Descubrí mi sexualidad en la etapa más difícil de mi adolescencia. Tenía 16 años cuando comencé esa batalla entre querer ser heterosexual a la fuerza; traté de negar mi homosexualidad. Para mi buena suerte, era un chico muy varonil. Era tan guapo como mi papá, en su juventud << ojos grandes oscuros , cuerpo atlético, buenas piernas, brazos fuertes, piernas de futbolista, nalgas de campeonato y un pegue increíble>> así que fingir ser lo que no era no me costaba nada. Pero siempre llega alguien que parece olfatearte a kilómetros. Como si tuviera un radar metido en los ojos. Mi historia comienza exactamente cuando mi tío Rodolfo me invitó a trabajar en su cantina durante el verano. Recién había salido de vacaciones cuando me propuso ir a ayudarlo a su negocio. Su trabajador había renunciado y le urgía alguien de confianza que le ayudara en los cobros.
Era tan malo con lo números, que siempre tuvo que pagar a alguien que le ayudara. Tío Rodolfo era el hermano mayor de papá. Tenía 40 años. Era tan atractivo como papá <<quizá hasta más>> Su barba tupida lo hacía lucir aún más varonil, tenía un cabello negro y tupido. Media como 1.80. En su juventud había realizado fútbol americano, así que pueden imaginar su tipo de cuerpo <<fornido, piernas grandes y fuertes, torso ancho, brazos aún más fuertes, y una panza bonita, creada por la cerveza>> toda esa hombría era rematada por su voz gruesa; su forma de ser tan machista. Era imponente, y en ocasiones daba un poco de miedo.
—¿Entonces aceptas?—Me preguntó con esa voz tan grave—Tu papá siempre presume de tus buenas notas en las matemáticas. Así que me sirves. Solo te necesito los fines de semana. Y te pagaré muy bien.
Acepté sin dudar. Quería aprender de su oficio. A parte tío Rodolfo siempre me había tratado muy bien. A veces me quedaba en su casa, para convivir con sus hijos. Siempre hubo una buena relación. Me explicó que otra de las razones por la que me requería, era por que muchas veces, después del oficio, se quedaba a beber con sus amigos. Así que tendría que esperar, para luego llevarlo a su casa y dormir ahí. Yo estaba más que encantado. Por qué por ese favor casi duplicaría mi sueldo.
La cantina de mi tío, era una de esas donde iba mucha gente mayor. Hombres entre cuarentena y cincuenta y tantos. Tenía dos mesas de billar, una barra, varias mesas, y meseras con vestidos muy ajustados para atraer clientes. Todo tenía un estilo muy texano. De hecho en su mayoría iban muchos vaqueros. El trabajo era muy fácil. Servir algunas cervezas en la barra, asegurarme de cobrar, y hacer el corte al final de la jornada.
Me agradaba ese trabajo de verano. Mi tío me trataba muy bien. Y ni qué decir de sus amigos. De repente me dejaba beber una cerveza con ellos. Mi tío hacía muy buenos comentarios sobre mi. Me sentía todo un adulto al lado de tantos tipos hablando de mujeres, cogidas e infidelidades. Mi tío me hizo prometer que no le diría nada a mi tía. Pues el igual decía muchas cosas que podrían dejarlo mal; al grado de perder su matrimonio.
Lo que más me incomodaba era cuando me hacían participar en su charla. Me preguntaban si tenía novia, si me había acostado con una mujer. Y la verdad es que era Virgen. Era muy incómodo. Por qué en el fondo sabía que no me gustaba el sexo femenino. Así que tuve que fingir mi hombría más de una vez. Es la desventaja de vivir en una familia machista y de altos principios católicos.
Mi tío no se quedó con las ganas de quitarme lo Virgen. Y en uno de esos días, me agarró con tremenda sorpresa.
—Hijo. Hoy te vas a volver todo un hombre—Junto a él llegaba la chica nueva, que apenas se estrenó como mesera la semana pasada. Era la más guapa de todas, la más solicitada por las mesas. Mi tío me llevó con ella a la bodega, y le pidió a la dama que hiciera conmigo, todo lo que yo quisiera.
Me puse muy nervioso. Me sentía comprometido al saber que mi tío le había pagado una buena cantidad. La chica comenzó a portarse cachonda, pero notó que mi cuerpo simplemente no reaccionaba. Tuve que ser muy sincero; la chica me prometió que no diría nada. Después de todo ella ya había cobrado su buena paga. Salimos fingiendo; ella presumió que me había portado como todo un semental. Tío Rodolfo se siento muy orgulloso de mi. Tanto, que fue a presumirme con sus amigos. Todos brindaron a mi nombre.
