevamente aquel hombre. Escogía películas del lado opuesto a mi; pasaba con sus enormes dedos una tras otra película. —¿Otra vez tu?—Preguntó—Se que soy muy atractivo como para seguirme, pero podrías ser más discreto—Dijo con su seria y gruesa voz. No supe qué decir hasta qué interrumpió el silencio con una leve ronca risa. Nunca me había puesto tan sonrojado y nervioso, ni siquiera sabía que responder. Era como encontrar sé con mi yo del futuro; con mejores técnicas, frases y sobre todo con una autoestima elevada por los cielos. Ahora sentía desde el otro lado de la moneda lo que sentían cuando intentaba ligar con mis infalibles técnicas. —Tranquilo. Solo estaba jugando muchacho—Volvió a repetir cuando pasó a mi lado y me oprimió el hombro. Luego me dio unas palmadas al despedirse, y una sonrisa muy pícara; era un coqueto de primer nivel, sabía cómo robar la atención. Lo más extraño es que yo jamás me había fijado en un hombre, tal y como había mencionado al inicio del relato. Fue algo muy extraño, ni yo puedo explicarlo. Sacudí la cabeza un par de veces, como cuando regresas de un pensamiento, estaba desviándome un poco. Pero aún así voltee un par de veces para mirar a aquel hombre enorme retirarse. Movía sus enormes piernas como si le pesara su musculatura; y sus poderosas nalgas eran un par de imanes para mis ojos mientras se movían hasta la puerta.
Terminé mi compra y me decidí a ir en busca de mis amigos, casi era hora de comer. Mientras caminaba por los pasillos jugaba con mi celular, les había mandado un par de mensajes para preguntarles ¿donde estaban? recién salía de una tienda de tenis. Entonces fue cuando me dio ganas de mear. Busqué los baños más cercanos, y al parecer los más ocultos, por qué apenas y pude reconocer que eran unos. Caminé por un largo pasillo; incluso llegué a pensar que se trataba de un baño para personal de la plaza. Aun así luego tuve que girar nuevamente a la izquierda y por fin di con una puerta que te dirigía a la izquierda si eras mujer, y a la derecha si eras barón. Entré. Eran baños muy limpios y amplios. En la entrada te encontrabas un un paño grande de espejo, había un lavabo de manos que abarcaba el mismo tamaño que la pared que dividía el área de aseo con los sanitarios. Habían un par de mingitorios del lado derecho, y al fondo varios sanitarios cerrados. Uno detrás del otro. Era el tipo de sanitario que me gustaba. Era casi un búnker; no se miraba nada por los costados, y la distancia del piso a la base de la puerta era demasiado discreta. Miré de lado a lado, me saqué la verga, y comencé a mear, no había completamente nadie, la sensación de soledad era algo extraña; llegué a pensar que en verdad había usurpado el sanitario del personal de la plaza. Escuchaba con atención el sonido de mi orina rompiendo con la cerámica; pensaba un poco sobre mi día cuando un mensaje llegó a mi móvil <<Te vemos en el ares de comida en 20 minutos>> era uno de los chicos con los que venía. —¿Otra ves tú? Ahora si voy a pensar que me estás siguiendo—Dijo el hombre que había conocido en donde compré algunas películas; estaba tan concentrado respondiendo el menaje de texto que no me percaté de quien se introdujo al baño. Nuevamente me sentí un poco nervioso al ver de quien se trataba. —No, nada de eso. Solo coincidencia—Le respondí. Seguramente notó mi ansiedad; nunca me sentí tan cohibido. —Es broma. No te sientas nervioso, no te voy a comer. Tampoco muerdo... bueno, si no quieres—Dijo guiñando el ojo. Ya no sabía si estaba jugando, o si lo decía en verdad. Los mingitorios no tenían división, así que de reojo podías ver lo que ocurría entre las piernas del otro. Tragué algo de saliva, por alguna razón sentí algo de morbo cuando me respondió de esa manera; mi ojos se percataron de lo grande que era su pene; apenas y se notaba entre sombras, pero aquel pedazo de carne sobresalía entre sus manos, su tamaño no era nada discreto. Y el chorro de orina que expulsaba tampoco. Se dio cuenta que lo miré, no dudó en intimidarme más. —¿Te gusta?