¿Que es lo peor que puede ocurrirte después de haber planeado las vacaciones perfectas con tu esposa? Desde luego que los planes no fueran como se programaron, y es exactamente lo que nos ocurrió a Marcela y a mi. Después de haber planeado ese viaje a Vallarta nueve meses atrás, mi mujer llegó con una mala noticia. La agencia donde trabajaba le había dado un proyecto especial que había esperado por mucho tiempo y tenía que salir del país para poder culminarlo. Ambos nos pusimos muy tristes, perderíamos ese viaje de descanso tan esperado. Ella insistía en que fuera yo por mi cuenta para no perder del todo el dinero invertido; la verdad es que no se me antojaba viajar solo y disfrutar de tan rico lugar a solas. Marcela estaba dedicada a las ventas, y con su buena labia y habilidad de convencimiento, logró convencerme de ir sin ella. Me prometí que de poder acabar antes me alcanzaría para disfrutar viendo mínimo un día en la playa mexicana. No le dijo más vueltas y al llegar el fin de semana volé directo a Vallarta para disfrutar un poco de tan lindo paraíso; Mi esposa se había ido un día antes a su viaje, así que tuve que arreglármela solo. Para mi buena suerte el vuelo y el trasporte no tuvo ni retrasos ni malos ratos. Así que en tiempo y forma me instale en el lujoso hotel que habíamos pagado. No perdí tiempo y apenas desempaqué me puse en ambiente playero para ir a broncearme la piel; elegí unos shorts con estampados hawaianos, me asentaban muy bien en las piernas, del trasero ni se diga, mi mujer siempre me decía que me las envidiaba, pero sabía que le encantaba mirármelas. Me miré al espejo, llevaba unos meses sin hacer ejercicio por causas laborales, aún que en realidad no era algo que se reflejara en mi cuerpo; me había dedicado mucho tiempo a mi cuerpo, era notorio en mis abdominales que aún se marcaban, unos brazos marcados, sobre todo los bíceps; unas piernas que llenaban cualquier pantalón, buenas nalgas y una cara bastante guapa; barba de tres días y corte muy moderno. Metí mi mano dentro de los shorts y me acomodé el paquete, me gustaba como se me miraba todo.
Me dirigí a la playa, tomé un camastro a pocos metros de las olas y un mesero se acercó a preguntarme si me apetecía algo; en la barra había pedido un ron, así que simplemente pedí otro de esos, era extraño estar sin Marcela, pero a la vez muy relajante estar solo. Hice una video llamada para contarle como me estaba yendo, ella apenas salía de una de sus juntas, le enseñé el mar, mi vestimenta, mi bebida y reírnos un rato hasta que rico que cortar la llamada; tomé algo de bloqueador y me lo coloqué hasta donde mis manos lo permitían. —¿Necesitas ayuda?—Preguntó una voz masculina mientras con mis manos intentaba abarcar toda mi espalda. —¿Disculpa?—Respondí algo extrañado. —Que si lo deseas puedo ayudarte con el bloqueador. —Bueno, está bien, si no es molestia. Apenas lo vi de reojo, pasando mi mano por encima de mi hombro le entregué el recipiente de crema bloqueadora y comenzó a esparcirla por mi espalda. Nada fuera de lo normal, agradecí el gesto. —Ya quedó—Se sentó en el camastro de alado, traía una cerveza en su mano, de reojo intentaba mirarlo un poco mejor, nos quedamos callados unos minutos después de agradecerle, pero él quería hacerme plática.