Entonces mis ojos se fijaron en alguien que nunca había visto en la cantina. Unos ojos tan llamativos, una mirada tan penetrante, un bigote y una barba tupida, su cabello lacio y oscuro algo rebelde, esa sonrisa felina que no pudo romper la conexión con mis ojos. Me sonrió y se presentó. Marcelo Castro, mejor conocido como “El Gallo” mi tío luego me explicó que le decían así, por que se pasaba pisando todas las gallinas del pueblo.
Mis ojos no podían dejar de mirar en cada oportunidad. Tenía un cuerpo impactante. Grande y masculino. Unas piernas que retaban la elasticidad de los pantalones, unas pantorrillas que parecían de acero, un torso grande con la camisa vaquera de cuadros entre abierta. Dejaba ver los vellos entre sus pectorales. Por momentos me atrapaba mirándolo, y giraba la cara. Por primera vez me sentí tan atraído y excitado por un hombre.
Una parte de mi me decía que mi tío ya sospechaba de mi homosexualidad. Era demasiado evidente con sus tantas preguntas y cuestiones. Era como si quisiera sacarme la verdad. Sabía que no se tragaba todas las palabras de aquella chica. Tenía miedo que me pusiera a otra y que esta vez no pudiera controlar la situación. Aun así yo seguía en mi postura. Marcelo dejó de ir por unas semanas, no iba tan frecuente como los otros amigos de tío Rodolfo. Para mi fue mejor, era menos tentación. Su presencia solo hacía más evidente lo que mi tío intentaba prevenir.
Una noche, casi al final de la jornada, mientras hacía corte en la parte de atrás de la cantina, me pareció escuchar la voz de Marcelo. Intenté poner más atención, noté que hablaba muy bajo con mi tío. Mi curiosidad pudo más que nada, y me acerqué a escondidas para poder oír lo que decían.
—Y al chico de la barra ¿en cuanto lo rentas?—Dijo Marcelo.
—¡No mames cabrón! ¡Es mi sobrino! Ese no está en renta.
—Perdón. No sabía. La otra noche que se acercó a la mesa, no dejaba de mirarme. Pensé que habías extendido el menú, para clientes especiales.
—No, nada de eso. Está aquí trabajando por sus vacaciones ¡tengo miedo que el chamaco me salga joto! La mesera me dijo que en realidad no hicieron nada en la bodega. ¡Se puso muy nervioso! De hecho tengo mis sospechas de que sea maricón.
—Quien sabe compa. Solo por que se trata de tu sobrino. Si no ya te hubiera ofrecido una feria.
—¡No digas mamadas! Para eso tengo a las meseras. Puedes escoger a la que quieras. Esta es una cantina de machitos.
—¡Comodre! No quería tapar el sol con un dedo. Usted y yo sabemos muy bien que hemos probado culo de vato.
—Fue una borrachera. Eso no ocurrirá de nuevo ¡y no levantes la voz! Eso no lo sabe nadie.
Ellos no sabían que había escuchado todo. Luego aparecí como si nada. Como si no supiera que habían estado hablando de culos y putos. Ambos se me quedaron mirando sin decir nada. Solo platicaban entre sus miradas extrañadas. Me daba un poco de pena saber mucho. Sobre todo era incómodo sentirse juzgado. Con los días todo pasó y regresó a su normalidad. Al poco tiempo, nació su hijo; y para su mala suerte, la suegra llegó a vivir con ellos, para los cuidados y apoyo de su esposa. El parto había terminado en cesárea, así que los cuidados eran un poco más trabajosos.
Desde ese día hubo un ligero cambio. Cómo su suegra se quedaría en el cuarto con su mujer, él tuvo que compartir el cuarto de visitas conmigo. Me causó mucha sorpresa. Pero más cuando lo vi por primera vez en bóxers. Tenía un bulto enorme. No sé si era una verga grande, o huevos muy gordos. Pero el tamaño era difícil de ocultar. Era un hombre peludo enorme. Con trabajo dábamos en la cama matrimonial. La primera noche me dio algo de pena dormir solo en calzones. Así que me puse una playera ligera y unos shorts. Me pasé parte de la noche observando su cuerpo semi desnudo. Moria de morbo, mi pene erecto me impedía dormir. A parte que sus ronquidos eran muy fuertes; palpé un poco ese bulto. Oprimí delicadamente, descubrí su gran tamaño, no se trataba de sus testículo, si no de un pene de gran tamaño.