—Preguntó. Quité la mirada de su polla, mi corazón comenzó a latir como nunca, quería salir corriendo de ahí. Mi torpeza conjugada con mi curiosidad no me dejó hacerlo; incluso cuando había acabado de orinar me quedé ahí postrado esperando ver qué ocurriría, me sacudía el pene fingiendo que aún no acababa. Entonces su mano se introdujo en mi espacio, tomó de mi verga y comenzó a darle un masaje. Lancé un suspiro al aire y cerré los ojos. —Siempre supe que era lo que querías. Nunca me equivoco—Dijo susurrando mientras con sus movimiento mi verga iba despertando entre su nudillo. Aquel hombre maduro tenía la fórmula exacta para dominarme. Su mano estaba fría, sus movimientos cubrían y descubrían el glande de mi miembro( mientras este iba alcanzando sus 18 centímetros. Un tamaño muy considerable. Era de un tamaño común, de venas discretas, una cabeza rosa, y de piel clara como la mía. Me recortaba los vellos, pero dejaba la sombra de los gruesos pelos. Mi polla estaba dura, comencé a lubricar, dejé que hiciera lo que se le antojara; aun que miraba con frecuencia a la puerta. Tenía que alguien entrara. —Descuida. Es un baño abandonado, nunca entra nadie—Dijo para calmar mi temor. Estoy seguro que mi rostro mostraba una mirada insegura; él no se detuvo, iba a lo que iba. Cuando mi verga alcanzó el tamaño y la dureza total, sentí sus labios bajar y acomodar mi trozo blanco entre su boca. Sentí mi culo contraerse y mis ojos ponerse en blanco, me constaba aun más concentrarme en que nadie entrara. Su boca húmeda y cálida abrigaba entre chupadas a fondo y succiones. Disfrutaba de la cabeza de mi pene como si fuera un caramelo, lamió a detalle cada gota que expulsaba el orificio de mi verga. <<Es un experto>> pensé. Nadie me había mamado el pito de esa forma. Luego se tragó cada milímetro hasta topar su nariz con mis vellos púbicos. Sus labios estaban en la base, luchaba con su respiración para no dejar de tragar. Podía sentirme hasta el fondo de su garganta. Con la otra mano acariciaba mis testículos, y los frotaba suavemente, como si inspeccionara su volumen. Mi instinto me hizo meter mi mano en el pliegue de sus pantalones para acariciar sus nalgas. Estaban duras, era demasiado músculo, bajé posando mis manos entre sus glúteos, era un lugar muy cálido, mi dedo encontró su orificio, succionaba con fuerza; eso me excitó aún más. Moría por sentir más, pero el espacio era muy reducido como para poder maniobrar. —¿Quieres ir al sanitario?—Preguntó. Creo que era lo inteligente que podíamos hacer; tenía completamente ser visto. Incluso llegué a pensar que alguno de mis amigos pudo haber entrado en cualquier instante. Caminamos hasta el último cubículo, cerramos la puerta, me tomó la camisa con su puño, tenía mucha fuerza, me tiró hacia el. <<Nunca beso a hombres>> me resistí, pero me obligó a hacerlo. Mi cuerpo delgado era insignificante para su fuerza bruta. Sus labios eran crudos y sus bigotes recortados picaban; era muy distinto a besar una chica. No sé qué pasó; pero logró corromper mis reglar. Y admito que me gustó. Era una bestia. Me llevó empujándome con su puño; hundidos en un beso que apenas me dejaba respirar. Buscó mi brega con sus manos, la oprimió con fuerza, siguió masturbando, le gustaba oprimirla para que derramara las gotas de lubricantes. Se apartó, me miró con una sonrisa muy coqueta, y bajó nuevamente a chupar de mi polla. Abrí las piernas dejando el inodoro entre ellas. Soporté mi espalda en la loza. Miraba desde lo alto como disfrutaba de tragar mi virilidad; sus cabellos plateados le daban un toque de masculinidad. Estaba al punto máximo, no duraría tanto, me correría en su boca sin avisar si seguía mamando a ese ritmo. Parecía un toro respirando, sentía el vapor salir de mi piel. Se puso de pie y volvió a besarme. Tomó mi mano y lo llevó a su paquete. Inmediatamente mi instinto de macho me hizo retirarla. Nuevamente tiró de ella con fuerza y volvió a colocarla sobre su zona íntima; su verga palpitaba con fuerza sobre la tela del pantalón, me sentí extraño <<Tampoco solía tocar vergas>> era la primera vez que un hombre me sometía a hacer lo que nunca hago. Me ayudó a sobarla, a sentir su grosor; vaya que podía sentir lo grueso y el buen tamaño que tenía entre sus piernas; no se si me excitaba tocarlo o la adrenalina que estaba experimentando, pero mi calor corporal estaba a tope. —¡Toca sin miedo cabrón! ¿A poco no te gusta?