—Hace algo de calor ¿no crees? —Perdona, no te escuché—No estaba prestando atención. —Que hace algo de calor. Buen clima para estar en la playa. En realidad solo intentaba hacerte algo de plática, vengo solo a estas vacaciones. —Te pido una disculpa, estaba algo entretenido con pensamientos. Yo igual vengo solo, mi nombre es Mario ¿y el tuyo? —Arnold. Estoy eternamente enamorado de Marcela, pero admito que Arnold me pareció demasiado agradable, guapo y atractivo. Tenía un cuerpo fornido sin llegar a lo exagerado, una piel tostada por el sol, ojos ojos muy llamativos y unos labios carnosos que deslumbraban cuando se los mordía; supongo que por el nerviosismo. En mi juventud había tenido relaciones sexuales con dos hombres durante la prepa, pero esa es otra historia; así que ya tenía antecedentes con la atracción masculina, sin embargo me gustaba más las mujeres. Al menos desde mi universidad y hasta mi encuentro con mi esposa no me había fijado en ningún varón. Extendí mi mano y le di un gran apretón, me giré más a su lado para iniciar una plática. Le pedí disculpas por andar distraído y con eso iniciamos una larga conversación; platicamos sobre nuestros empleos, sobre nuestras vidas amorosas, la ciudad de donde veníamos e incluso de nuestras familias y sin darnos cuenta el tiempo había corrido dos horas el reloj. —¿Quieres entrar al agua?—Le pregunté mientras me iba estirando y poniendo de pie para ir al mar, no lo dudó y se pudo de pie para acompañarme. Él llevaba un bañador color negro, me sentí algo extraño al mirar de reojo con morbo el bonito paquete que se le marcaba. Él notó mi fijación y tuve que disimular preguntándole donde había adquirido la prenda, eso para no verme pervertido.
Salimos del agua después de casi una hora de andar ahí remojados, pasamos un rato muy agradable, nos turnábamos para ir por bebidas. Era la ventaja de haber ido solo, éramos dueño de nuestro tiempo. Pero más tarde tuvimos que salir y regresar a nuestros cuartos.
—Bueno hermano, tengo que ir a bañarme para luego ir a cenar. Quedé con mi esposa de marcarle a una hora.
—¿Tienes planes para más tarde?
—Cenar. Quizá ir al bar, hay muchas cosas que hacer, pero no tengo algo específico.
—Iremos al antro con dos amigos más tarde a despedir a uno de ellos ¿te gustaría ir con nosotros? Puedo pasar por ti a tu habitación si gustas.
No me resistí así que acepté—415, esa es mi habitación.
Me sentí un poco extraño, no era algo que hubiera hecho habitualmente, sentí un poco de esa emoción extraña y esas chispas en el cuerpo, como si esperará que ocurriera algo más. Me emociono la presencia de Arnold, su plática era muy madura, sus palabras eran directas y precisas, te una labia perfecta para cualquier tema, me robó las horas de una manera increíble, y eso no ocurría tan seguido para una persona con mi carácter. Me aburría muy rápido, una persona debía cumplir cierto tipo de e características para poder quedar perplejo; y ese chico estaba robando mi atención, y eso me daba un poco de miedo.
Al llegar al cuarto encendí la tele, entre directo al baño, me di una ducha muy relajante; el televisor estaña en un canal de música continua, el refrigerador teñí cervezas como cortesía del hotel, así que mientras estaba en la tina con un baño de sales, bebía una muy fría. No tardó en entrar la llamada de Marcela.
—¡Hola mi amor! Por lo visto te la estás pasando muy bien. Cómo me gustaría estar ahí.
—La verdad es que si haces falta por aquí. Estuve toda la mañana y parte de la tarde metido en la playa, hice un amigo que igual vino solo, y más tarde cenaré con él y dos de sus amigos. Así que por el momento ando relajado en el cuarto.
—Me da mucho gusto que estés disfrutando por los dos. Ya tendremos oportunidad de hacerlo junto. Te lo prometo; por lo pronto sigue relajándote que yo ando llegando a casa, hoy cenaré con dos amigas y luego iré a casa a preparar la presentación de mañana.
Estuvimos hablando por más de una hora. Colgué y salí de la ducha para ponerme listo. Mientras caminaba al rededor de la cama vi mi celular tintineando con el aviso de un mensaje, era Arnold; me pedía si podía pasar por él a su habitación, se le estaba haciendo algo tarde.
Me puse una camisa negra tipo polo, unos jeans y tenis cómodos, un perfume que me iba muy bien y después de espéjame unas cuarenta veces salí para ir por aquel chico; bajé hasta su cuarto, toque un par de veces y por fin abrió la puerta. ¡Estaba casi desnudó! Solo rodeaba su cintura una toalla blanca, su torso estaba semi mojado, era obvio que recién salía de bañarse.
—Pasa, ponte cómodo. Espero no incomodarte, me retrase un poco; puedes sentarte en la cama, ve algo de tele en lo que termino de vestirme.