No hubo ninguna reacción. Estaba muy profundo. Casi todos lo días bebía mínimo dos o tres cervezas en la cantina. Así que su sueño era bastante profundo. Pasé un par de días repitiendo la acción. En ninguno obtuve tan siquiera una erección para poder matar la ilusión. Moria por saber qué tan gorda y grande se le ponía. Ni siquiera se la saqué. Moria de miedo de ser descubierto.
Uno de esos tantos días. Cerrábamos la cantina, cuando mi tío me propuso ir a un table dance. Me dijo que andaba muy caliente. Desde parte del embarazo había dejado de coger. Con la cesárea y la suegra en casa, le resultaba imposible incluso masturbarse; me contaba todas esas cosas. Y a mi solo me causaba más curiosidad. El estaba seguro de que pagaría por una puta. Me dijo que si yo quería una podría pagármela. Supongo que no pensaba invertir más en mi, sabiendo que en la ocasión anterior solo tiró su dinero.
¡Yo no quería ir! Me sentía incómodo. No quería fingir que me gustaban las mujeres. Me sentía algo cohibido con la constante presión. Para mi buena suerte no nos dejaron pasar. Se pusieron muy estrictos con la mayoría de edad. Lo intentamos en dos lugares más. Pero la respuesta fue la mima. Me sentí muy aliviado; yo solo quería llegar a casa. En el transcurso mi tío se bebió seis latas de cerveza que traía en una nevera. Más las que había bebido en el negocio; realmente no sé cuánto bebió. Pero si era mucho. Nos encaminamos a casa, sin ningún otro plan.
Ya todos dormían. La casa estaba completamente a oscuras. Entramos al cuarto. Comencé a desvestirme. Ya tenía la confianza de dormir en bóxers. Tío Rodolfo comenzó a hacer lo mismo. Me ponía muy nervioso verlo en calzones tan cerca de mi. Usaba para dormir esos bóxers holgados, cuadriculados.<<de anciano>> aun así, la verga dormida se le tambaleaba de un lado a otro. El peso del gran trozo entre sus piernas, no disimulaban.
—¡Ya me hacía metiéndosela a una de esas putas sabrosa! Me quedé con las ganas.
—Para la próxima, mejor tomó un taxi. Para que no ocurra lo de hoy.
—No es tu culpa. Pero si me quedé demasiado caliente. Siento que me reventaran los huevos de tanta leche retenida. Tendré que jalármela o no podré dormir.
No respondí nada . Se notaría en mi voz lo nervioso que estaba. Sobre todo con el constante toqueteó sobre su miembro. Se lo masajeaba como si quisiera despertar su pene. Yo solo me decías en mi mente <<¿por qué no te la sacas y dejas que te ayude?>> moria de ganas de comérmela. No me importaría que me hiciera suyo esa noche. Incluso podía intentar no gritar para que nadie escuchara. Pero no podía pasar a más. Se trataba de un tío muy machista.
Fue al baño, yo me acosté, preparándome para dormir. En eso regresó, y sin pensarlo se puso a un costado de mi. Yo estaba ya muy cómodo, tapado con la sabana a altura de mi ombligo. No quería que notara la tremenda erección que tenía por su culpa. El estaba de pie a un costado de la cama, estaba a altura de mi torso. Podía ver cómo se soñaba la verga indiscretamente. Ahora si la traía parada. Muy dura; se notaba con sus constantes apretones que le ponía. Se le notaba enorme. De un buen tamaño. Comencé a ponerme muy nervioso. Nunca había visto a mi tío tan lujurioso.
—¿No me quieres ayudar? No creas que no sé qué eres maricón. La puta de la cantina me contó que no quisiste hacer nada con ella. Y mi compadre jura que te gusta la verga. ¿Es eso verdad?—No supe responder nada. Solo miraba apenado de reojo su verga queriendo salir del calzón.
Se sacó la verga por un costado. Tenía la cabeza hinchada, y la punta lubricada. Luego terminó quitándose la ropa interior. La recorría con su mano, estaba llena de venas, tenía los vellos al natural y un olor que ponía percibir con facilidad.