—Dijo, obligándome a presionar más fuerte. —No soy puto señor. Solo me gusta que me la chupen—Respondí. —Si no te gusta, voy a hacer que te guste—En ese momento se abrió los pantalones y los dejó caer; no traía calzones, tenía unas piernas muy gruesas y velludas. Su verga era tan imponente como el: gruesa, mucho más que la mía, circunciso, de una cabeza grande y roja, un tronco lleno de venas, y huevos gordos y grandes bien depilados. —Acércate a probarla. —No. Eso ya no—Dije, intentaba subirme los pantalones. —Solo tócala y olfatéala, y si no te gusta, aquí le paramos—Insistió. Y vaya que pudo persuadirme. Bajé tímido y temeroso. Era la primera vez que estaba tan cerca de una; tragué saliva, la sostuve con mi mano; pesaba bastante. La sacudí un poco. Me pidió que acercara mi nariz, y lo hice. Olía mejor de lo pensé, era un olor muy agradable; creo que puedo definirlo como “limpieza”. —Anda. Pruébala un poco. No vas a dejar de ser hombre por besar una verga. —Dijo. Y también lo hice, la probé como todo un inexperto; incluso hice gestos de desagrado. La bese, lamí la punta, chupé un poco, me topé con algo del líquido que brotaba de su glande, era salado, y no sabía nada. No le di sexo oral, pero fue la primera vez que me animé a lamer, tocar y oler un pene. Me puse de pie, y me bajó los pantalones hasta donde pudo. Mi verga estaba dura hasta más no poder. Apuntaba en dirección a la puerta, me preguntaba ¿con que saldría ahora? Se dio la vuelta, y con los pantalones abajo admiré el buen culo que se cargaba. Definitivamente hacía mucho ejercicio; sus nalgas eran redondas, duras y algo peludas; nada exagerado. Tomó algo de saliva, se reclinó hacia adelante, se pasó los dedos en el ano, se dilató con un dedo; le entraba con mucha facilidad, se arrimó hasta mi, y comenzó a frotar mi verga contra su culo. —¡Espera! ¡Espera!—Le dije poniendo una mano contra su espalda para detenerlo. Pero los movimientos estimulaban mi verga y se me hacía muy difícil detenerlo. Sentí como la punta de mi verga fue absorbido por su orificio, entonces me contuve y le pedí que se detuviera. Le recalqué que no cogía sin condón, y que me limitaba a coger solo con mujeres. Me prometio que no dejaría que entrara. Solo quería sentirla entre su culo para poder venirse. Y así lo lo hizo, luego me pidió que me masturbara frente a él. Se sentó en el inodoro, me paré frente a él, y observo con gestos placer cada unos de mis movimientos. No tardé mucho en venirme, mi verga estaba sobre estimulada. Cuando miró que comencé a contraerme se llevó la punta de mi pene a su boca, sacó la lengua y dejó que me viniera en ella. No despreció ni una sola gota, no hubo ni necesidad de limpiarme al acabar. Me subí los pantalones y le pedí permiso para salir. Cómo mencione antes, al acabar no existe motivo ni razón para mantener contacto, no mantengo ningún tipo de emoción sentimental, no me cita nada cambiar la página y fingir que nada ocurrió. Pero nadie me dijo que ese hombre sería próximamente, en un tiempo muy breve, mi suegro. Ahora pueden imaginar a la perfección mi cara de sorpresa al encontrarme con aquel hombre de los baños siendo el padre de Martha; ¿con que cara ves a tu reciente novia sabiendo que te has liado unos buenos agarrones en los baños con su padre? <<eso sin mencionar que por poco y se volvía en cogida>> de no haber sido por la falta de un condón me habría follado a su padre. No es que me haya dejado tranquilo, pero en los ojos de Rubén la sorpresa tampoco fue la excepción, estaba tan contrariando como yo. Tuvimos que fingir para pasar desapercibidos; aun que que él nerviosismos de conocer a los padres de Martha fueron una buena excusa. Después de la agradable bienvenida de su madre, y del apretón de manos del padre, pasamos a la sala. Martha y su madre se retiraron a la cocina para preparar unos aperitivos, y unas copas de vino para compartir. —Papá, te dejo con Ramsés, no seas tan duro—Le dijo Martha a su padre, susurrando la última frase, y concluyendo con un beso en su mejilla—Y a ti te dejo en buenas manos. Conózcanse un poco—Me dijo guiñándome el ojo. Fue por su madre a la cocina para ayudarla. Entonces nos quedamos los dos sentados al frente el uno del otro. Nos hicimos varios gestos. Sobre todo tratando de expresarnos con las miradas. <<¿Que demonios haces aquí?