<<Hola Roger. Soy Rafael. ¿Cómo has estado amigo? Hace un momento pasé frente a la escuela y me acordé de ti. Espero podamos quedar uno de estos días para ir por unas cervezas>> 01:34 a.m.
Estaba terminando de trazar unos planos cuando al extremo del ordenador, una pestaña de mensaje mostró el nombre: Rafael García Arce. Era ya algo tarde, pasaba más de la media noche. Dejé que la pestaña se ocultará, debía acabar ese trabajo. Bebí un poco del Whisky que tenía en un vaso con hielos, y cundido por la duda, y sobre todo los recuerdos, reduje la ventana de maquetación, y entré al chat para saludar a Rafa
Tenía un poco de nerviosismo, mezclado con algo de felicidad. No sabía de él desde hace 15 años. Estudiamos juntos la universidad, pero para ser sincero, no era un mensaje que esperaba. Sabía que lo tenía en redes sociales, llegué a ver fotos de él con su esposa, con su hijo; no sé qué podría querer de mí. No había mucho de qué hablar, teníamos edades distintas, y de no ser por aquel viaje, quizá no habría razón para tener su contacto. <<Hola Rafa ¿Cómo estás amigo? >> 01:45 a.m. Me quedé unos minutos esperando a que leyera mi mensaje, pero no ocurrió. Así que continúe con mi trabajo, ya era algo tarde, seguramente ya estaba dormido. Me levanté por algo más de Whisky, y mientras lo hacía recordaba aquella vez en la universidad. Creo que fue de las mejores experiencias que me ocurrieron en la vida. Tenía muy buenos recuerdos. Nunca supe por qué me alejé tanto de mis amigos de generación. Puedo culpar un poco mi diferencia de edad, mis planes a futuro, y mi forma de ver la vida.
Nunca tuve las mejores oportunidades, más bien tuve que crearlas por mi propia cuenta. Cuando ingresé a la universidad, mis padres no tenían dinero para costearme, así que tuve que montar un negocio de comida rápida, para sostener los pagos mensuales, los materiales, pasajes y etc. Durante dos años no tuve obstáculos, las ganancias se me daban bien para cubrir los gastos; pero luego mi negocio decayó, y tuve que darme de baja temporal. Pensaba continuar luego, por nada del mundo detendría mis sueños.
Después de darme de baja, casi en automático, busqué un trabajo más formal. Ganaba lo suficiente para ahorrar, y apoyaba en la casa con los gastos. Tuve que esperar tres años para conseguir una base que asegurara mi lugar dentro de esa empresa. Entonces fue cuando decidí reincorporarme a la ingeniería. Esperé las fechas de inicio, para poder solicitar la revalidación de mis materias, y adaptarme a la generación que en ese entonces se encontraba encarrilado en la carrera. Toda mi generación ya estaba graduada, se sentía cómo volver a comenzar, estaba totalmente empolvado del estudio.
Para mi fortuna, no fui el único que revalidó. Había otros cinco más; éramos veteranos para los alumnos. Ellos tenían tan solo 20 años, y nosotros entre 25 y 27. Yo tenía 25 recién cumplidos, y a pesar que la edad no era tan drástica, las circunstancias eran las que nos hacían muy distintos. Veía al resto del salón como niños, muchos se comportaban como eso. Actitudes infantiles, bromas de adolescentes, comentarios estúpidos, y cosas que daban un poco de pena ajena.
Al poco tiempo de mi llegada, marqué mi territorio, y mi liderazgo salió a flote . Me hice jefe de grupo; siempre me he caracterizado por ser un buen guía, amigo y sobre todo carismático. A todos les caía muy bien, incluso a los maestros. Llevaba ya un par de años trabajando en las ventas, y si algo aprendes de ese medio, es a persuadir, y a hacerte creíble e indispensable. En el salón todos me veían como el favorito de los maestros, como el organizador de buenas fiestas, y desde luego como el chico popular.
Cómo cada año, a los de tercer grado, les organizaban un viaje fuera del estado. La finalidad era que pudiéramos estar de frente a nuestras carreras. Nos llevaban a empresas para tomar cursos, mirar de cerca los procesos productivos, caminar por las instalaciones, y hacer prácticas. El viaje se convertía en un verdadero desmadre, en total íbamos aproximadamente 160 alumnos, 4 camiones, 4 maestros por autobús. Camiones llenos de testosterona suelta.