Esa imagen me dejó un poco inquieto, no podía dejar de mirar de reojo su figura moviéndose de un lado a otro, mi corazón estaba un poco agitado y muy ansioso. Dejó caer la toalla al piso poniendo al descubierto unas nalgas perfectas, lampiñas y redondas; trague saliva cuando se inclinó a buscar unos calzones en su maleta, casi pude verle el ojete; tomó unos calzones, se acomodó el paquete frente a mi, su bulto dejaba mirar la sombra de su pene a la perfección, yo simplemente me hice al tonto disimulando ver la tele.
No tardó en estar listo. Ambos salimos caminando hacia él área de antros, tomamos un trasporte del hotel que te llevaba hasta ahí, al llegar ya esperaban dos de sus amigos, uno de ellos se llamaba Esteban, y el otro Carlos, los cuatro teníamos cosas en común: habíamos llegado sin acompañante y Arnold había sido el intermediario para conocernos. Carlos se iba a la mañana siguiente así que estaría un tiempo muy breve. El lugar era acogedor, tenía Juana música, un nivel considerable para platicar, de gente estaba a buena proporción, y con la barra de bebidas el ambiente se ponía solo.
Pasando las dos de la mañana Carlos paso a despedirse; él había llegado por un regalo de su empresa por excelencia como agente de ventas. Debía hacer maletas y partir muy temprano hacia el aéreo puerto; así que después de compartirnos su contacto paso a despedirse y a desearnos que siguiéramos divirtiéndonos. Cuando este muchacho se retiró nuestra mesa quedó un poco apagada, yo estaba a unos minutos de irme a descansar; fue cuando Arnold nos propuso algo.
—Creo que aquí el ambiente ya murió. ¿Que les parece si vamos a mi habitación, tengo ahí algunas botellas y podemos desvelarnos un poco ahí más cómodos ¿que dicen?
Esteban y yo nos miramos, no nos desagradó la idea, así que nos levantamos dejando una buena propina en la mesa y nos dirigimos a la habitación de nuestro nuevo amigo. En menos de lo que se pudo ya estábamos en su habitación instalados en una mesa, con algo de música, unos vasos con Ron y nuestra atención centrada al juego de dominó. Cada vez que uno ganaba celebraba su triunfo con palabras un tanto fuertes <<¡Tomen putos! ¡Se las dejé ir toda! ¡Ahora si denme el culo! ¡Aquí está su papi putas!>> Cosas que solo los hombres entendemos.
Fue en uno de mis triunfos cuando dije en burla “Aquí esta su macho alfa ¡cómanse mi verga!” Todos lo tomamos a broma, pero Arnold no perdió el tiempo para hacer una propuesta que al principio pareció más una broma.
—¿Macho alfa? ¿Por un juego de domino? Si vamos a describir quién es el macho alfa en este cuarto no va a ser con un jueguito de viejos.
—¿Entonces?—Preguntó curioso Esteban.
—Pues como los machos. Nos medimos las vergas, y quien la tenga más grande es el indiscutible ¡Macho alfa!
La propuesta era muy absurda, y sobre todo infantil. Pero Arnold tomó muy en serio su propuesta, se puso de pie, desabrochó su pantalón y enseñó su miembro flácido. Estaba suave, con la capucha cubriendo el glande, y algo largo. Lo giró como las hélices de un helicóptero; para el todo parecía un juego.
Yo era algo más reservado para enseñar mis partes; no sé si fue la adrenalina, el morbo, o quizá el alcohol, pero me puse de pie y entré a su juego. Me desajusté el pantalón, abrí la bragueta, baje mis pantalones hasta media pierna y saqué mi verga dormida. Era unos dos centímetros menos corta que la de el, mi glande estaba por fuera, y era más gorda que la de el; los dos comenzamos a reír. Esteban se nos quedó mirando con algo de pena pero acabó uniéndose al reto. Los tres teníamos las reatas por fuera; sentí un calor calar dentro de mi piel.
—Así no podemos saber quién es el macho alfa, los tamaños son engañosos, tenemos que ponérnoslas duras para poder sacar al ganador—Arnold no había quedado convencido con esa simple prueba. Los tres nos pusimos a reír y aceptamos la prueba. Los tres comenzamos a masajear nuestras vergas, cada uno tenía tamaño, color y forma distinta, la de Esteban parecía ser la más pequeña. No dejábamos de reírnos, era algo gracioso, eso hasta que el actor intelectual de todo se acercó a Esteban para tomarle la polla y ayudarlo con una mano sin dejar de masturbar su miembro. Noté la cara de sorpresa de aquel hombre de unos 35 años, al contrario de Arnold que no dejó de mirarme; como si me estuviera seduciendo o insinuando algo. Entonces las risas cesaron para pasar a algo más escabroso.