—¡Ándale! No te hagas de rogar. Al cabo ya se que te gusta. No se lo vamos a decir a nadie.
Tomó mi mano y la llevo a su verga. Con su mano sobre la mía masajeo y puso presión para que no la soltara. Estaba un poco asustado, pero muy excitado. Comencé a jalársela, tome iniciativa y me deje llevar. Cerró los ojos, y lanzó un suspiro. Mi corazón estaba muy agitado. Tan agitado como mi puño sobre su miembro. Miraba con atención como la piel cubría y descubría su enorme glande. Sus huevos colgaban, eran enormes. Nunca me imaginé poder tener tremendo semental solo para mi.
—¡Chúpamela!—me dijo susurrando. Entonces se acercó más amo, dejando tremendo tronco a la altura de mi rostro—Ándale, no seas tímido. Se que mueres por hacerlo.
Lo pensé un poco, pero no me pude negar y me le pegué como un becerro, comencé a chupar, me la metía hasta lo más profundo y después le lamia los huevos, mi tío estaba super caliente y yo también, la chupaba como un experto, como si hubiese estado esperando ese momento por siglos, no quería parar, estaba disfrutando enormemente esa verga, su sabor era espectacular, no quería parar pero después de chupársela por un buen rato, mi tío me detuvo.
— ¿Me dejas metértela?
—No se tío.
—¿Nunca te la han metido?
—No, nunca.
—ándale, te va a gustar, te la meto despacio. Si te duele me dices y le paramos ¿va?
Y sin que yo lo aprobara aun, me volteo y me bajó el calzón acomodándome en el bordo de la cama, el seguía de pie, y apuntando su verga resbalosa. La comenzó a sobar en la entrada de mi culo, se resbalaba fácilmente entre mis nalgas por la saliva que traía y el montón de lubricante que mi tío estaba soltando, yo estaba excitado pero nervioso, solo esperaba el momento de que entrara, era mi primera vez, de pronto sentí como dio un empujón y de golpe me metió media verga, yo aprete mi culo pero no me moví, él empujo más pero no entraba, se le olvidaba que yo era virgen y que mi culito no estaba acostumbrado.
Me retorcí un poco del dolor y exclamé un pequeño pujido, pero sabía que no podía hacer ruido porque en la otra recamara estaba mi tía con su mamá y él bebe, así que me aguanté y deje que mi tío siguiera empujando. Como vio que no tenía éxito me la saco, sentí un poco de alivio, me dolía, pero era más fuerte mi calentura así que me quedé en posición ofreciéndole mi culo, él me escupió directamente en el ano, para volver a empujar, pero nuevamente entro solo la mitad, era una verga muy larga, esta vez no me la sacó al contrario comenzó un mete y saca que poco a poco fue haciendo que mi culo se dilatara. Con cada metida entraba un poco más, hasta que de pronto en una de esas sentí como que algo se rompía y su verga sin permiso entro de golpe hasta el fondo. Esta vez no lo pude evitar, me retiré porque no aguanté el dolor, pero mi tío sin pensarlo me volvió a acomodar diciéndome en voz baja
—Espérate ¿a donde vas cabrón? ya te entró toda. Después de esto ya no te va a doler.
Así que volviendo a poner mi culito a su disposición volvió a ensartar su verga de golpe hasta el fondo, yo solo cerré los ojos, no entendía como las mujeres podían disfrutar tanto, entendía que no era lo mismo que una vagina, pero si así les dolía a ellas no sabía porque se dejaban coger.
Mi tío comenzó a bombearme el culo con su verga de manera continua, metía y sacaba a un ritmo constante, voltee la cabeza para verlo, y él estaba con las manos en su nuca, solo moviendo su cadera de atrás hacia adelante, se veía que lo estaba disfrutando muchísimo, después subió un pie a la cama, lo que me hizo sentir que entraba aún más su verga, no entendía cómo era eso posible. Pero sentí como llego hasta el interior de mi culito apretado, la sentía caliente y resbalosa. No hablábamos no hacíamos ruido, solo estaba él ahí metiendo y sacando su verga sin parar.
En mi menté comencé a calentarme mucho, el dolor bajó o se comenzó a convertir en placer, el saber que era mi tío quien me estaba cogiendo empezó a hacer que me excitara, era como si disfrutara ser torturado por esa verga.
