Había llegado el verano a la ciudad. El lugar donde vivo era demasiado caluroso. Normalmente los termómetros se elevan arriba de los 42 grados… ¡muy desagradable para los que aborrecemos el calor! En un día como ese jueves me he llegado a dar hasta tres duchas en el día <<uno al salir a la oficina, otro al llegar del gimnasio, y uno últimos antes de dormir>> Quienes no cuentan con sistema de aire acondicionado asumo que debe ser una pesadilla dormir.
Recién había comenzado el confinamiento en mi país. Habíamos reducido los días laborales; incluso las horas laborales. Las salidas eran solo para cosas muy necesarias y extraordinarias. En mi caso no necesitaba visitar a nadie: mis padres vivían en otra ciudad; me había mudado desde los 21 años. Mis amigos y conocidos se cuidaban tanto como podían, así que la vida social estaba casi muerta para todos.
Esa tarde llegué cargando tantas bolsas como pude. Me aseguraba que las salidas al súper fueran mínimas, pero bien aprovechadas. Compraba productos de todo tipo: alimentos, desinfectantes, y cosas de uso personal. Tuve que armar mi propio gimnasio en casa con las pocas cosas que encontré en el súper mercado. Recuerdo subir las escaleras con ambas manos ocupadas, con cada dedo sosteniendo una bolsa. El ascensor estaba fuera de servicio para mi mala suerte. Por mucho tiempo me quejé de haber firmado el contrato por todo un año en aquel departamento; había estado en otros en mejor estado… pero tuve que ajustarme a mi presupuesto, y a soportar el mal mantenimiento de las instalaciones.
Aun que había otra cosa más por la que olvidaba las cosas malas del lugar… y ese era Claudio… <<sonreí al recordarlo>> mi vecino de frente. Claudio era un chico de unos 35 años… era a lo que en mi país etiquetamos como <<chacal>> era muy guapo… musculoso… de barba y de cuerpo lampiño. Tenía unas cejas hermosas y una voz grave. Medía casi lo que mi puerta de entrada… y por su vestimenta podría pensar que era mecánico, plomero o electricista. Siempre me saludaba cuando nos interceptábamos; y eso era casi diario. Tenía una sonrisa muy sensual… y cada vez que me saludaba nos deteníamos cinco minutos para intercambiar algunas palabras.
Esa tarde mientras subía con mis compras me alcanzó en las escaleras. El venía más liviano, así que pudo subir mucho más rápido que yo. Vestía una playera sin mangas negra, una camisa de cuadros totalmente abierta, un dije de Jesucristo, cabello rapado, pantalones de mezclilla, y botas pesadas.
—¡casi te traes toda la tienda! —dijo en broma.
—Lo necesario para sobrevivir esta pandemia… aunque no creo que tarde tanto… dos o tres meses, ya verás.
—Pues tu compra como para dos o tres años—dijo con una carcajada muy sonora. —¿Te puedo ayudar? —preguntó casi arrebatándome un par de bolsas.
Llegamos a la puerta de mi departamento, la de él estaba justo en frente del mío. —déjame abrir —dije mientras dejaba en el piso el resto de la compra. Ambos entramos y dejó las cosas sobre la mesa.
—Eres muy ordenado —miraba alrededor —me daría mucha pena que entrarás a mi departamento —rio un poco.
Claudio se retiró y yo me dispuse a beber un vino mientras me preparaba para tomar una ducha. La tarde estaba como para estar metido todo el día en la tina o en aire acondicionado. Me puse ropa cómoda: unos bóxers blancos, una playera guanga, descalzo y comencé a poner la mercancía en la alacena y dentro del refrigerador.
—¡toc! ¡toc! ¡toc! —se escuchó sobre la puerta. << ¿Quién podría ser?>> —me pregunté mientras caminaba hasta la entrada.
—¡hola! Perdona que te moleste… ¡juan! ¿cierto? —Era Claudio.
—¡Hola! Si… soy juan… ¿te puedo ayudar con algo?
—Me da mucha pena esto, pero… me cortaron el agua… y no soy muy bueno para pedir favores… pero…
—¡claro! Puedes bañarte aquí si gustas.
Los ojos de Claudio se iluminaron cuando le permití bañarse en mi baño. A los diez minutos Claudio ya estaba de nuevo tras mi puerta; la había dejado semi abierta para que pudiera pasar. Venía con pantalones cortos, unos de soccer… se le miraban unas piernas exquisitas y unas pantorrillas morenas y velludas. También traía con él una bolsita con productos de higiene, una toalla y ropa limpia. Yo ya me había puesto unos shorts parecidos a los suyos para evitar la incomodidad.
—Ya hice que te vistas, te mirabas muy cómodo. Por mí puedes perder cuidado —dijo apenado. —no voy a tardar nada.
—Nada de eso, ponte cómodo y tómate tu tiempo. Tampoco se trata que te bañes a medias —dije con gracia. —estás en tu casa.
—Bueno… en realidad no sabrás si me bañé bien al menos que te asegures —soltó una broma.
Se dio la media vuelta tratando de ubicar el baño y pude observar sus buenas nalgas y su espalda ancha bien definida.
—Es aquella puerta ¿verdad?