Arnold bajo por completo el pantalón y los calzones a de Esteban dejando al descubierto unas piernas tan gruesas y velludas, suculentas y tentadoras. Su verga se puso tan gorda que con trabajo le cabía en la mano; por mi parte retrocedí hasta un mueble detrás mío y me senté dejando los pantalones hasta mis tobillos y comencé a masturbarme.
No se por qué reaccione de una manera tan natural, estuve a unos segundos de salir de ahí corriendo a mi cuarto, pero pudo más el morbo y la tentación de estar frente a ese par de hombres sexys que se tocaban y se masajeaban las partes íntimas. Arnold se puso muy pegado a Esteban, lo masturbaba sin dejar de jalarse su larga verga; me agradaba escuchar los gemidos del chico de 35 años, su cuerpo velludo, y sus grandes piernas despertaban en mi una atracción incontenible.
Ambos se pusieron de pie quedando frente, en ningún momento Arnold dejó de mover el gordo miembro de Esteban, ambos comenzaron a besarse pegando sus ricos cuerpos; Esteban masajeaba las nalgas de aquel que el juego inició, intentaba meter un dedo el ano del caliente compañero. Ambos se pusieron frente a mi, era una invitación a que no parara de mirarlos, yo abrí las piernas, me acomodé un poco hacia atrás y les mostré como meneaba mi mano de arriba a bajo; mi verga media 19 centímetros, era de un grosor natural, tenía una cabeza bonita y no dejaba de gotear; vaya que estaba disfrutando de tan ardiente escena.
Ambos se quedaron mirándome mientras se besaban, con la cabeza me indicaron que me acercara, me puse de pie y caminé a ellos. Al estar frente a ellos Esteban me indicó que me arrodillará <<Querían que les practicara sexo oral>> eso ya era demasiado para mi, una cosa era haberme masturbado en el pasado con un hombre; que por cierto fue muy rico. Pero era otro nivel chuparles los penes a ambos extraños. Estuve a un segundo de salir corriendo de ahí. Pero mi vida necesitaba esa adrenalina que no sentía desde hace mucho, me dispuse a intentarlo ¿que más podía ocurrir? todo quedaría ahí. Sabía que al salir del cuarto, nada habría pasado. Era gente que quizás nunca volvería a ver en mi vida. Así que me arrodillé; ambas vergas duras posaban frente a mi, una más gorda que la otra, pero ambas tan suculentas y seductoras. La de Esteban lanzaba gotas de lubricante, y la otra se manchaba con el líquido de la otra verga.
Sujete la verga de Esteban, me llamaba más la atención su gordura. Con la otra mano lleve a mi boca el trozo de carne de Arnold, este sujeto mi cabello empujándome para tragar más. Era solo un novato Asfixiándome entre las dos pollas. Pasaba de una verga a otra, tal y como las putas lo hacían en las películas porno. La de Esteban lubricaba constante, su sabor salado me excitaba más; era extraño, pero me gustaba sentirme sometido por los dos guapos y masculinos machos.
Ambos me pusieron de pie y me llevaron al sillón. Era su turno de hacerme disfrutar, uno se colocó entre mis piernas para y comenzó a lamer mis bolas, el otro se puso a besarme mientras con mi mano seguía moviendo su duro miembro. Después de que ambos se hundieron en un sexo oral de dos bocas dedicadas a mi verga, nos pusimos de pie para continuar con los besos, caricias muy intensas y el roce de los tres penes erectos.
Nuevamente me sometieron a sentarme. Esteban de concentró en levantarme las piernas peludas, ahogando su lengua por todos lados, mis ojos se ponían en blanco al sentir esas nuevas sensaciones que experimentaba esa zona erógena no descubierta. Mientras tanto Arnold lamía mis pezones llevándome a un nivel nuevo de calentura. No quería que pararan, estaba más excitado que nunca. Era momento de ocupar mi lugar en la manada. Me puse de pie y esta vez no dejé que me manejaran a su antojo. Sinceramente después de un rato entendí que todo estaba planeado, parecía que ambos se habían puesto de acuerdo para llevar una víctima a su cuarto, pero estaba por demorarles que las víctimas en esta ocasión eran ellos.