De mi salón fuimos 12 en total, así que ocupábamos sólo un tercio de la totalidad del camión. Cómo era de costumbre, me hice amigos de casi todo el autobús, incluyendo a los maestros. El viaje fue de 24 horas desde el punto de partida. Pero bueno, eso solo es contexto.
La primera parada, fue en Córdoba Veracruz. Bajamos para ir al baño, tomar un café, o solo estirar las piernas. Había mucho frío, era noviembre. Eran como 4 de la madrugada. Bajé prendí un cigarrillo, y en eso llegó Rafa. Le invité de mi cigarro, platicamos un poco, luego fuimos al baño, y hasta ahí no había atracción. Era guapo, muy guapo, de los más fino que había en mi salón: ojos verdes, cabello castaño, casi rubio, 175 de estatura, delgado atlético, y en plena juventud.
Me llevaba muy bien con él, tanto como con el resto del salón. Pero los veía como niños, se comportaban como tal. Creo que Rafa era un poquito menos infantil que él resto. La ruta del autobús continuó, aún faltaban algunas horas para llegar al destino. La mayoría siguió dormida durante el resto del camino. Rafa estaba un asiento más adelante que el mío, del lado izquierdo, ósea, podía ver todo lo que estaba haciendo. Me costó un poco de trabajo conciliar el sueño. No me acomodaba, giraba, cerraba los ojos, los volvía a abrir, miraba el celular, y al final me di por vencido. Entonces hubo algo que me llamó mucho la atención. Rafa estaba erecto; estaba dormido, e inconscientemente había tenido una de esas incontrolables erecciones matutinas. Aun con lo oscuro, mis ojos ya adecuados a las sombras, podían ver con claridad. Primero me dio gracia, luego curiosidad, se le notaba un bulto de buena proporción. Brincaba cada 15 segundos dentro del pantalón, levantando la tela de mezclilla. Rafa se presionó el trozo, pero seguía dormido. Luego se acomodó de otra manera, y por los brazos acomodados por la entrepierna ya no pude ver más. Pero la curiosidad ya estaba ahí.
Llegamos a Querétaro, No recuerdo bien la hora. Pero era de día, como a las 11 de la mañana. El recibidor del hotel estaba lleno, hasta la madre. Alumnos por todos lados, todos con maletas, mochilas, descansa cuellos, y maestros intentando coordinar. Nos dividiríamos en grupos de cuatro personas, nos dieron la libertad de coordinarnos, y pues la mayoría se organizó con la gente de sus salones. En nuestro caso, éramos exactamente cuatro varones y 8 chicas. Así que por obviedad, me tocó con Rafa, Chalo <<el gordito del salón>> y Eduardo. Yo no quería dormir con el gordo del salón, así que desde el momento que tuvimos la llave en mano, telepáticamente Rafa y yo, ya nos habíamos puesto de acuerdo para dormir juntos. El resto es algo aburrido, empresas, prácticas, salidas turísticas, desmadre. Así que brincaré hasta esa noche.
Una de las reglas de los maestros era: si quieren hacer fiesta, o desmadre, tiene que ser dentro del hotel con discreción. Nada de antros, nada de escapes, nada de quejas por parte del hotel. Así que los 12 nos la ingeniamos para comprar cervezas y alcohol. En Querétaro no pasó mucho, fuera de haber visto a Rafa en bóxers, que por cierto se le miraba un bulto muy rico, pero no pasó nada.
A los días nos trasladamos a la Ciudad de México, y las reglas se pusieron mucho más estrictas. Ya no nos dejan salir ni a comprar al Oxxo de la esquina. Pero, nosotros ya teníamos el armamento <<alcohol>> dentro de las maletas.
—¿Que haremos hoy? Las chicas se escaparán para irse de antro, y mañana nos toca a nosotros, así que tendremos que cubrirlas —Pregunté mientras nos mudábamos de ropa, preparándonos para la ducha. —Nos las ingeniamos para salir en las noches. Una noche ellas, una noche nosotros Y esa noche es cuando todo ocurrió. Teníamos un jenga que compré en Querétaro, en un lugar de suvenires. Era uno muy especial, cada tablilla traía un reto, o una pregunta caliente. Así que, cuatro hombres, ebrios, jóvenes, sin mujeres para cumplir ciertos retos... pueden imaginar todo lo qué pasó.