Mi tío me tomó de la cadera y comenzó a meter con más fuerza, se encorvaba lo más que podía como para que no quedara ni un solo centímetro fuera de mi culo, daba unos golpes que me llegaban hasta el interior de mis entrañas, sus embestidas se aceleraron y yo sentía que ya no aguantaba más, apretaba mis dientes haciendo un esfuerzo para no gritar, a mi tío se le olvidaba que yo era su sobrino, y me daba duro y fuerte como cuando se cogía a sus putas, mi culo ya no ponía resistencia, estaba completamente dilatado y en cada metida se iba hasta al fondo, mi verga estaba completamente erecta también, cada vez que mi tío metía su verga yo sentía que me venía. No cambiamos de posición, el seguía sin parar.
— ¿Ya quieres que me venga?
—Si tío, por favor
—¿Quieres te los eché adentro?
— Sí, si usted quiere, haga lo que usted quiera
—Traigo los huevos bien cargados de mecos. ¿Te gusta cabrón?, ¿te gusta que te cojan?Porque si te gusta más la verga, yo te cojo cuando quieras. Aguante eh, no vayas a hacer ruido fuerte, te voy a coger más duro para ya venirme.
Y comenzó a meterme la verga muy fuerte, sentía que me iba a perforar algo, a pesar de que no deberíamos hacer ruido se escuchaba como su cuerpo azotaba contra mis nalgas, voltee a verlo con una mirada que suplicaba compasión, pero él no la tenía, ni siquiera me miraba, tenía los ojos en blanco del placer que estaba sintiendo y solo pensaba en él, incluso se mordía el labio inferior para no hacer ruido. Sin embargo, algo paso mientras me cogía de esa manera, debió haber estimulado mi próstata porque sin tocarme comencé a sentir como mi verga se ponía aún más dura y de pronto sentí unas convulsiones, y de mi verga comenzaron a salir chorros de mecos, expulsados como a un metro, comencé a retorcerme del placer y tuve que morder una almohada para no gritar del enorme orgasmo que estaba teniendo.
Mi tío se dio cuenta al verme como me retorcía y cuando pensé que no podía más aumentó la velocidad para de pronto detenerse empujando todo su cuerpo hasta adentro. Yo seguía eyaculando y sentí como mi tío se venía dentro de mí, era una sensación indescriptible, podía sentir como su verga se contraía expulsando sus mecos en mi interior. Sentí como sus chorros no paraban de salir mientras yo seguía vaciándome. El pujaba en silencio y yo también. Hasta que ya no nos quedaron fuerzas y se tumbó sobre mi espalda aun con su verga adentro. Di un último gemido para después desvanecerme. Nos quedamos dormidos así no sé por cuánto tiempo. Desperté porque sentí que mi tío se separaba de mí. Pude ver su como de su verga aún goteaba semen. Y de mi culo escurrían los litros que me dejó adentro, mojando mis piernas y las sabanas.
Me pidió que me levantara para retirar las sabanas y meternos a bañar. Afortunadamente en la habitación había baño. Le comenté que mi tía escucharía el ruido de la regadera, pero me dijo que no me preocupara que le diría que por lo borracho se había vomitado, que por eso cambió sabanas y se metió a bañar. Una vez bañándonos, me dijo.
—Todavía ando medio pedo, pero estoy bien consciente de lo que pasó. Sabes hijo, yo soy un cabrón, siempre le ando poniendo los cuernos a tu tía porque casi no le gusta coger, y yo siempre quiero estar metiendo la verga, pero de todas las veces nunca había cogido como hoy, para ser tu primera vez aguantaste muy rico, nadie me había aguantado el ritmo porque duro mucho y menos por el culo, te cogí por casi una hora y ni te quejaste. Yo te quería castigar porque no quería que fueras joto y pensé que con esto aprenderías la lección, pero si a ti esto te gusta la verga ,y pues si tú quieres, yo feliz de volverte a coger.
Tío Rodolfo y yo. Cogimos durante un largo tiempo. Solo era buen sexo. Vaya que un buen culo puede obsesionar a cualquiera. En una ocasión me llevó a un hotel. Tenía una sorpresa para mi. Marcelo “el gallo” castro, nos esperaba con cervezas en la habitación. Un verdadero sueño hecho realidad. Pero esa. Es otra historia.
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Segunda parte. Porfa!!!
Si que rico la segunda parte con el galloa
Super genial ya quiero que saque la parte con el gallo
Si quiero saber la continuación con el gallo
Buen relato....ahora esperamos por la segunda parte....