>> es exactamente lo que intentaba decirle. No buscábamos la manera de romper el hielo. —Ni se te ocurra tocar el tema—Dijo Rubén mirando qué nadie viniera, y hablando muy despacio. —No sabía que era tu hija—Respondí. Ambos estábamos un poco alterados. —Tampoco pensé que eras el bastardo que estaba saliendo con mi Martha—Me dijo un poco histérico. Creo que ninguno de los dos podemos definir exactamente el tipo de emoción que estábamos experimentando. —¡Quiero que termines con ella!—Dijo, casi dándome una orden. —No voy a hacer eso. Mejor olvida lo que ocurrió y... —¿Que tanto se susurran ustedes dos? —Dijo Martha. Apareció por un pasillo, traía una charola de quesos y degustaciones.—Llevan 5 minutos ¿y ya andan en secretos?—Ambos tragamos saliva. Teníamos ser escuchados. —Tu papá me decía que está muy feliz de vernos juntos; solo nos daba la bendición como pareja. Pero es un poco tímido para mostrar sus sentimientos, así que trataba que nadie escuchara—Dije para disimular el momento embarazoso. —También le comentaba a tu novio, que si se atreve a lastimarte física o mentalmente, se las vería conmigo—Dijo serio Rubén. Martha no le tomó importancia a ninguno de los dos. Mientras convivíamos y platicábamos, notaba la mirada de Rubén algo disgustada por mi presencia. Yo quería llevar la fiesta en paz, pero parecía que él se esmeraba en tratar de dejarme mal. Y puedo entenderlo, tenía en sus manos su secreto, y seguramente se sentía amenazado por mi presencia; tenía mucho que perder, incluso más que yo. Ese fue nuestro primer encuentro, el primero de mucho otros más. Hubo otro momento en el que las mujeres nos dejaron un rato a solas. Esta vez fue un poco obligada por el. Quería ir por cervezas, y me pidió que lo acompañara a comprar unas, no me quedó de otra para quedar bien. Sabía que solo era un pretexto para expresar lo que no podía decirme delante de Martha y si madre; ambos subimos al auto, me sentía un poco inquieto por saber que es lo que quería. Sinceramente ya no tenía interés sobre el, Martha me llenaba sexualmente, y visualmente también, y como había comentado, después de tener algo con un hombre no había algo que me atara al sexo opuesto; es como si mi subconsciente lo olvidara por completo. Así que Rubén podía estar completamente tranquilo, por qué para mi no había ocurrido nada. El auto comenzó a avanzar, Rubén encendió la radio, cambiaba de estación en estación sin dejar nada fijo, ninguno de los dos hablaba; era incomodo y algo extraño estar en el mismo vehículo. —Puedes estar tranquilo, no voy a decir nada. Para mi todo esta olvidado; por si es la razón de portarte tan cortante y disgustado. En verdad me gusta tu hija, y quizá formémoos una familia en el futuro, y eso te incluye a ti.—Dije para romper el silencio abrumador. —Pero yo no olvido.—Dijo colocando su mano sobre mi pierna, ese momento se volvió aun mucho más incómodo. Mi corazón comenzó a ponerse más tenso, sentía mucho calor en el muslo; oprimió con fuerza, y luego la rudeza se volvió más sirve y cariñosa—Estoy enojado conmigo mismo, por qué no logro sacarte de mi mente; tengo que entender que te tiene alguien que amo. Pero parecía que sus palabras no estaban coordinadas con sus acciones; por que esa caricia sobre mi pierna cada vez era más intensa y más pronunciada; ya no era un simple apretujón. Tenía la pinta de ser algo más sexual, por qué a propósito su mano se estaba colocado muy cerca de mi bulto. Y para mi desgracia mi verga comenzó a reaccionar, comenzó a alargarse dentro de mis pantalones. Fue muy evidente que también estaba emocionándome con su tacto; debí quitarle la mano, pero tampoco mis acciones estaban obedeciendo a mis sentimientos, dejé que mi excitación tomara control, me acomodé sobre el asiento lo más que pude, abrí las piernas y entendió que estaba dándole acceso para continuar. Tragué saliva cuando su mano cálida comenzó a sobar mi bulto. A propósito mi verga palpitaba con cada apretón; era una señal de que debía sacarla antes que rompiera la tela. No se hizo de esperar, forcejeó con mi prenda hasta que logró sacar mi polla, su cabeza brillaba como un casco, era una flecha lista para penetrar. Derramaba aquel líquido transparente rebosante de excitación. La tomó con su dedo, la llevó a su boca, y la degustó con la punta de su lengua sin quitar su mirada fija hacia mis ojos. <<¡Puta madre! ¿Por que me estoy calentando tanto?