Al principio los cuatro estábamos un tanto apretados a cumplir algunas cosas. Con las preguntas no había tanto pedo, todos respondían. Nada fuera de lo común: ¿cuándo perdiste tu virginidad? ¿La última vez que tuviste sexo y quién? ¿Estarías de nuevo con tu ex? ¿El mejor sexo oral que te dieron? Etc. etc. Pero los retos, un tanto más complicados. La mayoría incluía roces cuerpo a cuerpo, besos en zonas muy específicas, y otras muy ridículas. Al principio nadie cedía tan fácil, pero mientras los líquidos de las botellas disminuían, la sangre se ponía más cachonda.
—Tienes que darle un beso, a la persona que está a tu lado derecho —Leyó Rafa. Todos soltamos la carcajada, la persona era yo. La ficha no especificaba donde debían darte el beso... pero, la sangre ya estaba caliente, y mientras más humillado quedara el adversario, había más risas, y más anécdota. Quedamos en que todo quedaría dentro del cuarto, sin fotos, ni celulares; esa fue la regla y la condición para poder cumplir hasta lo más guarro. Ni las chicas debían enterarse.
—Yo digo que sea en la boca —Dijo Eduardo.
—Algo más culero, que sea en las nalgas —Comentó Chalo.
—Ni madres —Dijo Rafa —En la boca si, en el culo no. —Todos volvimos a morir de risa; y Rafa cumplió su castigo en mis labios.
Nos vimos muy putos. Pero todo fluía, quiero pensar que todos sabíamos que se trataba de un simple reto. Rafa me besó, pero ese beso duro mucho más de lo que debía, sus labios carnosos envolvieron los míos, y yo le respondí con la misma intensidad. Me tomó de la mejilla, y tardamos unos segundos antes de soltarnos. Ese beso no parecía un simple beso de pico, de hecho, no pareció por nada de relajo. Estábamos tan ebrios, que lo tomamos como broma, muchas risas, pero a mi calentura no le pareció para nada una broma.
Luego vestimos a Eduardo de mujer, hubo un turno en el que Rafa tuvo que estar abrazado de Chalo, sin camisa; besos de pezones, nalgadas, apretones de paquetes. Cosas muy estúpidas, pero subidas de nivel.
Chalo y Eduardo estaban hasta el culo de borrachos, no podían ya ni con sus almas. Así que al final nos quedamos Rafa y yo. Dejamos el juego a un lado, nos acostamos, apagamos las luces, y nos pusimos a platicar.
Había una pregunta que no dejaba de circular por mi mente. Durante el juego, Rafa había respondido una de las preguntas de las tablillas, qué más me había sacado de onda.
— ¿has tenido relaciones con tu sexo opuesto?
—Obvio —respondió Rafa —aprietan más que las viejas —y todos soltamos la carcajada.
—y ¿tu? —Me preguntó.
—claro, es cultura general —Dije. Y otra vez las risas.
Entonces, desde ese momento me había quedado claro que Rafa no tenía pedo con tener sexo con otro hombre. Y pues uno borracho, bisexual, y con un vato bien sabroso a su lado... era una oportunidad en bandeja de oro. Las camas eran muy pequeñas, y pues no estábamos uno sobre el otro, pero si podía sentir su cuerpo muy cerca al moverse.
—¿ya te dormiste? —le pregunté.
—No Wey. Ando muy pedo —rio un poco.
—También yo —Respondí.
—ya son las 4 de la mañana, tenemos curso a las 7. Vamos a estar bien crudos.
—Ya que.
—No lo vuelvo a hacer —Me dijo.
—Yo no prometo nada.
Platicamos un rato, y ya después lancé la pregunta que tanto me carcomía.
—entonces, así que ya te comiste un vato.
—Si Wey. No se lo digas a nadie. Tengo novia.
—Tranquilo, lo que pasa en el viaje, se queda aquí. —hubo un pequeño silencio —¿y con quien fue? —pregunté.
—Ya sé que va a sonar enfermo, pero fue con mi primo —arrastraba las palabras, y su risa sonaba dormitaba —no se lo digas a nadie.
—No mames. Y ¿por qué con tu primo?
—Me emborrachó el pendejo, y pues una cosa nos llevó a la otra, hasta que me lo cogí.
—¿y te gustó?
—Pues... la verdad, la mama muy rica —se rio un poco —Y coge muy bien —Agregó.
—Que rico. Sigue contándome.
La voz de Rafa, era muy masculina, y con ese tono varonil, ebrio, sensual, y cansado, me relató lo ocurrido. Yo escuchaba con atención, mientras mi mirada estaba fija en su bulto. Quería ver si había alguna reacción mientras me contaba su experiencia. También le rozaba su pierna contra la mía, y fingía movimientos no meditados, para tocarlo un poco; mi objetivo era ver de nuevo aquella erección, y quizá sacarme el morbo de lo que había debajo de su ropa; no sexo, solo quería mirar.