Les pedí que se acostaran boca abajo sobre la cama—¡Ahora si les voy a enseñar quien es el macho alfa putos!—Le dije mientras admiraba ese par de culos perfectos recostados con las piernas semi abiertas. Me acerqué, toqué ambas nalgas exquisitas, abrí las de Esteban, estaba algo pelusas, lleve mi lengua a su hoyo y comencé a darle lengüetazos, inmediatamente comenzó a gemir, se retorcía en la cama; si de algo estoy seguro es que soy muy bueno con la boca; luego pase al culo de Arnold para ofrecerle lo mismo. Ambos estaban muy dilatados.
Esteban se cruzó por debajo de Arnold y comenzaron a besarse muy tiernamente mientras el chico que me ligo en la playa levantaba la pelvis, indicándome que podía hacer con el lo que quiero. Yo moría por penetrar ese culo tan perfecto. Me puse un condón y comencé a penetrar ese redondo culo. Nunca había penetrado a un varón, admito que superó mis Expectativas. La sensación de su culo dilatándose mientras me introducía en el, el calor de sus paredes recibiendo mi verga cada vez más y más profundo, era una sensación tan rica que aún no puedo describir.
Arnold se hizo a un lado para darme paso a Esteban. Puse sus piernas sobre mis hombros, acerqué mi cuerpo hasta que mis vellos pubicos rozaron su culo y me fui introduciendo en el. Los sollozos de placer invadían el cuarto, seguramente los vecinos nos escucharon. Me excitaba mirar al hombre barbudo gemir con mis embestidas, mis rudas metidas hacían que este hombre gritara en un gemido de placer y dolor por mis fuertes entradas. Arnold solo nos observaba a un lado, no apartaba su mirada de mi, era como si me retara a hacerlo más duro, él se masturbaba acostado a un costado y en momentos tocaba su ano con la punta de sus dedos; mi respiración. Estaba agitada, sentía las venas de mi cuello resaltar, mi espalda goteaba entre el sudor. Estaba muy excitado.
Después de una intensa cogida; la mejor cogida que podía darles un verdadero rey alfa, los tomé del oro para traerlos a la orilla de la cama, me puse de pie para dejar mi verga a la altura de sus caras, me excitaba mirar esos ojos sometidos a mi antojo. Ambos esperaban el potente chorro de mi verga. Mi ano Se movía con gran velocidad, las venas de mi polla estaban inflamadas, no tarde en explotar toda mi leche llenando de mi caliente semen esas lenguas, esos ojos y esas caras tan perfectas. Ambos lamieron mi glande mientras yo aún no acababa los espasmos continuos de la eyaculación; eran un par de hombres muy varoniles sedientos de verga.
Me dejaron en paz cuando limpiaron hasta la última gota, entonces ambos se pusieron a besarse hasta dejar limpias sus barbas llenas del blanco expulsado por mi polla. Ambos se masturbaron hasta que la respiración de ambos comenzó a ser más brava, sus gemidos se volvieron casi gritos. Ambos expulsaron tanta leche, que parecían no haberlo hecho en mucho tiempo. Estábamos exhaustos. Al final ambos me dieron el voto de “macho alfa”
Me confesaron que eran pareja, y que no pensaron que un heterosexual casado cediera a su seducción. Les expliqué que no lo era del todo. Les conté mi historia para que entendieran que los chicos me atraían en un porcentaje más bajo que las mujeres. Esa noche regresé a mi departamento, aún me quedaban dos días en aquel hotel. Al amanecer el día siguiente tenía un mensaje de Marcela. Este decía que su trabajo se había prolongado, por lo que no podría alcanzarme, no sabía si ponerme triste o contento. Solo están aseguró de algo, el fin de semana apenas estaba a punto de comenzar.
FIN
Que rico, así me encontrará alguien que me de un buen fin de semana
Buenísima historia....esperando la segunda parte
Me moje con está historia
me gusto como el hetero curioso le dio pipi a dos gays a su antojo
Ya quiero la segunda parte 😍😘me hiciste venirme rico luego les cuento lo que me pasó con compañero de trabajo 🤔 el tenía 18 o 19 años y yo 24 años 😁