>> me preguntaba. Ya estaba demasiado adentro como para querer retírame de esa batalla. Se estacionó en una calle casi desierta. Su mano me masturbaba, sus ojos me veían fijo, su sonrisa me seducía; era imposible no reaccionar contra ese coqueteo. Acercó su cara a la mía; su respiración era muy acelerada, casi podía sentir los latidos de su pecho. Su boca se incrustó entre mis labios carnosos. Luchaba contra mi. Pero era una batalla ya perdida, así que me dejé llevar. Esa tarde no pudimos hacer más. Teníamos a nuestras parejas esperando en casa. Nos fue imposible demorarnos más. Llegamos con las cervezas y los encargos. A partir de ahí Rubén se relajó demasiado conmigo; su actitud y su trato cambió completamente, era más amable, más atento. Solo nosotros sabíamos la razón. En cualquier descuido no dudaba en sonreírme con ese rostro tan varonil, tocaba mis partes, o acariciaba de mi pierna. Para mi era muy incómodo jugar una doble cara; estaba demasiado enamorado de su hija. Pero para mi desgracia la balanza comenzó a inclinarse en contra peso hacia mi suegro, de una manera sexual. No quería sentir nada, pero esa necesidad de sentir el calor masculino de aquel hombre maduro, comenzó a reclamar su lugar. Y un extraño sentimiento que puedo definir como “cariño” comenzó a emerger con cada gesto, cada tacto, y cada seña.
El tiempo siguió caminando a su ritmo normal. Entonces pasó lo inevitable; lo que había evadido por tanto tiempo <<Quedarnos a solas, los dos>> yo no quería, pero mi novia insistió en que debía ayudar a su padre a hacer unos arreglos en su casa. Pero yo entendí que nos quedaríamos solos, hasta que llegué. Ese día al llegar, ella me esperaba con la bolsa en la mano a punto de salir de compras con su madre. —Pórtense bien. — Dijo mi suegra. Mi corazón palpitaba muy rápido, y mi nerviosismo se asomaba conforme ellas se iban despidiendo. —No se preocupen. Trataré de nos ser tan rudo con el—Agregó Rubén; quien se asomó por un pasillo. Vestía una playera blanca sin mangas, unas bermudas con estampados de camuflaje militar, y unos botas de cuero. Su playera estaba con rastros de mugre y sudor. Mi ansiedad cada vez era más penetrante. Al verlo vestido de esa manera, solo pude tragar saliva; no pude evitar sentirme tan atraído por semejante semental. Su cuerpo enorme expulsaba testosterona, y eso solo lograba excitarme. Las damas se retiraron. Lo seguí hasta donde realizaba los arreglos. Estaba haciendo plomería en la cocina. Tenía herramientas en el piso, y los tubos sueltos; era muy evidente que se realizaba un mantenimiento por el desorden en la zona. —Ve a cambiarte. Estaremos en la Cocina. Me falta poco para terminar esto. Luego instalaremos unos anaqueles. Debemos acabar antes que ellas vuelvan. Tenemos suficiente tiempo. Volverán hasta la hora de la comida. Así que no hay tanta prisa—Me dijo mientras inclinado seleccionaba las herramientas que usaría. Fui al baño y me puse ropa más cacera. Algo más cómodo y que no me importaría manchar o ensuciar. Regresé para ayudar a mi suegro. Se encontraba con la mitad del cuerpo metido debajo de la tarja por donde pasaban las tuberías de la cocina. Tenía una pierna extendida y la otra contraída. El sonido del metal de la llave hizo que no se percatara de mi presencia. Me tomé unos minutos para observar esas piernas perfectas, era impresionante el bulto que se le marcaba en esas bermudas tan varoniles. <<¿que está pasando conmigo? >> me pregunté al percatarme que estaba mirando de forma morbosa a mi suegro.
Estaba hipnotizado por aquel semental fornido y de vellos plateados. Quería decir algo pero mi lengua estaba atorada en mi morbo, tragué saliva una y otra vez imaginando escenas tan candentes que tuve una ligera erección que intenté contener para no ser tan evidente en caso que mi suegro saliera de ahí.