Entonces con su voz cansada, ebria y arrastrada, Rafael me contó lo ocurrido. <<Estábamos en los Quince años de una de mis primas. Había llegado gente de fuera. Muchos primos lejanos que no había visto en años, algunos ni los reconocía; la mayoría estaba casado con hijos, algunos divorciados, y otros solteros. Mi familia es grande, así que la lista de invitados era interminable.
Las casas se volvieron refugios y casas de acopio. Mis tíos llegaban como paracaidistas para instalarse donde se pudiera. Muchos tuvieron que dormir en sofás, colchones inflables, y hasta en el piso. Fue algo incómodo. Yo amo mi espacio personal. En mi casa hay cuatro cuartos, el de mis papás, el de mi hermano mayor, uno que comparte mi hermanito y mi hermanita, y el mío. No sé en qué momento nos volvimos cuatro familias habitando y conviviendo en el mismo lugar. Un fin de semana largo, tuve que aguantar todo el fin de semana: viernes de llegada, sábado de la fiesta, y domingo de recalentado.
El sábado, en la fiesta, después del vals, y las palabras de los padres y toda esa pendejada de rutina, me puse a beber con mis primos. Nuestra mesa estaba Justo por donde los meseros pasaban antes de ir a las mesas, así muchas veces no era necesario esperar a los meseros, bastaba con ponerse de pie, y tomar cervezas de las neveras. Para las dos de la mañana, nuestra mesa estaba ya muy pasada de copas, recuerdo que ni comí. Pasando las tres de la madrugada, las primas y esposas de mis primos venían por sus galanes para llevarlos a descansar.
Y así, la mesa de diez personas, se volvió de cinco, y luego de tres. Y al final solo quedamos dos. Un par de solteros, con mayor aguante que el resto, y sin nadie que viniera a ponernos un alto. El local cerraba a las cuatro, así que después de esa hora tuvimos que ayudar a cargar regalos, arreglos, comida y aproveché para meter a mi auto unos cartones de cerveza.
—La seguimos en mi casa —Le dije a mi primo. Total, nadie estaba ocupando mi cuarto, y ya estábamos muy encarrilados como para detener la peda.
Llegamos a mi casa. Lo primero que quería era deshacerme de esa ropa tan ajustada. El traje me cortaba las piernas, la corbata me ahorcaba, y la camisa junto al saco me daba mucho calor. Le dije a mi primo que metiera las cervezas al refrigerador, y que luego me alcanzara a mi cuarto. Entré, me quité todo, menos los bóxers. Casi me tropiezo al quitarme el pantalón, pisando la tela con los pies. Encendí el aire acondicionado, estábamos en verano, hacia un chingo de calor. Me dejé los calcetines, y me puse una playera muy holgada, esos de tela suave, la más vieja, la que nunca tiras.
Entró mi primo, traía sosteniendo una nevera con cervezas y hielos. Nos servimos, y le dije que se pusiera cómodo.
—Si no te molesta, me pondré tan cómodo como tú.
—Sin pedos —Contesté, mientras destapaba una de las bebidas.
Se quitó los pantalones, tenía una trusa roja con elástico negro. Se retiró la camisa, y el resto. Solo traía la trusa.
—¿tienes un short que me prestes? —Preguntó. —¿o tienes pedo porque me quedé así.
—Ahí, en mi armario hay uno, puedes tomar el que quieras. De todos modos, no tengo pedo —No soy puto. No me incomodaba, ni sentía nada. Bueno, eso sí, mi primo tenía un culo de antojo; pero juro que era efecto del alcohol. La trusa le marcaba cada glúteo, se miraban duras y firmes. >>
Mientras Rafa me relataba su experiencia, mi cuerpo se iba acalorando. A pesar de estar en un lugar muy frío, tuve que retirarme la playera. Volví a acomodarme, su historia se estaba poniendo muy interesante. Hablaba con los ojos cerrados, más bien balbuceaba, por ratos se le iba un poco la onda. Me tenía con la verga muy dura, muy lubricada, y manchando el calzón.