—Si… —confirmé.
Claudio no esperó ni siquiera a entrar al baño. Se retiró los shorts antes de entrar al baño, tenía un culo semi velludo y moreno. Sus glúteos eran redondos y esa es mi debilidad. Fingí que no miré, pero de reojo no podía dejar de observarlo antes que entrara.
—¡tú dijiste… estoy en mi casa! —volvió a bromear.
—Entra ya… o me voy a descontrolar —dije siguiéndole el juego.
Traté de concentrarme en escorar las verduras en el refrigerador. Pero Claudio era muy aventado… de nuevo se asomó por con la puerta vierta y su cuerpo a medio salir.
—Tienes un baño muy bonito.
—Gracias… le he invertido un poco.
Entonces salió por completo y pude verle la verga columpiándose entre sus piernas. Era una verga morena y larga; dormía con la mitad de la cabeza fuera de su capucha. Se movía como un péndulo grueso entre sus piernas, acomodada entre dos gordos huevos bien depilados.
Hacía calor. Pero en ese momento sentí el triple de calor. Claudio parecía necesitar más que solo mi baño. Así que me acerqué a él, y comencé a soltar pequeñas risas. Sabía identificar cuando se trataba de un coqueteo… y ese era una invitación a coger.
—A ver cabron —dije con los dientes expuestos—¿Solo quieres el baño? O ¿hay otra razón?
—No sé… por qué no lo averiguamos bajo el agua —coqueteó.
Él se acercó tanto a mí que podía sentir el calor de su cuerpo emborrachándome con su olor a sudor y a desodorante barato.
Estiré mi mano y tomé su miembro dormido… reaccionó en segundos… mi mano estaba fría… hizo un pequeño gemido.
—¡por lo visto quieres algo más! —le sonreí mientras sentía su verga creciendo en mis manos que danzaban de arriba abajo sobre su gruesa pieza morena.
—¡pues creo que ya te respondí eso! —Y entonces clavó sus labios rudos sobre los míos. Nos besamos por más de cinco minutos, nuestras manos resbalaban por todas las extremidades. Nos abrazamos; nuestras vergas chocaban y sus manos me oprimían las nalgas. No perdí el tiempo y exploré las suyas también: estaban duras, se notaba que cargaba mucho peso con ellas.
Terminamos desnudos dentro de la tina llena a casi al ras. El agua rebosó cuando ambos nos introducimos. Yo estaba sobre de él besándolo y jugando su verga dentro del agua.
Ambos teníamos hambre de sexo… pude notarlo en su desesperación; me puse de pie y comenzó a chupar y a lamer mi pene de tamaño normal. Tragaba hasta el fondo. Con mi pie buscaba su verga y sus huevos bajo el agua… les daba pequeños pellizcos a sus partes mientras él se encontraba hincado comiéndome la polla.
—¿te gusta mi verga cabrón? —le pregunté. El afirmo con mi verga dentro de su boca y mirándome casi sin poder respirar.
Me pidió darme la vuelta con sus grandes manos. No Quería, siempre había sido activo… pero no quería tampoco verme tan mamón. Así que dejé que me comiera el culo ¡maravilloso! Tenía una lengua extraordinaria, que se movía con experiencia dentro de mí.
Luego fue mi turno… y disfrute de la misma manera: le comí la gorda y morena verga y luego lo puse de cuatro para disfrutar de ese ano moreno que se contaría con cada lamida. Gemía como todo un macho… lo preparé con mis dedos hasta que estuvo listo para introducirme. Mi verga sabía dar placer, sabía hacer su trabajo. Mis gordos huevos retumbaban en su culo cada que lo penetraba sin piedad. El agua rebosaba de la tina con nuestros bruscos movimientos.
Gritaba tanto que pensaba que lo estaba lastimando. Pero eso solo me ponía más caliente de lo que ya estaba. Tomé un respiro, salimos de la tina, se soportó de ella, y seguimos el juego sexual. Ya no identificaba mi sudor del agua… pero estaba a nada de estallar dentro de él. El me pidió que me corriera dentro, estaba a pocos segundos de terminar… aceleré el ritmo y sus gemidos pararon en un grito cuando el disparó toda se leche sobre el piso. Yo al contrario lo había inundado por dentro. Mi leche brotaba de mi verga llenándolo y terminando en un abrazo.
—¡que rico! —dijo exhausto. Estaba muy cansado, pero con una sonrisa dibujada en su rostro rudo.
Terminamos la ducha, me ayudó a limpiar el tiradero… dejamos el baño casi seco; como él me había dejado con su culo apretado.
Salimos desnudos. Y después de un descanso volvimos a coger en la sala y luego en mi habitación. Esa noche se acomodó en mi pecho bajo el rico aire frio de mi cuarto. Y desde aquella vez, Claudio se volvió en mi vecino… y en mi fijo favorito. Cogíamos tres o cuatro veces a la semana… por cuestiones de trabajo no lo hacíamos diario. Es muy bueno en la cama… es muy buen amigo… es excelente acompañante… pero nada más.
Excelente relato, me puso súper caliente ufffff
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Muy buen relato como todos realmente disfruto mucho de cada uno de ellos
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