—¿piensas quedarte ahí parado solamente o venciste ayudarme?—dijo Rubén interrumpiendo mi caliente imaginación. —Pásame la cinta blanca que tengo en la caja de herramientas. Creo que por fin encontré donde está la maldita fuga.
Me acerqué a él, me incliné soportando mi peso sobre mi dos piernas, revisé detenidamente la caja de herramientas tardándome un poco más de lo normal para darme la oportunidad de mirar de reojo esas piernas tan perfectas. Las bermudas estaban tan justas como una malla al rededor de su piel que era imposible no recorrer de arriba abajo toda la pieza de bajo de su cintura.
Por unos segundo mis ojos se clavaron en sus muslos, luego me vi atrapado en su entrepierna. Tenía un bulto bien marcado y abultado entre los pliegues de tela gruesa. Sus huevos estaban bien dibujados, la verga era un poco más difícil de apreciar pero aun así podías imaginar el grosor y el tamaño que escondía detrás de la ropa. Mi boca se quedó seca de tragar tanta saliva, nunca me sentí tan extraño delante de un cuerpo masculino. Esto estaba a otro nivel muy por arriba de hacer cosas prohibidas; era completamente otro tipo de adrenalina que mi cuerpo experimentaba.
Entre las ganas de sacarle la verga y mirar de nuevo esas piernas peludas y el temor de que mi novia entrara junto a su madre y nos descubriera, había cierta excitación que de inmediato me puso la verga tan dura como para sentir la ropa incómoda y apretada.
Tomé la cinta blanca y estiré mi mano para darle el objeto, pero a cambio tomó mi mano llevándola a su paquete y rompiendo el hielo con su voz tan seductora—Deja de mirarlo y mejor tócalo. Que también tiene ya rato esperándote—me quedé helado y la vez un poco tieso al sentir su grueso tronco al rededor de mi mano. Me obligó a sujetárselo con fuerza cuando notó que estaba poniendo un poco de oposición. Nuevamente esa lucha interna entre lo que estaba correcto y lo que en realidad quería hacer. Movió mi mano de arriba abajo para darle un masaje aun que seguía un poco negado a seguir con ese juego.
Se desajustó el pantalón, se abrió la bragueta y sin esperar tanto se saco tremendo pedazo de carne grueso, húmedo y con el calzón manchado con un hilo viscoso que colgaba de la trusa a la punta de su verga. Tenía un grosor mucho más admirable que lo que recordaba, las venas recorrían todo el miembro haciendo un efecto sobre relieve, los huevos no se alcanzaban a ver pero si los ricos vellos que bajaban de los costados por las ingles. Su cabeza era enorme, roja y no dejaba de brincar y expulsar líquido preseminal. Desde mi posición podía percibir un olor tan excitante que me invitaba a acercar mi nariz para presenciar ese hedor tan adictivo que le precia excitante a mi olfato.
—Tómala sin miedo—Dijo mi suegro—tiraba de ella con su mano invitándome a tocarla; más que eso quería probarla, sentirla dentro de mi boca, saber a qué sabía cada centímetro.
La sujeté. Mi puño apenas y podía rodear el grueso pedazo de verga que salía medias del pantalón y los calzones que majaban su miembro. Notó mi ingenuidad en mis manos inexpertas que se movían con inseguridad por toda la extensión. Mi corazón palpitaba como jamás sentí, y el me miraba fijamente desde el espacio concurrido con una sonrisa maliciosa. De la punta brotaban pequeñas gotas espesas que caían lento dejando una mancha húmeda por el glande. No quise perder más el tiempo y acerqué mi boca para lamer ese líquido que tanta curiosidad me daba probar. El sabor era salado casi perdible en el paladar, difícil de distinguir o clasificar; pero para nada era desagradable. Cosa contraria que me había causado más ganas de probar esa polla gorda que por fin tenía entre mis manos.
Estuve sacudiendo un rato su polla hasta que mi mano quedó tan lubricada y húmeda de tantas gotas que derramaba su verga. Él solamente disfrutaba de verme jugar su herramienta gruesa que parecía estallaría de lo roja que tenía la cabeza. Su mano pasó por detrás de mi espalda estuvo paseándose de arriba a abajo durante un rato; por momentos el roce llegaba hasta la orilla de mis pantalones encontrándose con mis bóxers justos introduciendo sus dedos un poco. La intención era clara: quería tocar mi culo, y seguramente algo más que eso. Pero era algo que no permitiría. Para comenzar nunca había sido pasivo, y creo que sería muy traumático de mi parte comenzar con una verga tan grande como la de Rubén.