Estaba nervioso, y él solo continuaba su relato. Entonces puse mi mano sobre su pierna, quise primero medir su reacción. No hizo nada, solo siguió con la historia, su pierna, bajo los pans de nailon, se sentían fuertes (seguro por el fútbol) duras y muy calientes. Hice movimientos con los dedos, temía una respuesta negativa, y mientras la historia continuaba, mi mano iba subiendo con dirección a su paquete. Su historia aún continuaba, y mi mano cada vez estaba más cerca del abultado objetivo.
Rafa respiró fuerte, algo muy parecido a un suspiro, y continuó <<Nos sentamos a beber. Yo sentado en la cama, y el en un pequeño banco de madera, la hielera estaba en medio, nos servía como mesa para podar las latas de cerveza. En serio no sé qué me pasó, tampoco se si fue a propósito, pero cada vez que mi primo se levantaba a revisar el celular que tenía cargando en el buró, me daba la espalda, y ponía mucha tención en el par de glúteos redondos que tenían marcado el elástico. Su caminar parecía rechinar de lo infladas que las tenía, y no sé si fue mi imaginación, pero en más de una ocasión, se inclinó dejando ese culo expuesto y poniéndome a imaginar cosas que no debía.
—Primo, si vuelves a hacer eso, me voy a poner muy mal, y te voy a meter tremenda nalgada, y no vas a poder decir algo, porque hace rato que me estás tentando —Le dije.
—y ¿Por qué no vienes y lo haces de una vez? —respondió el muy puto.
Me puse de pie, y como si fuera un reto me postré tras él, y le impacté la planta de la mano. Seguramente le dolió, por que vi desvanecer el color claro de su piel, para ponerse en un tono rojo.
—¿Eso es todo lo que tienes? —me dijo mirando sobre su hombro —Tanto que te presumes como un semental, y al parecer solo es invento tuyo.
Creo que escuchar eso fue lo que más me calentó, no estaba dispuesto a jugar con mi hombría, o a levantar un falso, cuando sabía muy bien la bestia que me ponía al coger.
Sin decirle algo más me pegué a él, restregando mi verga entre sus nalgas, con un empujón muy fuerte, y le dije al oído que ya tenía rato que me estaba tentando —Tu lo que quieres es que te coja, hace rato que me andas enseñando el culo, porque sabes que lo tienes rico ¿quieres ver el semental que soy? Te lo voy a enseñar.
Y mientras le decía esto, con la mano ya había bajado con los dedos esa trusa roja, descubriendo su culo, y dejando al aire esa piel suave. Le oprimí el ano con un dedo, poniendo tanta fuerza para que entrara de golpe, y sin saliva para que le doliera>>
En ese momento me di cuenta que rafa, ya traía la polla dura, se notaba un trozo de carne abultado, grueso, y muy llamativo. Su historia lo estaba calentando, y con mi mano sobre su pierna, avanzando lentamente, seguro el contacto y los roces lo habían puesto de esa manera. Aproveché para mover la mano, y entonces mi dedo se encontró con su verga. Solo estaba junto a ella, podía sentir esos latidos palpitantes, que seguro deseaban ser apretados. Pero yo quería que se calentara más, yo quería solo observar mientras se anécdota continuaba.
<< Escuché su gemido cuando mi dedo entró. El camino se sentía muy cálido, era como si deseara que le introdujera más. contraía su ano, y succionaba con voracidad.
—Esto es lo que querías ¿verdad, maricón? —le hablaba con palabras muy groseras, y el solo arqueaba más su espalda. Me saqué la verga, la tenía llena de baba, mi bóxer estaba manchado, porque lubrico mucho cuando ando caliente, entonces, así sin saliva, y sin avisar, se la metí muy duro. Le pedí que no gimiera, porque sus gritos no eran nada discretos. y lo entiendo, porque mi verga para nada es pequeña, así que seguro le estaba doliendo hasta el alma>>
—Así que lubricas mucho cuando estás caliente… a ver —dije ya con toda indiscreción, y levanté la tela de la ropa para descubrir el tremendo trozo de miembro que se cargaba Rafa; y vaya que la tenía gorda, sobre todo eso, muy gruesa, porque de tamaño eran unos 18 centímetros, algo muy estándar. Pero el grosor si era muy impactante, incluso mi mano no pudo cerrar por completo. Tampoco mintió con el exceso de lubricante que expulsaba, tenía un hilo transparente que colgaba de su obligo, a la punta del hoyo para orinar. Eso me puso más morboso, y sin decir más, acerqué mi boca a su verga.