Salió del recóndito espacio y se puso de pie junto conmigo. Inmediatamente me estampó sobre la barra de mármol con todas sus fuerzas empujándome con su brazo musculoso. Su mano rodeó mi cuello sin tanta fuerza y su cuerpo se pegó tanto a mi que podía sentir esa polla dura palpitar frente a mi bulto que también ya mostraba un tamaño considerable. Recorrió mi mejilla con sus manos, rozó mis labios con sus dedos, y para concluir su mano peinó mis cabellos para terminar en un tirón de ellos hacia atrás. Era como si me odiara lo suficiente por estar con su hija, pero a la vez como si me deseara tanto como para estar con el.
Abrió mi bermuda, metió su mano y alcance un suspiro muy obvio al sentir sus nudillos tirando de mi miembro con su mano caliente.
—¿a caso no te gusta?—preguntó el corpulento hombre que casi me hablaba al ras de mis labios. Sus labios eran gruesos y los míos finos; mi barba castaña casi hacía impacto con su barba plateada; entonces me plantó un beso que no pude rechazar. Fue imposible negarme a esos labios tan poderosos y experimentados que jugaban con mi lengua acabando con un ligero mordisco. Sus manos jugaban con mi verga por fuera, ni siquiera me fijé en qué momento había perdido los pantalones. Sus manos eran muy ágiles y sus movimientos tan excitantes como su figura.
Me quitó la playera y posteriormente clavó su boca en mis pezones jugando con su lengua al rededor de ella como si un remolino girara con velocidad en toda la areola. Bajó por mi vientre beso a beso hasta encontrarse con mis vellos recortados. Se llevó mi verga hasta el fondo de su garganta y desde mi perspectiva podía mirar cómo la expulsaba lentamente para luego escupirá y metérsela a la boca nuevamente. <<¡Puta madre, qué rico la mamá mi suegro!>> pensé mientras me soportaba de la barra con las uñas casi incrustadas en el mármol. Lo hacía muy rápido y luego muy lento, luego se enfocaba en los huevos sin soltar mi verga, regresaba y aumentaba la velocidad, rodeaba con su lengua la cabeza de mi verga y ahí tenía que detenerlo para no venirme en su perfecta barba plateada.
—Si quieres puedes venirte—Me decía mirándome desde abajo arrodillado como una puta mirándome con esos ojos claros y rudos. Tomé más confianza y tomé su cara con ambas manos y lo penetré con tanta fuerza que parecía que se ahogaría. Mi verga no era tan gorda como la de el pero en tamaño de defendía muy bien. Podía sentí cómo llegaba hasta su garganta tragando sin ningún problema, su cara se ponía roja por la falta de oxígeno, sobre todo cuando su boca llegaba hasta la base de mi miembro desapareciéndola por completo. Se puso de pie y me obligó a mamarle la polla. Al principio me resistí un poco por que era muy brusco, pero luego ya no pude resistirme, no por qué yo quisiera, más bien por qué con su fuerza bruta no me dejaba manejarlo.
Se dio la vuelta se soportó de la barra se inclinó y arqueó la espalda y dejó su culo al aire para que le diera un beso negro. No estaba tan seguro de hacer eso pero tampoco me resistí estaban tan excitado que no me costó acercar mi lengua a ese culo semi velludo y con el ojete rosa que pedía ser penetrado por más que una lengua y unos dedos. Lamí de su ojete como todo un experto, y vaya que era experto en hacerlo podía notarse en la forma en la que movía dentro de él. Tenía un olor a macho y me encantaba hundir mi cara entre su culo. Con ambas manos sostenía sus nalgas para abrir lo suficiente; gemía como todo un macho disfrutando de una rica mamada de culo. Pero el hombre necesitaba más que una lengua y unos dedos en su culo y no se limitó en pedirlo: —Quiero que me la metas—Rogó con su último gemido.
Me coloqué tras de él y comencé a frotar mi verga entre la larga línea entre sus nalgas; cálidas y abrazadoras con la capacidad de oprimir mi verga entre los redondos y velludos glúteos de aquel ex militar. Su práctica en el oficio se podía notar a leguas, juraba que no era la primera verga que alimentaba con su poderoso culo, pues mientras mi verga se untaba entre las paredes el apretaba y succionaba con su ano cada vez que la punta de mi polla rozaba aquel hoyo caliente que pedía a gritos ser penetrado con todas mis fuerzas. Yo quería jugar un poco más, solo un poco más antes de incrustar mi verga dentro; pero el precia tener prisa <<o hambre de verga>> pues sostuvo mi miembro con su mano ensalivada, vistió de humedad toda la punta y la encaminó a la entrada que con el simple contacto ya entraba con algo de facilidad.