—¡Ey! ¿Qué haces? —Me dijo. No se movió, tampoco me retiró, estaba tan borracho que supongo que era un buen pretexto para vaciar las ganas. Chupé la cabeza, y luego me introduje toda la pieza hasta donde pude. Él se acomodó de tal forma, que pudiera metérmela completa. Tratábamos de no hacer tanto ruido, porque los dos compañeros estaban roncando en la cama de costado. Así que le mamé el pito lo más discreto que pude. El empujaba todo su cuerpo hasta mi cuello, también tenía unos huevos de buen tamaño que impactaban contra mi cara.
Llegó el momento en el que su verga comenzó a reclamar algo más profundo y apretado, y me propuso penetrarme. La verdad es que lo más que había hecho era dar sexo oral, y le dije que, si me penetraba, yo también quería hacérselo a él. De plano se negó, y después de revivir aquel beso del reto, me convenció para hacerlo, pero preferimos ir al baño. Así por cualquier cosa, podríamos fingir que uno de los dos se encontraba vomitando.
Entramos, ambos estábamos ya desnudos, cerramos con seguro, y el manoseo comenzó de mi para él. Tenía un cuerpo lampiño, algunos vellos casi rubios, el pubis más castaño que el resto, solo se rasuraba los huevos. Se le miraba muy bien, tenía la verga rosa y con venas alrededor, en un tono más purpura, una cabeza muy rosa, y el líquido brotando descontrolado. No sería necesario usar saliva con él, botaba tanto lubricante, que bastaría con ello. No me contuve a arrodillarme a lamer de nuevo, y después de un rato continuamos el juego cachondo. Me tomó por la espalda, y me giró con fuerza. Puso su verga, y comenzó a masajearla entre mis nalgas, de inmediato sentí aquel liquido humedecer mi zona anal, y en un par de segundos esos gruesos 18 centímetros ya intentaban penetrarme.
Fue cosa de un par de empujones cuando sentí abrirse camino causándome un dolor muy agudo. Quise resistirme, pero era demasiado tarde para dar marcha atrás. Para cuando pensé eso, su polla ya estaba casi toda dentro. Tomó mis caderas y me dio una tremenda cogida. Su verga entraba y salía de golpe, y a pesar del dolor, lo estaba disfrutando, podía sentir cada vez más húmedo dentro de mí. Fue cosa de unos 15 minutos cuando el aquel compañero de salón me inundó con toda su leche. Sentía los chorros correr dentro de mí, él se recargó contra mi espalda, y lanzó un suspiro de alivio.
Tomamos un baño para asearnos. Primero yo, y luego él. Salí para ponerme unos bóxers, estaba muy agotado. Decidí esperarlo, supuse que habría algo más de acción, pero todo quedó en mi imaginación, porque no llegó a ello. Rafa salió del cuarto después de eso. Esperé unos 20 minutos y me preocupó.
Salí a buscarlo, sabía dónde encontrarlo, sus cigarros no estaban. Me puse más ropa, y salí a buscarlo al mirador, en el último pido del hotel.
—¿estás bien —le pregunté llegando desde sus espaldas.
—Sí, pensé que estabas dormido.
—Te noto pensativo.
—No soy puto. Y no sé, no me siento cómodo después de lo que pasó.
—Entonces lo siento —Le dije. Me había hecho sentir culpable.
—No lo digo por ti, yo también dejé que pase.
—Aun así, me dejé llevar por la calentura del alcohol…
—También yo.
—Entonces de que te preocupas, solo fue eso, no hay algo más, nadie más tiene que saber.
Desde ese día, durante el resto de la carrera, Rafa se mostró cortante y algo lejano a mí. Seguro sentía mucha culpa, no debe ser fácil tener novia y haberla engañado con un vato. Salimos de la ingeniería, y a pesar de seguirnos en redes sociales, la amistad no era más que un simple compañerismo. Simples conocidos de escuela, como ocurre con la mayoría de la gente.
Por eso me sorprendía su saludo 15 años después. Pero no me quedaría con las ganas de aceptarle esas cervezas; quizá haya la oportunidad de revivir aquella peda loca que nos hizo amantes de una noche.
Holaaaa
Segunda parte me quede esperando más que paso después de que te volvió a escribir 15 años después
De casualidad en esa parada que hicieron en la gasolinera en la ciudad de Córdoba VERACRUZ no se llama los cafetos Esta situada a la orilla de la autopista. Saludos amigo desde la ciudad de Córdoba VERACRUZ y cuando gustes venir seras bienvenido. ....
me gusto mucho para cuando la segunda parte que debe de ser mas morbosa