Nuevamente me contuve como la primera vez, me retiré solo para inclinarme a buscar un condón en los bolsillos de mi prenda y sin dudarlo me clavé disfrutando de cómo mi polla se iba abriendo camino sin tanta oposición dentro de ese camino cavernoso que parecía comer vorazmente. Primero me moví lento pensando en no lastimarlo, pero al hombre le gustaba la rudeza—¡Más duro puto!—Me decía entre dientes. Entonces despertó mi lado bestial el cual era mucho menos compasivo, tomé sus caderas con fuerza trayéndolas a mi y comencé a metérsela con tanta fuerza que no se si los vecinos podían oír sus gemidos gruesos y prolongados.
Por momentos sentía que romperíamos las barra de mármol por la fuerza con la que él soportaba mis embestidas, parecía no buscar de donde soportarse mientras yo me clavaba con más fuerza hasta el fondo de él. Mis huevos golpeaban fuerte contra sus nalgas y el golpetea resonaba alternadamente con sus gemidos con cada mente y saca. Mi sudor comenzó a caer sobre su espalda escurriendo hasta sus nalgas y perdiéndose costa abajo donde su ano estaba siendo perforado brutalmente por su yerno. Vaya que perdí la compasión y el parentesco por el hombre, nunca desconocí tanto a una persona.
Lo giré solo para subirlo a la barra el la cual apenas cabía por el enorme tamaño de Rubén, trepar sus piernas sobre mis hombros con el culo casi al aire y sin avisarle nuevamente lo penetré mirando desde lo alto cómo sus ojos se ponían blancos cada vez que mi verga llegaba al final. Su verga estaba dura y rebotaba en su vientre una y otra vende. Lo tomé como si se tratara de una palanca y comencé a masturbarlo mientras mi pelvis hacía su trabajo; su verga lubricaba tanto que no era necesario escupirla.
—Ya quiero venirme—me dijo cerrando los ojos, frunciendo los labios y con la voz cortada como si tartamudeara. Las sílabas se le cortaban al querer hablar por las embestidas y la vibración de los cuerpos. Le dije que lo hiciera, yo tampoco podría aguantar tanto después de estar haciendo tanta fricción dentro de él, comenzó a lanzar chorros y chorros de semen blanco, tan blanco como pera diferenciarse sobre su piel, aún con su edad vaya que lanzaba con fuerza, pues su leche Javi manchado hasta sus cabellos plateados.
De inmediato sentí su culo contratarse para abrazar con más presión mi polla, ni pude aguantar más, los chorros comenzaron a salir estrellándose en el muro de látex, sentía como la vida se me apagaba con cada venida. Terminé tan agotado que tuve que recostarme sobre él sin salirme de su ano; no me importó mancharme de su blanco líquido, de hecho me pareció muy excitante. Tanto como para lamer su barba que concentraba un poco de semen y besar esos gruesos labios llenos de experiencia.
Puso llave en la puerta y nos bañamos juntos lo más rápido que pudimos. Apenas y nos alcanzó el tiempo para darnos algo de cariño más, nuestras mujeres habían llegado al poco rato. Nunca se enteraron que todo el tiradero sobre la barra no era del arduo trabajo de mantenimiento si no de la dura cogida que le había puesto al papá de mi novia y esposo de mi suegra. Fue un poco extraño por que desde esa vez comencé a perder interés en su hija y el seco dejó de ser bueno hasta el grado de dejar de sentir algo por ella. Por suerte ella fue la que me terminó, se supone que debería ser doloroso pero solo me abrió la puerta a seguir cogiéndome a su padre.
Fuimos amantes durante un tiempo, pero también se fue apagando la pasión al paso de los meses lo que propició que nos fuéramos distanciando. Seguimos cogiendo, admito que es de el mejor sexo que he experimentado en toda mi vida, y seguramente lo haremos cuando se nos antoje, por qué a pesar de no ser nada, siempre hay un día en el que ambos nos buscamos, es como si nos hubiéramos implantado un radar. Por qué siempre nos volvemos a encontrar.
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Que rico un suegro así yo lo quiero para mi
Maravilloso relato, quisiera un suegro así o ser un yerno así acabe más duro que cuando veo pelis xxx
Muy buena historia. Terminé todo mojado.
Buen relato, disfruté e imagine cada detalle hasta acabar junto con ellos ufff.